Nos gobiernan mafiosos

Vivimos malos tiempos para la libertad, “tiempos oscuros”. En este mundo global las élites gobernantes no aceptan la disidencia, ni la discrepancia, ni las opiniones contrarias o diferentes a los discursos oficiales que nos tratan de imponer. Y esta situación, lejos de mejorar, va paulatinamente a peor. En España el actual Gobierno sigue la misma “peligrosísima deriva liberticida” : por un lado tenemos “la falsa libertad de los medios de comunicación”, porque la pretensión es que no haya libertad de prensa, es decir, se pretende cercenar la libertad y autonomía de los medios. ¡Cómo si no fuera suficiente el control que ejercen a través de las subvenciones pagadas con dinero público a medios afines a través de esa farsa llamada “publicidad institucional” o directamente! Por otro lado tenemos la persecución, coacciones, amenazas, boicots y sabotajes contra determinados canales e informadores y opinadores libres e independientes, que se está produciendo desde hace tiempo en nuestro país. Y es que “nos gobiernan mafiosos”, los partidos políticos de izquierda se están convirtiendo en organizaciones criminales cuyo único objetivo es la consecución del poder y el mantenimiento, cueste lo que cueste, en el mismo, tanto a nivel estatal como supranacional. Pero a pesar del desolador clima que se cierne para la libertad aún hay esperanza, cada vez más ciudadanos están despertando de su letargo, están empezando a cuestionarse “la calidad de nuestra mal llamada democracia” y también han entrando en escena líderes políticos que van contra el “status quo”, y que, cuando menos, nos están mostrando y demostrando que hay “otras maneras de gobernar” y que nos debemos cuestionar prácticamente todo. Existen líderes como Donald Trump, Giorgia Meloni, Viktor Orbán, Marine Le Pen o Santi Abascal, a los que se trata de ridiculizar, criminalizar, enfangar..., y si lo anterior no funciona, asesinar civilmente. Para terminar un canto a la esperanza, y es que como dijo el teólogo e historiador británico Thomas Fuller a finales del siglo XVIII : “la hora más oscura del día es justo antes del amanecer”.