Jueves, 04 de Diciembre de 2025

Manuel Herrero Alonso
Viernes, 01 de Agosto de 2025
DENUNCIA

Otros pretiles que tampoco dan la talla

La normativa obliga a rehacer el pretil del Puente de Piedra, pero tramos mucho más inseguros a lo largo del Duero siguen sin protección ni planes de intervención

La ambiciosa y costosa rehabilitación del emblemático Puente de Piedra parecía concluida con éxito. Sin embargo, un detalle aparentemente menor ha obligado a reabrir las obras, el pretil no alcanza, por apenas unos centímetros, la altura mínima exigida por la normativa vigente. ¿El resultado? Una nueva intervención en una infraestructura ya recepcionada.

 

Más allá del matiz técnico, lo ocurrido deja al descubierto una preocupante incoherencia. ¿Cómo pudo pasarse por alto semejante detalle durante toda la ejecución de la obra? La dirección facultativa y los responsables municipales deberían ofrecer explicaciones. Si este error se hubiese producido en una obra particular, las sanciones habrían sido inmediatas. Aquí, en cambio, se optará por un "parche" estético que desluce una restauración que debía haber sido ejemplar.

 

La justificación oficial es clara, cumplir con la normativa que pretende garantizar la seguridad y prevenir posibles caídas. Pero esta preocupación contrasta con lo que cualquiera puede observar a pocos metros aguas abajo. En zonas como la ribera izquierda, camino de la playa de los Pelambres, o en dirección a Olivares, existen tramos con desniveles notables y pretiles que tampoco alcanzan la altura mínima exigida. La diferencia es que allí no ha habido intervención alguna ni se ha planteado problema técnico o normativo, a pesar de que la situación es objetivamente más peligrosa. ¿No es eso también un riesgo para los ciudadanos?

 

Resulta curioso que el cumplimiento estricto de la normativa se aplique con tanto celo en una intervención ya finalizada, como es el caso del Puente de Piedra, mientras en otros tramos cercanos, que no han sido objeto de intervención, se mantienen desde hace décadas pretiles con alturas claramente insuficientes, sin que pase nada. Nadie ha planteado allí problema alguno, ni parece haber existido nunca la intención de corregirlo. Si la seguridad es el argumento, ¿por qué se actúa solo donde se ha invertido dinero y se pasa por alto lo que lleva años igual o peor? La respuesta parece menos técnica que estética: no se trata de proteger a los ciudadanos, sino de salvar la cara tras una obra mal rematada. Zamora no merece chapuzas revestidas de perfección. Y menos aun cuando afectan a uno de sus símbolos más reconocibles. Esta historia de centímetros no solo pone en entredicho el control sobre los trabajos públicos, sino también el criterio o la falta de él, con el que se protege a los ciudadanos.

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