COSAS PROPIAS
Reflexiones de una madrugada de julio
Eugenio-Jesús de Ávila
Si durante todos los días del año pienso que no soy ni tan siquiera un grano de arena en la playa del Universo, en verano, cuando aprovecho el descanso nocturno para observar el cielo, me siento una nada que piensa en un planeta liliputiense dentro de una galaxia que contiene medio billón de estrellas.
Adquiero conciencia de mi nimiedad, mi futilidad, mi menudencia todos los días, cuando me levanto y me refleja el espejo, pero soy todavía más nadería tumbado sobre una hamaca y, absorto, miro al cielo negro, persigo cometas, le guiño el ojo derecho a la luna y me pierdo a mí mismo entre el titilar de las estrellas.
Y me preguntó por el misterio de la vida, por cómo es posible que mi infinita pequeñez haya hecho daño o pudiera causarlo en el futuro, por qué he amado, amo y amaré, por qué sentirme orgulloso con mis éxitos o entristecerme con mis fracasos, por qué temer a la muerte, si la vida duele más…
Y si amas la belleza para olvidarte de las parcas, encontrarás su rima para componer un soneto en cualquier madrugada de verano al besar a la mujer o al hombre que amas mientras los astros centellean en la oscuridad infinita.
Nada tan hermoso como acariciar los labios de otro ser que también es polvo en el tiempo, nada como mojarte en otra boca mientras tu corazón acelera sus latidos bajo la Vía Láctea, madre que cobija a otro medio billón de estrellas, con sus sistemas, planetas, satélites.
Si Dios existiese, sería un ser femenino y el Universo su útero. Y apenas nada más.
Eugenio-Jesús de Ávila
Eugenio-Jesús de Ávila
Si durante todos los días del año pienso que no soy ni tan siquiera un grano de arena en la playa del Universo, en verano, cuando aprovecho el descanso nocturno para observar el cielo, me siento una nada que piensa en un planeta liliputiense dentro de una galaxia que contiene medio billón de estrellas.
Adquiero conciencia de mi nimiedad, mi futilidad, mi menudencia todos los días, cuando me levanto y me refleja el espejo, pero soy todavía más nadería tumbado sobre una hamaca y, absorto, miro al cielo negro, persigo cometas, le guiño el ojo derecho a la luna y me pierdo a mí mismo entre el titilar de las estrellas.
Y me preguntó por el misterio de la vida, por cómo es posible que mi infinita pequeñez haya hecho daño o pudiera causarlo en el futuro, por qué he amado, amo y amaré, por qué sentirme orgulloso con mis éxitos o entristecerme con mis fracasos, por qué temer a la muerte, si la vida duele más…
Y si amas la belleza para olvidarte de las parcas, encontrarás su rima para componer un soneto en cualquier madrugada de verano al besar a la mujer o al hombre que amas mientras los astros centellean en la oscuridad infinita.
Nada tan hermoso como acariciar los labios de otro ser que también es polvo en el tiempo, nada como mojarte en otra boca mientras tu corazón acelera sus latidos bajo la Vía Láctea, madre que cobija a otro medio billón de estrellas, con sus sistemas, planetas, satélites.
Si Dios existiese, sería un ser femenino y el Universo su útero. Y apenas nada más.
Eugenio-Jesús de Ávila
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