Zamora, la ciudad a la que siempre regresas

Eugenio-Jesús de Ávila

El barquito de papel navega, El Día de Zamora, ha tiempo, desde hace más de dos años, sin mi persona. Observo su deriva, cómo evita las borrascas que le presentan el mar de la política, de la sociedad, de la vida, como entra en océanos de tranquilidad, y ahí sigue, mientras sus velas jugando con Eolo, rompiendo olas, buscando nuevos puertos para pisar tierra.

Fue mi creación en aquel ya lejano 6 junio 2010. ¡Cómo nos devora el tiempo! Quince años y casi dos meses desde que se votó aquella nave periodística, tiempo en el que sonreí y lloré, amé y deja de amar, nunca odiar; en el que conocí a buena gente y malandrines de la política, políticos que pasaron y dejaron huella, politicastros que corrompieron la res pública, mientras Zamora menguaba, se iban quedando sin gente, sin comercios, sin alegría.

Esta noche del julio comatoso de 2025, me ha acariciado la nostalgia, que nunca es un error. Quizá porque ya respiro el perfume de mi cumpleaños: más mayor, nuevas arrugas, menos cabello, variadas averías en este vehículo viejo en el que me he convertido…

 Este barquito de papel, en el que navegaron tantas gentes que también se bajaron cuando decidí disfrutar del júbilo, volverá el 1 de agosto, en plena canícula, cuando la ciudad y su provincia reciben a tantos hijos del exilio laboral que regresan para buscar sus raíces, abrazar a sus familias, abuelos, padres, hermanos, primos; y entrar en el baúl de los recuerdos para agarrarse al tiempo pretérito y escribir poemas con la tinta de la nostalgia.

En verdad, a veces pienso que Zamora es la ciudad de la que nunca acabas de irte o la tierra a la que siempre regresas…y nunca sabremos para qué. Y el barquito de papel sigue navegando.