Parches en los errores, a la espera de nuevas soluciones

En días anteriores denunciábamos mediante este medio el sentir de muchos de los vecinos de la zona de Cardenal Cisneros, en el tramo que unen las Tres Cruces con la glorieta de la Carretera de la Estación.

En ese momento uno de los bancos situados en la acera en la que se ha insertado un “cuestionable” carril bici, invadía casi por completo el paso a los peatones.

Desconocemos si por esta denuncia, o por casualidad, ese banco ha sido movido hacia una esquina lateral dejando algo más de paso para los viandantes, seguro que el necesario “por ley”, para cubrirse las espaldas y justificar su buen hacer.

Sin embargo, cualquier persona que frecuente esa calle será consciente de que en esa acera los peatones han perdido espacio, y que la humanización de la que tanto se presume no va tan dirigida a ellos como a las bicicletas, o a los dichosos monopatines, que transitan a sus anchas por carreteras, carriles bici, y aceras a su antojo.

Además, lejos de centrarnos en único banco, tan solo unos pasos más arriba podemos encontrarnos con la terraza de un conocido bar de la zona. Un bar que, por descontado, tendrá todo el derecho del mundo a ofrecer ese servicio, ya que bien seguro pagará por esa terraza y contribuirá a la riqueza de las arcas del Ayuntamiento.

Sin embargo, este nuevo, y en la opinión de muchos vecinos, innecesario carril bici, invade una vez más la acera casi al completo, y los peatones tendrán que pasar o bien de lado, o bien volando, si tienen ese súper poder (entiéndase la ironía). Más difícil lo tendrán, una vez más, las personas usuarias de sillas de ruedas, carritos de bebés, o andadores.

¿Cuál será la nueva solución? Mucho me temo (y ojalá me equivoque), que este pequeño negocio será el perjudicado, y le obligarán a quitar su terraza. Un negocio de cercanía y local, de esos que tanto se nos llena la boca predicando que hay que cuidar.

Aunque, una vez más, no será el único perjudicado, ya que el peatón en esta calle siempre saldrá perdiendo, compartiendo su espacio (de más o menos centímetros) con un carril bici dentro de él, en el que la peligrosidad está asegurada.