Sábado, 06 de Septiembre de 2025

Eugenio-Jesús de Ávila
Viernes, 05 de Septiembre de 2025
COSAS DE DE LA BIEN CERCADA

Recordar a zamoranos egregios

Eugenio-Jesús de Ávila

 

Una ciudad tan antigua como la nuestra debería dejar memoria de sus personajes más egregios, aristócratas, héroes, descubridores, literatos, artistas en avenidas, bulevares, rúas, plazas y calles, para que las sucesivas generaciones de zamoranos conozcan a los protagonistas de nuestra historia.

 

Lo he escrito en otras ocasiones, pero Zamora necesitaría esculturas de personajes tan decisivos como Doña Urraca, Arias Gonzalo y sus hijos, una obra conjunta que destacara el Cerco de Zamora, y Bellido Dolfos, por extraer a protagonistas del medioevo, o a zamoranos como Diego de Ordax, compañero de Hernán Cortés, creador del México moderno, y Diego de Losada, fundador de Caracas; escultores como Ramón Álvarez, Barrón y Baltasar Lobo, además de los contemporáneos Pérez Calvo y Flecha, o poetas como Claudio Rodríguez y sabios como Agustín García Calvo. Y, en el deporte, aunque ya el pabellón municipal lleva su nombre, una estatua dedicada a Ángel Nieto.  Me habré olvidado en hombres y mujeres que destacaron en sus profesiones o acciones políticas, gentes que hicieron más grandes a nuestra ciudad y provincia.

 

 

Cierto que Ramón Álvarez tiene una obra dedicada en un jardín, sobriedad absoluta, al lado de la iglesia de San Juan, pero el creador de la Semana Santa Zamora, esencial para cofradías como la Vera Cruz, Jesús Nazareno, Santo Entierro, Nuestra Madre y la Resurrección, merecería una escultura más destacada, una obra maestra en tres dimensiones. Andrés Vázquez, un torero excelso, tiene un busto a la entrada de la Plaza de Toros, pero merecería una obra dando una media verónica a un “vitorino”, como tantas veces instrumento en la feria taurina más importante del mundo, la que lleva el nombre de San Isidro, en la capital de España.

 

El monumento a los héroes de la Guerra de Independencia, un monolito tosco y grande, cerca de Villagodio, donde murieron 130 zamoranos y zamoranas al enfrentarse con el Ejército de Tierra más poderoso del mundo, el de Napoleón, pasa desapercibido, salvo para Iglesias Carreño y militantes de la UPL en Zamora, que realizan una ofrenda floral todos los años, en recuerdo de aquel 6 de enero de 1809. ¿Por qué no levantar un monumento a aquellas personas que murieron por su patria en algún parque de la ciudad, plaza o rotondas? Al respecto, qué fue del avión C-01, utilizado por la Patrulla el Águila.

 

Y no solo quiero acordarme de los zamoranos que aparecen ya en los libros de historia, zamoranos que son ya polvo en el tiempo, sino que sería mi deseo que otros artistas geniales, todavía con vida, por muchos años, como los pintores Antonio Pedrero y Enrique Seco San Esteban, reciban homenajes en vida, dejando huella de su amor por Zamora, dando nombres a calles, rúas, plazas, avenidas, o creando estatuas con sus figuras.

 

Afirmó Óscar Wilde, en “El Retrato de Dorian Gray”, que “Cualquiera puede hacer historia, pero sólo un gran hombre puede escribirla”. Por qué no escribirla con cincel.

 

 

 

 

 

 

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