Eugenio-Jesús de Ávila
Martes, 12 de Agosto de 2025

La soledad del puente del ferrocarril

Eugenio-Jesús de Ávila

 

El puente del ferrocarril, el de la Vía de la Plata, se siente muy solo, desde hace décadas, desde que un gobierno felipista consideró que ese servicio ferroviario ocasionaba pérdidas al Estado. Si ahora hacemos memoria, todo lo público que se asentaba en Zamora desde tiempos inmemoriales causaba daños económicos a España. Paradoja que fueran gobiernos socialistas los que más depauperaron a nuestra provincia. No reiteraré qué se llevaron de nuestra tierra los ejecutivos socialistas. El PP, otro cómplice del deterioro de Zamora, tampoco pidió cuentas ni intentó restaurar las inversiones públicas en la capital de la provincia. Zamora, desde que el franquismo más inteligente y las izquierdas más posibilistas concretaron esta democracia de cartón-piedra, se fue diluyendo económica y demográficamente.

 

El puente del ferrocarril perdió a su gran amigo, el tren, con el que dialogaba con su léxico de chuchú. Ahora solo se habla con el río o con algún vecino de Pinilla. Sabe que se está haciendo viejito, porque la soledad y el abandono deterioran a seres humanos y cosas. Idéntica vejez padece Zamora. Sola, dejada por las instituciones públicas, abandonada por sus mejores hijos, por la gente joven, solo cobra vida cuando se celebran fiestas religiosas. Mientras en Valladolid se construyen fábricas para 3.000 trabajadores, aquí coronamos vírgenes, cargamos con pasos de Semana Santa y nos vamos de romería. Pucela progresa y nuestra ciudad viaja al pasado, una forma de asir la vida que se nos escapa.

 

Los hierros del puente han oído que los políticos, agrupados en sectas ideológicas, se están pensando en reabrirlo. Se encargó un estudio muy concienzudo sobre el ferrocarril de la Vía de la Plata, que tendrá ocupados a cerebros muy inteligentes, al menos, un par de años. Después, si se apuesta por la bondad social y económica del servicio ferroviario quizá volvieran a pasar por nuestra estación los trenes de la Vía de la Plata, allá por 2035 o primeros años de la quinta década de este siglo XXI.

 

Me temo que, cuando el chuchú del tren vuelva a escucharlo el puente del ferrocarril Zamora será ya un desierto demográfico, una enorme residencia de la tercera edad y un servidor, si Cronos no se cansa de mí, un venerable ancianito, de esos que cuentan su vida a la gente joven. Quizá entonces ya no nazcan niños en Zamora ni se mantenga abiertas escuelas para enseñar a los adolescentes ciencias y lengua española. Ya no me queda ni la esperanza.

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