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Juan Martín 'El Empecinado': “CRIMEN DE ESTADO”
Francisco José Alonso Rodríguez
Juan Martín llamado “El Empecinado” nace el 2 de septiembre 1775 en Castrillo de Duero (Valladolid) y es asesinado por el Estado 19 de agosto de 1825 en Roa (Burgos) muere en la Horca el Héroe por excelencia Juan Martin “El Empecinado” por orden del Felón Fernando VII, por respetar la Constitución y hacerla cumplir hasta al mismísimo Rey. El día 19 de agosto se cumplen el 200 aniversario de su “asesinato de Estado”.
En Castrillo de Duero, provincia de Valladolid, hay un río tan conscientemente humilde que se llama el Botija. Sus humedales, en las afueras del pueblo, han creado unas balsas de cieno negro que reciben el nombre de pecinas. Y a los que venían al mundo en las orillas de ese barro les llamaban en los pueblos cercanos «empecinados», hijos, pues, del arroyo humilde y de la tierra oscura. Pero por una de esas curiosidades de la historia, uno de los hijos de Castrillo, Juan Martín, nacido el 5 de septiembre de 1775, convirtió ese apodo en timbre de gloria, al punto que hoy es adjetivo enaltecedor de la constancia hasta más allá de lo razonable. Nació Juan Martín en una familia de labradores, sin mucha hacienda, mozo más bien bajo de estatura, fuerte y vigoroso, mofletudo. Tenía el mentón partido, la boca prieta y la piel atezada, como salida del sol de las eras castellanas y de las pecinas de su origen. Poco sabemos de sus primeros años, salvo que, como los chicos de su edad y condición, dejó pronto de estudiar y empezó pronto a trabajar. A los 16 años quiso sentar plaza como militar, pero su padre pudo impedírselo. Al poco estalló la Guerra del Rosellón, con la que España se unió a los vecinos de la Francia revolucionaria para liquidar su régimen, y el Rey pidió voluntarios. Uno de ellos fue Juan Martín, que en tierras francesas aprendió los rudimentos de la guerra y la guerrilla, así como ciertas normas de hidalguía y humanidad para con los prisioneros.
A la vuelta de la guerra, en 1796, casó con Catalina de la Fuente y se instaló en el pueblo de ésta, Fuentecén, entre Castrillo y Aranda de Duero. Allí vivió como un labriego más hasta que en 1808 los franceses ocuparon España entre la inopia del pueblo y la imbecilidad de sus mandamases. Había concebido Juan Martín en la Guerra del Rosellón tanta animosidad contra los franceses que, según la leyenda, antes del 2 de mayo ya se había echado al monte con dos vecinos para hostigar a los invasores. Al empezar las hostilidades fue ampliando su partida y comenzó a atacar la vía entre Madrid y Burgos que atraviesa su comarca natal y por la que discurría abundante circulación de hombres y pertrechos.
Es interminable el relato de sus andanzas y aventuras. Cargando a caballo y con arma blanca al frente de sus jinetes, son incontables los ataques de Juan Martín. Su movilidad, asombrosa. Su audacia, ilimitada. Con 150 hombres toma Salamanca. Es capaz de defender Béjar y llega a entrar hasta tres veces en Madrid. Tanta era su popularidad que los guerrilleros y los patriotas en general dieron en llamarse «empecinados», con la significación adjetiva que llega hasta hoy.
Convertido ya en jefe militar, persigue a los franceses hasta el fin de la guerra y, vuelto Fernando VII, es ascendido a mariscal de campo, aunque no le pagan. Su estrella palidece cuando se enciende de nuevo la tea absolutista. Pero Juan Martín no se resigna: conspira, se revuelve, trabaja por la vuelta del orden constitucional. Es un patriota, un liberal, como corresponde al apodo que le han permitido conservar como título: Empecinado. En 1820, Riego obliga al Rey Felón a acatar de nuevo la Constitución de Cádiz y El Empecinado es uno de los pocos militares importantes que se mantiene a su lado, durante el Trienio Constitucional. Cuando, con el respaldo oculto del Rey, empiezan a alzarse jefes guerrilleros como Merino para reimplantar el absolutismo, es Juan Martín el que debe perseguir a sus antiguos compañeros.
Juan Martín, como Riego y Torrijos, pertenecía al círculo de los comuneros, escisión masónica que agrupaba a los llamados exaltados, defensores de la constitución. Y quizás su compañero mejor en la época última de su vida fue Eugenio de Aviraneta, el pariente y personaje de las novelas de Baroja, modelo de conspiradores. Conforme iba perdiendo la guerra, cada vez más reducido a las montañas de su comarca natal, donde le acechaba la envidia de los vecinos y la inquina de sus antiguos compañeros de guerrilla, tuvo ocasión El Empecinado de pasarse a las filas de Fernando VII por expresa invitación de éste a lo que contestó: Diga usted al Rey que si no quiere la Constitución que no la hubiera jurado; que el Empecinado la juró y jamás cometerá la infamia de faltar a sus juramentos.
El Felón no lo olvidó. Cuando, tras la rendición de los generales liberales a los franceses de Angulema, Juan Marín se queda solo, se entrega pacíficamente en Olmos para salvar a sus hombres. Pero lo encadenan y lo llevan a rastras, entre los vejámenes del populacho, a Roa. Desde finales de 1823 a 1825 ninguna humillación le es ahorrada. Viendo que su vida peligra, se movilizan sus compañeros y hasta el rey de Inglaterra pide clemencia, pero el de España, sin dar la cara, confirma la sentencia. En la plaza de Roa, el 19 de agosto, tras romper las esposas al pie del cadalso y tratar de huir a una iglesia, Juan Martín muere en la horca –se le niega ser fusilado– «por atentar contra los derechos del Trono». ¡El trono que defendió con su sangre cuando Fernando VII lo ofrecía de rodillas a Napoleón! Sin embargo, el ahorcado de Roa ha pasado a la historia como héroe.
A Juan Martín “El Empecinado” el Felón Fernando VII le ofreció un título nobiliario y una gran cantidad de dinero 1.000.000 de reales de la época, para que se adhiera a su causa. Sin embargo. El Empecinado rechazo la oferta yu mantuvo su lealtad a la Constitución de Cádiz que hay Jurado.
Los Castellanos y Leones siempre se han caracterizado en no Homenajear y destacar la figura de sus Héroes, pero estemos seguro que desde el “Circulo Cultural Juan Marín “El Empecinado” y “Ateneo Cultural Villalar”- Siempre estará presente y será para nosotros un “SIMBOLO DE HONOR Y DIGNIDAD”.
Politólogo. - Sociólogo. - Presidente del “Ateneo Cultural Villalar” y “Centro de Estudios Ateneos”.
Juan Martín llamado “El Empecinado” nace el 2 de septiembre 1775 en Castrillo de Duero (Valladolid) y es asesinado por el Estado 19 de agosto de 1825 en Roa (Burgos) muere en la Horca el Héroe por excelencia Juan Martin “El Empecinado” por orden del Felón Fernando VII, por respetar la Constitución y hacerla cumplir hasta al mismísimo Rey. El día 19 de agosto se cumplen el 200 aniversario de su “asesinato de Estado”.
En Castrillo de Duero, provincia de Valladolid, hay un río tan conscientemente humilde que se llama el Botija. Sus humedales, en las afueras del pueblo, han creado unas balsas de cieno negro que reciben el nombre de pecinas. Y a los que venían al mundo en las orillas de ese barro les llamaban en los pueblos cercanos «empecinados», hijos, pues, del arroyo humilde y de la tierra oscura. Pero por una de esas curiosidades de la historia, uno de los hijos de Castrillo, Juan Martín, nacido el 5 de septiembre de 1775, convirtió ese apodo en timbre de gloria, al punto que hoy es adjetivo enaltecedor de la constancia hasta más allá de lo razonable. Nació Juan Martín en una familia de labradores, sin mucha hacienda, mozo más bien bajo de estatura, fuerte y vigoroso, mofletudo. Tenía el mentón partido, la boca prieta y la piel atezada, como salida del sol de las eras castellanas y de las pecinas de su origen. Poco sabemos de sus primeros años, salvo que, como los chicos de su edad y condición, dejó pronto de estudiar y empezó pronto a trabajar. A los 16 años quiso sentar plaza como militar, pero su padre pudo impedírselo. Al poco estalló la Guerra del Rosellón, con la que España se unió a los vecinos de la Francia revolucionaria para liquidar su régimen, y el Rey pidió voluntarios. Uno de ellos fue Juan Martín, que en tierras francesas aprendió los rudimentos de la guerra y la guerrilla, así como ciertas normas de hidalguía y humanidad para con los prisioneros.
A la vuelta de la guerra, en 1796, casó con Catalina de la Fuente y se instaló en el pueblo de ésta, Fuentecén, entre Castrillo y Aranda de Duero. Allí vivió como un labriego más hasta que en 1808 los franceses ocuparon España entre la inopia del pueblo y la imbecilidad de sus mandamases. Había concebido Juan Martín en la Guerra del Rosellón tanta animosidad contra los franceses que, según la leyenda, antes del 2 de mayo ya se había echado al monte con dos vecinos para hostigar a los invasores. Al empezar las hostilidades fue ampliando su partida y comenzó a atacar la vía entre Madrid y Burgos que atraviesa su comarca natal y por la que discurría abundante circulación de hombres y pertrechos.
Es interminable el relato de sus andanzas y aventuras. Cargando a caballo y con arma blanca al frente de sus jinetes, son incontables los ataques de Juan Martín. Su movilidad, asombrosa. Su audacia, ilimitada. Con 150 hombres toma Salamanca. Es capaz de defender Béjar y llega a entrar hasta tres veces en Madrid. Tanta era su popularidad que los guerrilleros y los patriotas en general dieron en llamarse «empecinados», con la significación adjetiva que llega hasta hoy.
Convertido ya en jefe militar, persigue a los franceses hasta el fin de la guerra y, vuelto Fernando VII, es ascendido a mariscal de campo, aunque no le pagan. Su estrella palidece cuando se enciende de nuevo la tea absolutista. Pero Juan Martín no se resigna: conspira, se revuelve, trabaja por la vuelta del orden constitucional. Es un patriota, un liberal, como corresponde al apodo que le han permitido conservar como título: Empecinado. En 1820, Riego obliga al Rey Felón a acatar de nuevo la Constitución de Cádiz y El Empecinado es uno de los pocos militares importantes que se mantiene a su lado, durante el Trienio Constitucional. Cuando, con el respaldo oculto del Rey, empiezan a alzarse jefes guerrilleros como Merino para reimplantar el absolutismo, es Juan Martín el que debe perseguir a sus antiguos compañeros.
Juan Martín, como Riego y Torrijos, pertenecía al círculo de los comuneros, escisión masónica que agrupaba a los llamados exaltados, defensores de la constitución. Y quizás su compañero mejor en la época última de su vida fue Eugenio de Aviraneta, el pariente y personaje de las novelas de Baroja, modelo de conspiradores. Conforme iba perdiendo la guerra, cada vez más reducido a las montañas de su comarca natal, donde le acechaba la envidia de los vecinos y la inquina de sus antiguos compañeros de guerrilla, tuvo ocasión El Empecinado de pasarse a las filas de Fernando VII por expresa invitación de éste a lo que contestó: Diga usted al Rey que si no quiere la Constitución que no la hubiera jurado; que el Empecinado la juró y jamás cometerá la infamia de faltar a sus juramentos.
El Felón no lo olvidó. Cuando, tras la rendición de los generales liberales a los franceses de Angulema, Juan Marín se queda solo, se entrega pacíficamente en Olmos para salvar a sus hombres. Pero lo encadenan y lo llevan a rastras, entre los vejámenes del populacho, a Roa. Desde finales de 1823 a 1825 ninguna humillación le es ahorrada. Viendo que su vida peligra, se movilizan sus compañeros y hasta el rey de Inglaterra pide clemencia, pero el de España, sin dar la cara, confirma la sentencia. En la plaza de Roa, el 19 de agosto, tras romper las esposas al pie del cadalso y tratar de huir a una iglesia, Juan Martín muere en la horca –se le niega ser fusilado– «por atentar contra los derechos del Trono». ¡El trono que defendió con su sangre cuando Fernando VII lo ofrecía de rodillas a Napoleón! Sin embargo, el ahorcado de Roa ha pasado a la historia como héroe.
A Juan Martín “El Empecinado” el Felón Fernando VII le ofreció un título nobiliario y una gran cantidad de dinero 1.000.000 de reales de la época, para que se adhiera a su causa. Sin embargo. El Empecinado rechazo la oferta yu mantuvo su lealtad a la Constitución de Cádiz que hay Jurado.
Los Castellanos y Leones siempre se han caracterizado en no Homenajear y destacar la figura de sus Héroes, pero estemos seguro que desde el “Circulo Cultural Juan Marín “El Empecinado” y “Ateneo Cultural Villalar”- Siempre estará presente y será para nosotros un “SIMBOLO DE HONOR Y DIGNIDAD”.
Politólogo. - Sociólogo. - Presidente del “Ateneo Cultural Villalar” y “Centro de Estudios Ateneos”.
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