ZAMORANA
Frente a mi ventana
El baile de las palomas no descansa por eso, sentada frente a mi ventana, las observo durante horas y me ofrecen todo tipo de cabriolas en el aire, son las mejores malabaristas apoyándose en finos hilos eléctricos o en un minúsculo saliente.
Ellas están arriba, pueden subir tan alto como quieran hasta casi tocar el cielo.
Desde lo alto supongo que nos contemplarán como seres diminutos que se agitan en la vida con sus problemas minúsculos que agrandamos cuando no los sabemos resolver.
La convivencia con otras aves, ya sean más grandes como las cigüeñas, o más pequeñas como los gorriones, es pacífica; cada uno tiene su propio espacio y todos caben en el universo infinito tapizado por este cielo azul zamorano tan especial, un cielo al que miro tantas veces que mi pupila se tiñe de turquesa. !ojalá pudiera atrapar ese color! .
La dulzura del cielo que a veces se deja seducir por unas nubes blancas les sirven como un fino tul para arroparlas.
Sentada frente a mi ventana no necesito más si quiero abstraerme de pensamientos que mortifican viendo a una sociedad tan devaluada, tan sin principios, a la deriva como nunca, así que me refugio en esta ciudad coqueta y maravillosa que han portado paz a mi espíritu y calma mi mente cansada.
M. Soledad Martín Turiño
El baile de las palomas no descansa por eso, sentada frente a mi ventana, las observo durante horas y me ofrecen todo tipo de cabriolas en el aire, son las mejores malabaristas apoyándose en finos hilos eléctricos o en un minúsculo saliente.
Ellas están arriba, pueden subir tan alto como quieran hasta casi tocar el cielo.
Desde lo alto supongo que nos contemplarán como seres diminutos que se agitan en la vida con sus problemas minúsculos que agrandamos cuando no los sabemos resolver.
La convivencia con otras aves, ya sean más grandes como las cigüeñas, o más pequeñas como los gorriones, es pacífica; cada uno tiene su propio espacio y todos caben en el universo infinito tapizado por este cielo azul zamorano tan especial, un cielo al que miro tantas veces que mi pupila se tiñe de turquesa. !ojalá pudiera atrapar ese color! .
La dulzura del cielo que a veces se deja seducir por unas nubes blancas les sirven como un fino tul para arroparlas.
Sentada frente a mi ventana no necesito más si quiero abstraerme de pensamientos que mortifican viendo a una sociedad tan devaluada, tan sin principios, a la deriva como nunca, así que me refugio en esta ciudad coqueta y maravillosa que han portado paz a mi espíritu y calma mi mente cansada.
M. Soledad Martín Turiño
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