Sábado, 20 de Septiembre de 2025

Eugenio-Jesús de Ávila
Domingo, 03 de Agosto de 2025
COSAS ÍNTIMAS

Cuando se vive por inercia

[Img #100776]Eugenio-Jesús de Ávila

 

Se me va la vida. Cronos me la roba segundo a segundo sin que lo pueda detener. Cuando el tiempo se escapa tan deprisa, como si le esperara alguien o huyese del pasado, pienso que nada se hubiera perdido sin mi presencia en este mundo en el que pensar es sufrir.

 

Cuando se tiene más tiempo pretérito que futuro, cual es mi caso, ejerces de juez de tu existencia. Todos los días, antes de dormirme, en la oscuridad de la alcoba, en la soledad de mi lecho, repaso el libro de mi vida, capítulo por capítulo, y me detengo en los que versan sobre los fracasos, eróticos, sentimentales, profesionales o económicos. Y no me arrepiento, ni hago propósito de enmienda. ¡Para lo que me queda! Porque nunca podré cambiar el pasado, solo soñar un futuro, que, casi siempre, será muy distinto al que imaginé.

 

Admito que, desde hace algún tiempo, vivo por inercia, como sin ganas. No quiero decir que invite a las parcas a que pasen a recogerme, ni que le pida a Caronte que me cruce en su barca al otro lado de la laguna Estigia; pero me siento huérfano de ilusiones en lo que, tan solo hace apenas una década me invitaba a conjugar el verbo vivir: amar a una mujer, saber más y más, viajar, leer y disfrutar de buenas películas, emocionarme con la banda sonora de mi vida y llorar con las estrofas de versos que rimaron el cerebro con el corazón.

 

Acepto que los instantes de ventura se los devoraron entre el hambriento dolor y la hetera tristeza. Y he alcanzado una conclusión dramática: causé más daño que bien, hubo más lágrimas descendiendo por mis mejillas que sonrisas danzando entre las comisuras de mis labios. Si no hubiera nacido habría sido una bendición para algunas personas, pero también se que me estimaron y amaron más hombres y mujeres que los que me odiaron.

 

Pasé por la vida sin odiar a nadie. Desconozco cómo se traduce la envidia en el diccionario de mi alma.  Asumo que existe el mal, enquistado en el cerebro de los resentidos, de los frustrados, de los acomplejados, de los que odian. Y, además, mientras una buena persona descansa, el malandrín realiza un trabajo estajanovista para propagar la desgracia y el dolor.

 

Sé que la muerte convierte a un canalla en buena persona; a un felón, en personal leal, y a cualquier Capone, en hijo predilecto de la ciudad. Aspiro, pues, a que, después del llanto fingido, propio de mis exequias, pésames hipócritas y abrazos a mis dolientes, en el mármol de mi sepultura rece: “Tardo mucho en irse, pero no fue malo del todo”.

 

Eugenio-Jesús de Ávila

 

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