Y las vacas ya no miran al tren

Escribo estas palabras desde Sanabria, lugar donde tengo el gusto de disfrutar de los meses de verano gracias al teletrabajo (una de las pocas cosas buenas que nos trajo la pandemia). Y miro por la ventana de mi habitación y soy consciente de lo afortunada que soy.

Son días de calor sofocante, pero que aquí se llevan de otra manera, eso lo sabemos todos. Y es que yo, además de deleitarme con las bondades de esta tierra, conocidas muy bien por el resto de zamoranos, tengo el privilegio de disfrutar de una manera diferente este punto de la geografía zamorana. Es mi casa, la de mi familia, son mis recuerdos y la mitad de mi vida (no sé si en tiempo real, pero poco le faltará).

En estos días pasados, me pidieron fotos antiguas de cuando era niña para una exposición para las fiestas del pueblo. Lo ideal era que las personas de la foto repitieran la imagen actualizada… Muy complicado, casi imposible, pero desde luego ha sido un ejercicio de recuerdo y de memoria que ha merecido la pena.

Qué bonito es recordar cuando has sido feliz. Cómo puede una imagen trasladarnos a un momento preciso, lejano y hacerte descubrir detalles tan importantes como el olor, la ropa y hasta el tiempo que hacía entonces. Y el recuerdo no siempre trae sonrisa, pero raro es que el que evoca una fotografía no lo consiga. Así que, por este ratito de “regreso al pasado”, GRACIAS.

Y es que, en el fondo, no hay tantas cosas que hayan cambiado desde las fotografías, muchas de hace 30 años, o más. De momento, sigue habiendo niños jugando en verano por las calles del pueblo (menos, pero los hay). Chavales que podrán verse dentro de otros tantos años en imágenes con ropa pasada de moda.

Sigue habiendo ganado, menos. Sigue habiendo siega, menos. Y sigue habiendo gente, menos. Pero sigue. Continúan las fiestas, las noches fresquitas, el ¿y tú de quién eres?... De lo que no sigue habiendo prefiero no hablar. Si hasta en este tiempo hubo grandes avances. Llegó el tren y era el AVE, todo un lujo. No a mi pueblo, evidentemente, pero sí cerquita. Hasta parecía verdad que querían ayudar a la España vaciada. Pero, en tiempo récord (mucho menos que el de las fotos), el tren, como un AVE, voló. Así que sigue habiendo vacas, aunque ya no miran al tren.