NOTAS DEL PENSAMIENTO
Millones de resignados manipulables
José Antonio Ávila López
![[Img #100779]](https://eldiadezamora.es/upload/images/08_2025/7201_6632_9597_7602_jose-antonio-avila-lopez.jpg)
Hace ya décadas la madurez joven de una persona alcanzaba su plenitud vital con la trilogía trabajo, vivienda y familia. La eterna crisis ha desdibujado la situación social de España, y probablemente, los estudios sociológicos de los próximos años analicen el fenómeno mientras las consecuencias estén vigentes aún. A los españoles les preocupa la seguridad, el paro, la crisis, la vivienda y los políticos. El país, en estos momentos, está sufriendo una depresión generalizada que recuerda a finales del XIX, cuando el español medio se percató de que todo lo conocido hasta el momento había desaparecido, y lo peor es que la preocupación se acentúa cuando se otea el horizonte. Ahora, el español medio vive constantemente angustiado por el paro, por la crisis, por no llegar a fin de mes, por la hipoteca, por los políticos, por la política, por discusiones parlamentarias estériles, por la sanidad, por la educación, por el futuro de su familia, es decir, prácticamente por todo. La preocupación, en pequeñas dosis, puede servir de aliciente para producir cambios que generen una mejoría pero en estos casos, derivada de la crisis y de las medidas impuestas por la Unión Europea, está generando una oleada de individuos resignados. Sí, como si de una guerra de guerrillas se tratase, el Ejecutivo de Sánchez, bajo directrices europeas, está desgastando al ciudadano medio, despojándole de sus derechos bajo un pretexto mediante el cual el Estado y sus gobernantes se erigen en protectores salvadores de un mal mayor. Poco a poco, con alevosía y premeditación, se suceden recortes, alteraciones legislativas, manifestaciones infructuosas, pérdidas de derechos y de soberanía..., y todo ello, sin que la población tenga instrumento alguno para remediarlo. No hay mayor ejercicio de poder e impunidad que el que está realizando el Gobierno español amparado por las normas de un Estado democrático. El ciudadano ya no sabe qué recorte se producirá mañana ni cuánto va a subir un producto que hacía dos meses costaba la mitad, y mucho menos conoce cuánto tardará en subir su salario y el tiempo en el que estará en su puesto de trabajo. Cuando cree que ya ha tocado fondo, observa cómo “el suelo retrocede varios metros más”. El desgaste del Gobierno está generando millones de resignados, que son fácilmente manipulables porque han perdido toda capacidad de aspiración vital.
Hace ya décadas la madurez joven de una persona alcanzaba su plenitud vital con la trilogía trabajo, vivienda y familia. La eterna crisis ha desdibujado la situación social de España, y probablemente, los estudios sociológicos de los próximos años analicen el fenómeno mientras las consecuencias estén vigentes aún. A los españoles les preocupa la seguridad, el paro, la crisis, la vivienda y los políticos. El país, en estos momentos, está sufriendo una depresión generalizada que recuerda a finales del XIX, cuando el español medio se percató de que todo lo conocido hasta el momento había desaparecido, y lo peor es que la preocupación se acentúa cuando se otea el horizonte. Ahora, el español medio vive constantemente angustiado por el paro, por la crisis, por no llegar a fin de mes, por la hipoteca, por los políticos, por la política, por discusiones parlamentarias estériles, por la sanidad, por la educación, por el futuro de su familia, es decir, prácticamente por todo. La preocupación, en pequeñas dosis, puede servir de aliciente para producir cambios que generen una mejoría pero en estos casos, derivada de la crisis y de las medidas impuestas por la Unión Europea, está generando una oleada de individuos resignados. Sí, como si de una guerra de guerrillas se tratase, el Ejecutivo de Sánchez, bajo directrices europeas, está desgastando al ciudadano medio, despojándole de sus derechos bajo un pretexto mediante el cual el Estado y sus gobernantes se erigen en protectores salvadores de un mal mayor. Poco a poco, con alevosía y premeditación, se suceden recortes, alteraciones legislativas, manifestaciones infructuosas, pérdidas de derechos y de soberanía..., y todo ello, sin que la población tenga instrumento alguno para remediarlo. No hay mayor ejercicio de poder e impunidad que el que está realizando el Gobierno español amparado por las normas de un Estado democrático. El ciudadano ya no sabe qué recorte se producirá mañana ni cuánto va a subir un producto que hacía dos meses costaba la mitad, y mucho menos conoce cuánto tardará en subir su salario y el tiempo en el que estará en su puesto de trabajo. Cuando cree que ya ha tocado fondo, observa cómo “el suelo retrocede varios metros más”. El desgaste del Gobierno está generando millones de resignados, que son fácilmente manipulables porque han perdido toda capacidad de aspiración vital.
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