Jueves, 11 de Septiembre de 2025

Francisco José Alonso Rodríguez
Domingo, 06 de Julio de 2025
LEDHH

La apatía y la inacción

Francisco José Alonso Rodríguez

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 La apatía y la inacción, sean hoy el rasgo más extendido en las sociedades occidentales. Pareciera que la mayor parte de los ciudadanos -personas conscientes de sus derechos y cumplidora de sus deberes- se vieran sometidos a un sopor que, por distintas razones, les hubiera separado de la vida política y social. Salvo excepciones, honorables o desmedidas, esta apatía a la hora de ejercer derechos y deberes tan difícilmente conseguidos por dos generaciones anteriores, se ensancha peligrosamente agrandando hoy el significado de la existencia social. ¿Qué fue del entusiasmo aquí por la libertad, por participar activamente en su conquista y extensión benefactoras? ¿Qué ha sido del compromiso individual y colectivo con el bien común y la democracia participativa, con el respeto por la esfera de la vida pública, con el cumplimiento de los deberes cívicos, con la crítica razonada y con la exigencia de tantos derechos hoy semiolvidados y tantos deberes cívicos ahora vulnerados? ¿Dónde están las causas de toda esta desafección en la que solo el insulto y la descalificación circulan desbocadamente por doquier, como doloroso paliativo de una vida social y política casi inexistentes?

 

Muchos fragmentos sociales han dejado de cumplir sus compromisos. Las responsabilidades más evidentes corresponden a los intelectuales, que dejaron al margen su función propositiva, orientadora en clave social y axiológica, a la hora de dar expresión a valores civiles y vías de solución a los anhelos y problemas comunitarios, para replegarse sobre sí mismos y ejercer un narcisismo obsceno e inútil, basado en crearse prestigio sin fundamento crítico alguno, esto es, valores de cambio sin aportar valores propios útiles que los justifiquen.

 

Una perniciosa politización invade casi todos los planos de la vida pública. Frente a la política como actividad creativa, como arbitraje necesario, como elección sensata orientada al bien común, esa falsa politización inducida por políticos corrompidos basada en la ofensa y las descalificaciones, desgarra lo poco que queda de cohesión social, de vida compartida y fértilmente enjundioso. La enajenación ideológica se expande sin freno entre las clases subalternas, señaladamente juveniles, que han olvidado su conciencia y sus intereses propios. Y ello gracias al aplastante peso de sofisticados dispositivos telemáticos con altas capacidades alienantes. De estos sectores juveniles, apenas se escuchan quejas sobre su situación extremadamente precaria.

 

Muchos partidos políticos y medios de comunicación, peligrosamente sintonizados entre sí, han olvidado su función mediadora entre la ciudadanía y el poder. Han abandonado el compromiso política y culturalmente instructor que un día tuvieron, para ceñirse hoy a sus batallitas internas por conseguir, cada quien, encaramarse en lo más alto de las estructuras partidaria o bien en los rangos de la máxima influencia sobre la opinión pública, olvidando la política y la información como bienes públicos al servicio de la sociedad, desdeñando el estudio de los problemas y la ideación de soluciones sociales y democráticas a los problemas colectivos. Con un fin conseguir más subvenciones económicas.

 

En las relaciones internacionales, el ciudadano sólo tiene la opción de contemplar pasiva y abúlicamente las atrocidades que genocidas de todo pelaje perpetran impunemente cada día, con un silencio peligroso de la Sociedd Civil.

 

Frente a esta abdicación, perduran las pugnas de personas, colectivos y organismos concernidos en las luchas democráticas con las que, frente a viento y marea, se atreven a impugnar las arbitrariedades de los poderes públicos y privados, las obscenidades gananciales del capitalismo más antidemocrático, las salvajadas con armas que anonimizan a sus responsables, las transgresiones más irresponsables de los individuos más egoístas y depredadores que, paradójicamente, son loados como modelos y referencia a seguir.

 

Algunos filósofos, han explicado buena parte de lo que sucede como un tránsito desde la idea emancipadora de la libertad y la democracia a una idea de ambas meramente protectora y aséptica, que blinde al ciudadano individualizado y desocializado de todo riesgo derivado de la vida sociopolítica en su fluir incesante. Definieron así la degradación de la democracia adjetivándola como "inmunitaria", desprovista de su originario empuje liberador, audaz y humano. Asociar esta deriva de la democracia, la libertad y sus ideales emancipadores a la desidia social a la que asistimos no resulta difícil. Por ello, combatir ese desinterés, esa pasividad abúlica que se extiende como un tóxico magma de inactividad que fortalece a los totalitarios siempre al acecho, ese combate pasa necesariamente por recuperar el entusiasmo por lo valioso y frágil que la democracia, el Estado de Derecho y sus libertades mantienen como históricas conquistas sociales.

 

Asumir los riesgos de vivir, de exponerse a enfrentarse a la rutina paralizante, de criticar la injusticia, la desigualdad y toda forma de opresión; atreverse a llamar genocida a quien genocidio perpetra y llamar cobarde a quien no osa denunciarlo, son manifestaciones de que el latido de la vida y la moral sigue en marcha, pese a tantos obstáculos que le salen al paso.

 

La apatía y la inacción son temibles enemigos de la libertad y de la democracia, tanto como todos esos mecanismos económicos y financieros que viven de reproducir la desigualdad y de sacar pingües réditos del conflicto y de la guerra, convertida hoy, por ellos, en suprema fuente de beneficio a costa de ríos desbordados de sangre.

 

Francisco José Alonso Rodríguez. - Politólogo. - Sociólogo. - Secretario General PANCAL-URCI.

Ignacio Moratinos “El Empecinado” Coordinador General PANCAL-URCI en Castilla y León y Candidato a la Presidencia de la Junta de Castilla y León.

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