ANÁLISIS
Políticos y masas
Eugenio-Jesús de Ávila
Hipócritas y felones son dos especímenes propios de partidos políticos y medios de comunicación. Sin mencionadas “virtudes” ni se pasa de ser un militante de base o, como mucho, concejalillo de pueblo, o redactor solo capacitado para cubrir ruedas de prensa. Escribo desde mi experiencia, la de una veleta oxidada, que movieron vientos del septentrión, del levante o del poniente, y toleró todo tipo de clases de lluvia, incluso de las que llueve desde el suelo. Algo empírico. Tengo pruebas. Pero no me arriesgo a recurrir al falsacionismo de Popper. No es menester.
Observo el mundo de la política como, cuando infante, me pasaba las horas muertas del estío, disfrutando con la vida cotidiana de las hormigas. Y he encontrado en la vida doméstica de los partidos del poder, de los que ganan casi siempre las ligas, las competiciones electorales, los Real Madrid y Barça de la res pública, PP y PSOE, cainismo, traiciones, calumnias, hostilidad, envidias. Solo les une la coyuntura política, un enemigo común, una guerra exterior. Nunca hay paz. Y si no existe la posibilidad del reparto del botín electoral, bien porque se ha fracasado, ya porque una elite se ha quedado con el hedonismo que emana del éxito, las vergüenzas se filtran a los medios de comunicación, tanto a los afines como a los que les son hostiles.
No existe la amistad entre las militancias de los partidos políticos españoles. Solo se comparten vínculos por intereses comunes. Hoy, Pepe y Juan navegan en el mismo barco, pero mañana, Pepe tira por la borda a Juan, ante la posibilidad de un motín de la marinería.
¿Por qué tanta inquina, rencor, asco entre personas que ayer reían juntas, compartían viandas, incluso lecho? Fundamentalmente, porque los partidos están formados por seres humanos, hombres y mujeres (arpías cuando se trata de alcanzar la cúpula, no la cópula, de la formación política, de cualquier institución), siempre a la busca del éxito individual por encima del triunfo colectivo; refractarios ante cualquier acción altruista, empapados de narcisismo, cosidos con el hilo de la intolerancia.
Los partidos son utilizados como un medio para alcanzar un fin. Los doctores en felonía aprovechan el trabajo ajeno, las labores de los militantes, para alcanzar la cumbre de la institución a la que aspiran; pero, cuando logran el objetivo, su visión celestial aprecia que las masas son despreciables, solo un instrumento para el éxtasis del líder que, si encuentra a un solo individuo que critique sus criterios políticos, que afee su forma de gobernar, se le expulsará de la reserva, si se trata de una democracia camelo, o se le purgará en toda dictadura comunista.
Partidos, sindicatos, patronales, justicia y medios de comunicación forman parte de un sistema con formas democráticas, pero que es una dictadura sutil, donde las masas son números, nombres y apellidos, imprescindibles para pintar el régimen de blanco, el color de la paz y la libertad. Una farsa para alimentar los cerebros de los parias.
“Lo que hace grande a una nación no es principalmente sus grandes hombres, sino la estatura de sus innumerables mediocres”. Ortega y Gasset. Me temo que en España abundan los enanos políticos y sociales
Eugenio-Jesús de Ávila
Hipócritas y felones son dos especímenes propios de partidos políticos y medios de comunicación. Sin mencionadas “virtudes” ni se pasa de ser un militante de base o, como mucho, concejalillo de pueblo, o redactor solo capacitado para cubrir ruedas de prensa. Escribo desde mi experiencia, la de una veleta oxidada, que movieron vientos del septentrión, del levante o del poniente, y toleró todo tipo de clases de lluvia, incluso de las que llueve desde el suelo. Algo empírico. Tengo pruebas. Pero no me arriesgo a recurrir al falsacionismo de Popper. No es menester.
Observo el mundo de la política como, cuando infante, me pasaba las horas muertas del estío, disfrutando con la vida cotidiana de las hormigas. Y he encontrado en la vida doméstica de los partidos del poder, de los que ganan casi siempre las ligas, las competiciones electorales, los Real Madrid y Barça de la res pública, PP y PSOE, cainismo, traiciones, calumnias, hostilidad, envidias. Solo les une la coyuntura política, un enemigo común, una guerra exterior. Nunca hay paz. Y si no existe la posibilidad del reparto del botín electoral, bien porque se ha fracasado, ya porque una elite se ha quedado con el hedonismo que emana del éxito, las vergüenzas se filtran a los medios de comunicación, tanto a los afines como a los que les son hostiles.
No existe la amistad entre las militancias de los partidos políticos españoles. Solo se comparten vínculos por intereses comunes. Hoy, Pepe y Juan navegan en el mismo barco, pero mañana, Pepe tira por la borda a Juan, ante la posibilidad de un motín de la marinería.
¿Por qué tanta inquina, rencor, asco entre personas que ayer reían juntas, compartían viandas, incluso lecho? Fundamentalmente, porque los partidos están formados por seres humanos, hombres y mujeres (arpías cuando se trata de alcanzar la cúpula, no la cópula, de la formación política, de cualquier institución), siempre a la busca del éxito individual por encima del triunfo colectivo; refractarios ante cualquier acción altruista, empapados de narcisismo, cosidos con el hilo de la intolerancia.
Los partidos son utilizados como un medio para alcanzar un fin. Los doctores en felonía aprovechan el trabajo ajeno, las labores de los militantes, para alcanzar la cumbre de la institución a la que aspiran; pero, cuando logran el objetivo, su visión celestial aprecia que las masas son despreciables, solo un instrumento para el éxtasis del líder que, si encuentra a un solo individuo que critique sus criterios políticos, que afee su forma de gobernar, se le expulsará de la reserva, si se trata de una democracia camelo, o se le purgará en toda dictadura comunista.
Partidos, sindicatos, patronales, justicia y medios de comunicación forman parte de un sistema con formas democráticas, pero que es una dictadura sutil, donde las masas son números, nombres y apellidos, imprescindibles para pintar el régimen de blanco, el color de la paz y la libertad. Una farsa para alimentar los cerebros de los parias.
“Lo que hace grande a una nación no es principalmente sus grandes hombres, sino la estatura de sus innumerables mediocres”. Ortega y Gasset. Me temo que en España abundan los enanos políticos y sociales
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