ZAMORANA
Muerte en directo
Mª Soledad Martín Turiño
![[Img #101239]](https://eldiadezamora.es/upload/images/08_2025/4146_9083_8335_sol1.jpg)
Abocados al abismo, derrotados, exhaustos, ya no les importa vivir o luchar porque saben que están muertos, aunque aún respiren. Malviven en condiciones lamentables, sin agua ni comida; las madres ven como sus hijos languidecen y se convierten en cuerpos formados por piel y huesos, sin capacidad de moverse, con sus enormes ojos abiertos sin ver, paralizados por tanta sinrazón.
Dicen que la diplomacia de todo el mundo trabaja sin descanso, las familias de los rehenes y muchas buenas personas salen a las calles a diario, pancartas en mano, para exigir el cese a tanta violencia gratuita; reclaman que llegue la ayuda humanitaria que precisan, toda, no una parte mínima por la que se pelean hasta la muerte para llevar a sus tiendas un cazo con sopa que se derrama con los empujones de la muchedumbre o, con mucha suerte, un saco de harina. Pero también el agua escasea, no digamos los medicamentos… ya no hay hospitales porque han sido bombardeados y la población que queda en Gaza se ha visto empujada a huir de norte a sur y vuelta, esquivando los bombardeos israelíes.
De nuevo les piden que se vayan de sus improvisados campamentos porque, otra vez, amenazan con masacrarlos; solo que ya no saben dónde ir, no tienen lugar en esa pequeña franja de tierra que, desde hace demasiados años, les quieren robar. Han soportado todo tipo de humillaciones y continúan con la idea de ser un pueblo, de que se les reconozca como estado palestino. Algunos países les apoyan en esta idea; para otros, los intereses pesan más en la balanza y se abstienen mirando para otro lado.
Así van transcurriendo semanas, meses y años. Cada día vemos en los noticiarios a niños muertos, a madres y padres clamando justicia, sin nada que perder porque lo han perdido todo; y toda esa desgracia que seguimos desde la comodidad de nuestro sillón a tiempo real, nos deshumaniza porque tras esa noticia, llega otra más amable sobre como paliar el sofocante calor o una vista de playas concurridas con gente sin problemas que se divierten al sol.
El conflicto entre palestinos e israelíes no es nuevo, se remonta a principios del siglo XX, cuando en 1967 Israel ocupó Cisjordania y la Franja de Gaza. La organización palestina yihadista Hamás ganó las elecciones de 2006 y tomó la Franja de Gaza en 2007; desde entonces Gaza está sometida, a un bloqueo económico y comercial por parte del estado de Israel. La guerra entre ente ambos países comenzó en 2008 cuando Israel quiso detener los cohetes de Hamás contra el sur de su país
El último episodio de esta confrontación comenzó en octubre de 2023, y sigue formando parte de los conflictos no resueltos entre israelíes y palestinos; desde entonces y cada día mueren cientos de personas de uno y otro bando; Gaza está en ruinas, ya no existe un lugar donde sus habitantes puedan estar a salvo y las bombas, tiroteos y destrucción son constantes; la devastación de ciudades y de personas es insoportable y el clamor del mundo por frenar la guerra y este claro genocidio no se escucha en el gobierno de Israel, ni tampoco en otros países aliados, vendedores de armas y con intereses militares y económicos para quienes la vida de la gente solo son daños colaterales.
Pienso en los animales y encuentro más humanidad en ellos que en el ser humano, cuya maldad puede llegar a ser tan letal, y me pregunto qué más pueden hacer los pueblos si, exigiendo un derecho tan necesario como es la paz, encuentran frente a ellos gobiernos sordos y mudos. De nada sirven las manifestaciones públicas y pacíficas de miles de personas en todo el mundo reclamando la libertad de los rehenes y el alto el fuego definitivo; de nada están sirviendo las negociaciones de paz de diferentes países porque se topan con el nepotismo del primer ministro de Israel, el tal Netanyahu, quien prosigue con su guerra cruel, pese a que ya la Corte Penal Internacional ha emitido una orden de arresto contra él como máximo responsable, por las atrocidades cometidas en dicho conflicto que van, desde dirigir intencionadamente un ataque contra la población civil, asesinatos, torturas, violaciones, captura de rehenes o utilizar la inanición como arma de guerra.
Ojalá esta pesadilla acabe cuanto antes, ojalá los gazatíes encuentren un asentamiento propio, ojalá la guerra deje de ser noticia y ojalá se cumpla el aserto de Erasmo de Rotterdam: “La paz más desventajosa es mejor que la guerra más justa”. ¡Ojalá!
Abocados al abismo, derrotados, exhaustos, ya no les importa vivir o luchar porque saben que están muertos, aunque aún respiren. Malviven en condiciones lamentables, sin agua ni comida; las madres ven como sus hijos languidecen y se convierten en cuerpos formados por piel y huesos, sin capacidad de moverse, con sus enormes ojos abiertos sin ver, paralizados por tanta sinrazón.
Dicen que la diplomacia de todo el mundo trabaja sin descanso, las familias de los rehenes y muchas buenas personas salen a las calles a diario, pancartas en mano, para exigir el cese a tanta violencia gratuita; reclaman que llegue la ayuda humanitaria que precisan, toda, no una parte mínima por la que se pelean hasta la muerte para llevar a sus tiendas un cazo con sopa que se derrama con los empujones de la muchedumbre o, con mucha suerte, un saco de harina. Pero también el agua escasea, no digamos los medicamentos… ya no hay hospitales porque han sido bombardeados y la población que queda en Gaza se ha visto empujada a huir de norte a sur y vuelta, esquivando los bombardeos israelíes.
De nuevo les piden que se vayan de sus improvisados campamentos porque, otra vez, amenazan con masacrarlos; solo que ya no saben dónde ir, no tienen lugar en esa pequeña franja de tierra que, desde hace demasiados años, les quieren robar. Han soportado todo tipo de humillaciones y continúan con la idea de ser un pueblo, de que se les reconozca como estado palestino. Algunos países les apoyan en esta idea; para otros, los intereses pesan más en la balanza y se abstienen mirando para otro lado.
Así van transcurriendo semanas, meses y años. Cada día vemos en los noticiarios a niños muertos, a madres y padres clamando justicia, sin nada que perder porque lo han perdido todo; y toda esa desgracia que seguimos desde la comodidad de nuestro sillón a tiempo real, nos deshumaniza porque tras esa noticia, llega otra más amable sobre como paliar el sofocante calor o una vista de playas concurridas con gente sin problemas que se divierten al sol.
El conflicto entre palestinos e israelíes no es nuevo, se remonta a principios del siglo XX, cuando en 1967 Israel ocupó Cisjordania y la Franja de Gaza. La organización palestina yihadista Hamás ganó las elecciones de 2006 y tomó la Franja de Gaza en 2007; desde entonces Gaza está sometida, a un bloqueo económico y comercial por parte del estado de Israel. La guerra entre ente ambos países comenzó en 2008 cuando Israel quiso detener los cohetes de Hamás contra el sur de su país
El último episodio de esta confrontación comenzó en octubre de 2023, y sigue formando parte de los conflictos no resueltos entre israelíes y palestinos; desde entonces y cada día mueren cientos de personas de uno y otro bando; Gaza está en ruinas, ya no existe un lugar donde sus habitantes puedan estar a salvo y las bombas, tiroteos y destrucción son constantes; la devastación de ciudades y de personas es insoportable y el clamor del mundo por frenar la guerra y este claro genocidio no se escucha en el gobierno de Israel, ni tampoco en otros países aliados, vendedores de armas y con intereses militares y económicos para quienes la vida de la gente solo son daños colaterales.
Pienso en los animales y encuentro más humanidad en ellos que en el ser humano, cuya maldad puede llegar a ser tan letal, y me pregunto qué más pueden hacer los pueblos si, exigiendo un derecho tan necesario como es la paz, encuentran frente a ellos gobiernos sordos y mudos. De nada sirven las manifestaciones públicas y pacíficas de miles de personas en todo el mundo reclamando la libertad de los rehenes y el alto el fuego definitivo; de nada están sirviendo las negociaciones de paz de diferentes países porque se topan con el nepotismo del primer ministro de Israel, el tal Netanyahu, quien prosigue con su guerra cruel, pese a que ya la Corte Penal Internacional ha emitido una orden de arresto contra él como máximo responsable, por las atrocidades cometidas en dicho conflicto que van, desde dirigir intencionadamente un ataque contra la población civil, asesinatos, torturas, violaciones, captura de rehenes o utilizar la inanición como arma de guerra.
Ojalá esta pesadilla acabe cuanto antes, ojalá los gazatíes encuentren un asentamiento propio, ojalá la guerra deje de ser noticia y ojalá se cumpla el aserto de Erasmo de Rotterdam: “La paz más desventajosa es mejor que la guerra más justa”. ¡Ojalá!
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