DENUNCIA
De la sequía al despilfarro, los jardines de Zamora pasan de secos a rebosar agua por una gestión de riego deficiente
La ciudad, que antes denunciaba el abandono de sus zonas verdes, observa ahora cómo la falta de eficiencia en el riego provoca charcos y desperdicio, sin hallar el equilibrio necesario.
Hace relativamente poco tiempo, la situación de los jardines de Zamora era objeto de denuncia por su mal estado general, visiblemente secos e incluso en ocasiones aparentemente irrecuperables. La solución, a priori sencilla, radicaba en proporcionarles agua. Si bien el aspecto del césped ha mejorado considerablemente, pasando en poco tiempo de tonalidades ocre a un verde exuberante, este "milagro del agua" ha derivado en un nuevo problema, el exceso y el despilfarro por una deficiente planificación y gestión del sistema de riego municipal.
Ahora, los jardines, que parecen disponer de agua en abundancia, la reciben sin control. Debido a una mala planificación del sistema de riego, el agua se derrocha no solo en la propia tierra, donde se reincorporaría al ciclo natural, sino indiscriminadamente en caminos, aceras y demás superficies. Esta ineficacia provoca la formación de charcos que, en algunos casos, impiden el paso por los senderos de tierra de los propios jardines, generando molestias a los ciudadanos.
Ahí radica la clave de una gestión adecuada, no se trata de ser comedido en el empleo del agua, sino de regar de forma eficiente. Aunque el proceso se realice durante la noche para evitar la evaporación y las molestias a los ciudadanos, lo que dificulta la supervisión directa, basta con un simple paseo para comprobar dónde se está haciendo bien y dónde no. En ocasiones, la solución pasa por una simple regulación de la orientación de los aspersores; en otras, por la reparación de difusores o boquillas rotas que, como todo, están sujetos a percances, como los daños causados por una patada accidental, o no tanto que, al emerger el dispositivo, impide que el resto del circuito reciba el caudal necesario.
En definitiva, la ciudad ha pasado de una extrema sequía en sus zonas verdes a un derroche de un recurso tan valioso como el agua. Se hace imperativo que el Ayuntamiento aborde una gestión del riego que priorice la eficiencia y el equilibrio, garantizando el bienestar de las plantas sin malgastar el agua pública en beneficio de nadie.
Hace relativamente poco tiempo, la situación de los jardines de Zamora era objeto de denuncia por su mal estado general, visiblemente secos e incluso en ocasiones aparentemente irrecuperables. La solución, a priori sencilla, radicaba en proporcionarles agua. Si bien el aspecto del césped ha mejorado considerablemente, pasando en poco tiempo de tonalidades ocre a un verde exuberante, este "milagro del agua" ha derivado en un nuevo problema, el exceso y el despilfarro por una deficiente planificación y gestión del sistema de riego municipal.
Ahora, los jardines, que parecen disponer de agua en abundancia, la reciben sin control. Debido a una mala planificación del sistema de riego, el agua se derrocha no solo en la propia tierra, donde se reincorporaría al ciclo natural, sino indiscriminadamente en caminos, aceras y demás superficies. Esta ineficacia provoca la formación de charcos que, en algunos casos, impiden el paso por los senderos de tierra de los propios jardines, generando molestias a los ciudadanos.
Ahí radica la clave de una gestión adecuada, no se trata de ser comedido en el empleo del agua, sino de regar de forma eficiente. Aunque el proceso se realice durante la noche para evitar la evaporación y las molestias a los ciudadanos, lo que dificulta la supervisión directa, basta con un simple paseo para comprobar dónde se está haciendo bien y dónde no. En ocasiones, la solución pasa por una simple regulación de la orientación de los aspersores; en otras, por la reparación de difusores o boquillas rotas que, como todo, están sujetos a percances, como los daños causados por una patada accidental, o no tanto que, al emerger el dispositivo, impide que el resto del circuito reciba el caudal necesario.
En definitiva, la ciudad ha pasado de una extrema sequía en sus zonas verdes a un derroche de un recurso tan valioso como el agua. Se hace imperativo que el Ayuntamiento aborde una gestión del riego que priorice la eficiencia y el equilibrio, garantizando el bienestar de las plantas sin malgastar el agua pública en beneficio de nadie.





















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