
DESTRUCCIÓN
Zamora, la ciudad del alma, respira las cenizas de su historia
Eugenio-Jesús de Ávila
Amaneció la ciudad del alma cubierta de lágrimas de savia, con olor a sangre de árboles. Cuando abrí el balcón respiré humillación, abandono, olvido y desprecio, acumulados durante décadas, desde que dejamos de contar para el Estado, para los gobiernos centrales y autonómicos. Zamora solo vive para la desgracia, para las noticias que se conjugan con decadencia, subdesarrollo y despoblación. Ahora, durante estos días, hemos protagonizado las noticias de televisiones, prensa escrita y emisoras de radio. La muerte siempre llena las portadas, más en verano, cuando las informaciones cubren el mundo de la frivolidad, de la epidermis de la sociedad. De nuestras comarcas occidentales nadie se acuerda. Solo ahora gastamos tinta en los periódicos y llenamos pantallas de televisiones. Como ya no somos nadie, solo estamos para mover a la compasión, a la caridad, a la limosna del Estado. Como sucedió con la masacre de la Sierra de la Culebra, después de tres años más toneladas nada después de habérnoslo prometido todo. Ley de la Política. La falsedad, la mentira, el embuste.
Si ya solo nos quedaba naturaleza virgen, árboles centenarios, sombras de espíritus, ciervos de los que riman estrofas entre sus cornamentas, colmenas comunistas, donde las sencillas abejitas mantienen una sociedad perfecta desde hace millones de años; lobos que nunca quisieron servir al hombre porque aman la libertad del bosque, del monte, del cielo azul o gris, jabalíes, cerdos libérrimos, de fieros colmillos, ahora ya solo recogeremos cadáveres de árboles, miel amarga, carne braseada y…la desconfianza absoluta y eterna cuando un político visita los cementerios dónde yacen los bosques al aire libre sin un solo responso de lluvia.
No nos cuenten milongas de pactos de Estado, cuando España nación cobija un Estado fallido, un aborto de administración. No nos gustan los políticos actores, los que fingen dolor, los que lloran lágrimas secas, los que esculpen palabras para que el pueblo llano, la gente sencilla y cándida, las digieran y las coloquen en el anaquel de la verdad. Nunca como ahora la mentira alcanzó la cúspide de la res pública. Nunca nuestra provincia fue empujada al borde del abismo, al límite de su supervivencia. Han esquilmado nuestra naturaleza, nuestro gran patrimonio, con su desidia, abulia y desdén por los parias de España.
La ciudad del alma respira ya las cenizas de su historia. Zamora se sumerge en el pretérito económico, social y político. Quo vadis, Zamora?
Eugenio-Jesús de Ávila
Amaneció la ciudad del alma cubierta de lágrimas de savia, con olor a sangre de árboles. Cuando abrí el balcón respiré humillación, abandono, olvido y desprecio, acumulados durante décadas, desde que dejamos de contar para el Estado, para los gobiernos centrales y autonómicos. Zamora solo vive para la desgracia, para las noticias que se conjugan con decadencia, subdesarrollo y despoblación. Ahora, durante estos días, hemos protagonizado las noticias de televisiones, prensa escrita y emisoras de radio. La muerte siempre llena las portadas, más en verano, cuando las informaciones cubren el mundo de la frivolidad, de la epidermis de la sociedad. De nuestras comarcas occidentales nadie se acuerda. Solo ahora gastamos tinta en los periódicos y llenamos pantallas de televisiones. Como ya no somos nadie, solo estamos para mover a la compasión, a la caridad, a la limosna del Estado. Como sucedió con la masacre de la Sierra de la Culebra, después de tres años más toneladas nada después de habérnoslo prometido todo. Ley de la Política. La falsedad, la mentira, el embuste.
Si ya solo nos quedaba naturaleza virgen, árboles centenarios, sombras de espíritus, ciervos de los que riman estrofas entre sus cornamentas, colmenas comunistas, donde las sencillas abejitas mantienen una sociedad perfecta desde hace millones de años; lobos que nunca quisieron servir al hombre porque aman la libertad del bosque, del monte, del cielo azul o gris, jabalíes, cerdos libérrimos, de fieros colmillos, ahora ya solo recogeremos cadáveres de árboles, miel amarga, carne braseada y…la desconfianza absoluta y eterna cuando un político visita los cementerios dónde yacen los bosques al aire libre sin un solo responso de lluvia.
No nos cuenten milongas de pactos de Estado, cuando España nación cobija un Estado fallido, un aborto de administración. No nos gustan los políticos actores, los que fingen dolor, los que lloran lágrimas secas, los que esculpen palabras para que el pueblo llano, la gente sencilla y cándida, las digieran y las coloquen en el anaquel de la verdad. Nunca como ahora la mentira alcanzó la cúspide de la res pública. Nunca nuestra provincia fue empujada al borde del abismo, al límite de su supervivencia. Han esquilmado nuestra naturaleza, nuestro gran patrimonio, con su desidia, abulia y desdén por los parias de España.
La ciudad del alma respira ya las cenizas de su historia. Zamora se sumerge en el pretérito económico, social y político. Quo vadis, Zamora?
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