
ME QUEDA LA PALABRA
Zamora: apocalipsis now
Eugenio-Jesús de Ávila
Zamora carece de futuro. Así piensan los jubilados que residen en nuestro tierra, urbes o agros. Los jóvenes, qué remedio, también.
Zamora si tenía futuro como provincia media de España, la trigésimo tercera al final de la Dictadura, pero la partiocracia, con los caprichos de dos partidos, con protagonismo principal para el PSOE, y segundo papel en importancia para el PP, nos lo robó desde la década de los 80. Reitero, por si la gente con la piel más estirada y el alma regada de esperanzas lo ignora, el Estado, a través de los primeros ejecutivos, presididos por Felipe González, decidió trasladar el Regimiento Toledo a Salamanca, con unos mil soldados en el cuartel Viriato, más jefes, oficiales y suboficiales; tuvo a bien poner el candado a la Prisión Provincial, que albergaría hasta esos años unos 400 internos, más 200 funcionarios; creyó también oportuno acabar con la Universidad Laboral, con miles de alumnos que aprendían oficios y cursaban estudios; cerrar las líneas férreas, entre otras la Ruta de la Plata, con lo que un millar de empleados de Renfe se fueron a otras provincia. Y la guinda de la tarta de la desinversión del Estado en Zamora estribó en una brutal reconversión agropecuaria, porque así el potente sector primario francés lo decidió, siempre que se quisiera disfrutar de las prebendas de ser socio, de pleno derecho, la Unión Europea o, como se denominaba entonces, Mercado Común.
España pasó a ser residencia de vacaciones para las clases medias y bajas de Francia, Alemania, Inglaterra y otras naciones más pequeñas del viejo continente. Algunos agricultores, especializadas, se beneficiaron, mientras las grandes superficies francesas y alemanas nos vendieron lo que teníamos que comer. Solo Mercadona y algunas gallegas y asturianas mantienen el tipo.
El daño económico para los pequeños empresarios zamoranos resultó brutal. Las dos mayores empresas de la provincia, como San Gregorio y Reglero cerraron; otros comercios de importancia incluso regional pasaron a peor vida, mientras hectáreas y hectáreas dejaron de cultivarse, con grave querencia por convertirse en yermas.
Ningún economista ha calculado cómo perjudicó a Zamora la marcha de la ciudad de empresas del Estado durante esos primeros años del felipismo. Nos dejaron, además, sin comunicaciones terrestres, ni líneas férreas. Recuerdo con el tramo Zamora- Benavente fue el último en construirse de la larguísima Vía de la Plata. Entre la capital y Tordesillas transcurrieron años sin un solo kilómetro de autovía, hasta que el PP de Aznar, de casualidad, porque tocaba, nos permitió viajar hasta Valladolid por una carretera moderna. Pero, desde entonces, se aguarda la transformación en autovía entre la capital de la provincia y la frontera lusa.
Llevamos un enorme retraso en infraestructuras respecto a Tras os Montes. Un ciudadano de Braganza, por poner un ejemplo, llega a la frontera de Alcañices por autovía, donde, si quiere dirigirse a Zamora, hallará una nacional, la N-122, tercermundista, con la que gobiernos del PP, desde gobiernos de Rajoy, hasta los de Zapatero y el de Sánchez, juegan al tuya mía, tonto el último que la toque. Vergonzoso. Y los zamoranos, a votar, como lelos a los causantes, amén de su propia cobardía, falta de carácter, orfandad de arrestos, de nuestro retrasa secular.
Y ahora, un capricho de un socialista, que se ha hecho famoso por colocar las luces de la Navidad en agosto, estupidez propia de película berlanguiana, se ha empeñado en que el AVE atraviese nuestra provincia como un cometa, una estrella fugaz, en el cielo de verano de nuestra tierra.
Y las instituciones del ferrocarril nacional, públicas, dirigidas por socialistas, concederán al regidor vigués su íntimo deseo, porque así, desde Madrid, los viajeros, rumbo a la bella ciudad gallega, acortarán unos diez minutos su tiempo de llegada a la estación de las Rías Bajas. Se olvidaron, ferroviarios y ese viejo socialista, de aquella copla “Te recuerdo Amanda”, en la que se aprendí que “la vida es bella en cinco minutos”. La cantaba Víctor Jara, asesinado, como consecuencia de una brutal paliza, en una prisión chilena por los militares de Pinochet.
Y la vida es bella, al parecer, para los que manejan los poderes económicos y políticos del Estado. La vida no es bonita para Zamora, a la que han condenado, ha tiempo, a practicar el ahorro de la miseria, a conformarse con las migajas que caen la mesa de otras provincias y autonomías de España. Nos han transformado en nada y con estruendoso silencio, casi el mismo de los corderos cuando huelen el matadero.
Y este mes de César Augusto, de infierno en vida, merced a intereses económicos inefables, nos queman el aire, nuestros orgullosos árboles, el paisaje, el futuro, nuestra ucronía económica, la vejez, la buena muerte, las ganas de vivir y hasta la cajita de música en la que guardamos el alma.
Eugenio-Jesús de Ávila
Zamora carece de futuro. Así piensan los jubilados que residen en nuestro tierra, urbes o agros. Los jóvenes, qué remedio, también.
Zamora si tenía futuro como provincia media de España, la trigésimo tercera al final de la Dictadura, pero la partiocracia, con los caprichos de dos partidos, con protagonismo principal para el PSOE, y segundo papel en importancia para el PP, nos lo robó desde la década de los 80. Reitero, por si la gente con la piel más estirada y el alma regada de esperanzas lo ignora, el Estado, a través de los primeros ejecutivos, presididos por Felipe González, decidió trasladar el Regimiento Toledo a Salamanca, con unos mil soldados en el cuartel Viriato, más jefes, oficiales y suboficiales; tuvo a bien poner el candado a la Prisión Provincial, que albergaría hasta esos años unos 400 internos, más 200 funcionarios; creyó también oportuno acabar con la Universidad Laboral, con miles de alumnos que aprendían oficios y cursaban estudios; cerrar las líneas férreas, entre otras la Ruta de la Plata, con lo que un millar de empleados de Renfe se fueron a otras provincia. Y la guinda de la tarta de la desinversión del Estado en Zamora estribó en una brutal reconversión agropecuaria, porque así el potente sector primario francés lo decidió, siempre que se quisiera disfrutar de las prebendas de ser socio, de pleno derecho, la Unión Europea o, como se denominaba entonces, Mercado Común.
España pasó a ser residencia de vacaciones para las clases medias y bajas de Francia, Alemania, Inglaterra y otras naciones más pequeñas del viejo continente. Algunos agricultores, especializadas, se beneficiaron, mientras las grandes superficies francesas y alemanas nos vendieron lo que teníamos que comer. Solo Mercadona y algunas gallegas y asturianas mantienen el tipo.
El daño económico para los pequeños empresarios zamoranos resultó brutal. Las dos mayores empresas de la provincia, como San Gregorio y Reglero cerraron; otros comercios de importancia incluso regional pasaron a peor vida, mientras hectáreas y hectáreas dejaron de cultivarse, con grave querencia por convertirse en yermas.
Ningún economista ha calculado cómo perjudicó a Zamora la marcha de la ciudad de empresas del Estado durante esos primeros años del felipismo. Nos dejaron, además, sin comunicaciones terrestres, ni líneas férreas. Recuerdo con el tramo Zamora- Benavente fue el último en construirse de la larguísima Vía de la Plata. Entre la capital y Tordesillas transcurrieron años sin un solo kilómetro de autovía, hasta que el PP de Aznar, de casualidad, porque tocaba, nos permitió viajar hasta Valladolid por una carretera moderna. Pero, desde entonces, se aguarda la transformación en autovía entre la capital de la provincia y la frontera lusa.
Llevamos un enorme retraso en infraestructuras respecto a Tras os Montes. Un ciudadano de Braganza, por poner un ejemplo, llega a la frontera de Alcañices por autovía, donde, si quiere dirigirse a Zamora, hallará una nacional, la N-122, tercermundista, con la que gobiernos del PP, desde gobiernos de Rajoy, hasta los de Zapatero y el de Sánchez, juegan al tuya mía, tonto el último que la toque. Vergonzoso. Y los zamoranos, a votar, como lelos a los causantes, amén de su propia cobardía, falta de carácter, orfandad de arrestos, de nuestro retrasa secular.
Y ahora, un capricho de un socialista, que se ha hecho famoso por colocar las luces de la Navidad en agosto, estupidez propia de película berlanguiana, se ha empeñado en que el AVE atraviese nuestra provincia como un cometa, una estrella fugaz, en el cielo de verano de nuestra tierra.
Y las instituciones del ferrocarril nacional, públicas, dirigidas por socialistas, concederán al regidor vigués su íntimo deseo, porque así, desde Madrid, los viajeros, rumbo a la bella ciudad gallega, acortarán unos diez minutos su tiempo de llegada a la estación de las Rías Bajas. Se olvidaron, ferroviarios y ese viejo socialista, de aquella copla “Te recuerdo Amanda”, en la que se aprendí que “la vida es bella en cinco minutos”. La cantaba Víctor Jara, asesinado, como consecuencia de una brutal paliza, en una prisión chilena por los militares de Pinochet.
Y la vida es bella, al parecer, para los que manejan los poderes económicos y políticos del Estado. La vida no es bonita para Zamora, a la que han condenado, ha tiempo, a practicar el ahorro de la miseria, a conformarse con las migajas que caen la mesa de otras provincias y autonomías de España. Nos han transformado en nada y con estruendoso silencio, casi el mismo de los corderos cuando huelen el matadero.
Y este mes de César Augusto, de infierno en vida, merced a intereses económicos inefables, nos queman el aire, nuestros orgullosos árboles, el paisaje, el futuro, nuestra ucronía económica, la vejez, la buena muerte, las ganas de vivir y hasta la cajita de música en la que guardamos el alma.
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