Sábado, 13 de Septiembre de 2025

Redacción
Viernes, 04 de Julio de 2025
ZAMORANA

Una pareja inusual

Mº Soledad Martín Turiño

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Recalan en Zamora de vez en cuando para distraer su soledad e intentar salvar esa parte de rutina que se ha asentado entre ellos como una losa; son muchos años juntos, demasiado tiempo compartido, pocas cosas que decirse y casi ninguna ilusión común. Comenzaron su andadura hace demasiados años, en una época donde su amor estaba prohibido; pasaban por amigos y no debían mostrar ninguna señal sospechosa que delatara su verdadera relación en aquellos tiempos grises, oscuros, compuestos por medias verdades y doble moral, al amparo de una religión tan despótica como el signo dictatorial que guiaba al país. 

 

Tuvieron que irse de Zamora para pasar desapercibidos y vivir con un poco más de libertad, y se asentaron en una gran metrópoli donde lograron disfrutar de una etapa de tranquilidad porque nadie se fijaba en nadie y eso era para ellos un respiro necesario, casi vital.

 

Trabajaban en lugares diferentes, ambos con puestos de gran responsabilidad y llevaban un nivel de vida cómodo, que les permitía viajar por el mundo, conocer otros lugares y gentes y así fueron transcurriendo los años hasta que llegó la hora de la jubilación. Se vieron de pronto en su magnífica casa, que parecía más vacía desde que falleció su mascota, un magnífico dálmata que había sido durante años uno más de la familia; pero entre ellos algo había cambiado. Una vez estuvieron frente a frente, sin un trabajo que les requería habituales viajes y ausencias, afrontando el hecho de estar continuamente juntos, había desvelado una sensación de hastío, de apático desinterés y de aburrimiento que formaba un hueco que no sabían cómo llenar.    

 

Intentaron hacer actividades por separado, pasar algunos días fuera haciendo pequeñas excursiones, viendo amigos… pero algo no funcionaba en aquella relación que daba evidentes muestras de agotamiento. Decidieron mudarse a Zamora, ya que añoraban aquella ciudad con encanto, pequeña y coqueta, y ansiaban pasar allí sus últimos años. El traslado y venta de la casa les tuvo muy ocupados y fue precisamente durante la mudanza, que uno de ellos, al hacer un esfuerzo, notó un lacerante dolor en la espalda. Tuvo que ser ingresado en el hospital durante varios días y, tras un diagnóstico que cambiaría su vida para siempre, regresaron a Zamora.

 

El viaje lo hicieron en silencio, pero más unidos que nunca. Ambos sabían que la inmovilidad de uno tendría que solventarla el otro llevándole en la silla de ruedas; aquella enfermedad, con su consiguiente dependencia, les unió con la misma fuerza que años atrás cuando se conocieron, y desde entonces vivieron el uno para el otro. De vez en cuando se les ve paseando por la ciudad como lo que siempre fueron: dos amigos del alma, amantes y luego esposos.

 

 

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