Sábado, 06 de Septiembre de 2025

Manuel Herrero Alonso
Miércoles, 09 de Julio de 2025
DENUNCIA

Jardines de Zamora ¿Víctimas del calor o de la mala gestión?

El calor aprieta, pero también lo hacen el mal diseño y la falta de adaptación. Algunos parques ya muestran daños irreversibles mientras el modelo de jardinería sigue sin revisarse

Una vez más, volvemos a mirar el estado de nuestros jardines en Zamora. Y una vez más, lo hacemos con preocupación. Porque lo que se viene observando en las últimas semanas no es solo el típico desgaste estival del césped, sino una pérdida alarmante de verde que, en algunos puntos, como en el parque de León Felipe, parece ya irreversible. El color amarillento se ha intensificado hasta el extremo, dejando amplias superficies completamente secas. La imagen se repite también a orillas del Duero, en el paseo ribereño, donde el césped ha dado paso a parches sin vida, agravado por la mala calidad del suelo, que no retiene la humedad y dificulta el arraigo de las raíces. No es una novedad. Ya en denuncias anteriores advertimos de este problema, sin que desde la administración se haya afrontado de forma seria.

Ahora bien, es justo reconocerlo, en las últimas semanas Zamora ha sufrido una intensa y prolongada ola de calor. Las temperaturas extremas no solo secan el terreno, sino que provocan en las plantas lo que los expertos denominan estrés térmico e hídrico, un proceso en el que el calor excesivo y la falta de agua hacen que el césped pierda su color, entre en letargo o incluso muera. La clorofila se degrada, la transpiración se dispara y la planta, sin defensas, colapsa.

Este fenómeno puede ser parcialmente reversible, pero no en todos los casos. Donde no hay agua suficiente, donde el terreno no ayuda o donde no se cuida adecuadamente, el césped simplemente no sobrevive. Y lo que muere, no revive solo. Por eso, conviene preguntarse si tiene sentido seguir apostando por un modelo de jardín que exige tanta agua y tanto mantenimiento para conservar su esplendor. Si no sería más lógico optar por otro tipo de espacios verdes, con especies resistentes a la sequía, de bajo consumo hídrico, que puedan igualmente ornamentar nuestros parques sin poner en jaque su sostenibilidad. Eso sí, no se trata de renunciar al verde. Al contrario. Mantener zonas ajardinadas tiene beneficios muy claros. No solo es un alivio visual frente al predominio del asfalto y el cemento; también refresca el ambiente, reduce la temperatura urbana, mejora la calidad del aire y genera espacios más habitables. No es solo cuestión de estética, sino de salud urbana y bienestar ciudadano.

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