La obra que dejó escombros en el parque de León Felipe

Lo que se anunció como una obra de “humanización” se ha convertido en una agresión al propio entorno. El nuevo carril bici en el parque de León Felipe ha dejado tras de sí no solo cemento pintado de verde sobre el espacio natural, sino también una estela de escombros que amenaza la salud de la zona ajardinada.

No se trataba de la mejor área verde de Zamora, pero su estado era, sin duda, aceptable. Hoy, en cambio, la imagen es desoladora. El proyecto que debía mejorar la movilidad ha acabado mordiendo terreno al parque, sustituyendo vegetación por hormigón y descuidando la limpieza final de la obra. El resultado es un reguero de restos de cemento dispersos en el césped y alrededor de los árboles. Los fragmentos grandes aún pueden retirarse, pero los pequeños se incrustan en la tierra, alterando su composición y dañando a medio y largo plazo la salud del suelo, de la vegetación y del arbolado. Lo que parece un simple descuido es, en realidad, una negligencia grave.

No hablamos de estética, hablamos de responsabilidad. Una obra pública, financiada con los impuestos de todos, no puede dejar tras de sí basura que perjudica el entorno. Limpiar y acondicionar la zona no es un extra, es una obligación. Y en este caso, se ha incumplido. El parque de León Felipe, espacio de convivencia y naturaleza para los vecinos, se ha convertido en el ejemplo de una gestión que prioriza la rapidez de ejecución sobre el respeto al medio ambiente. La chapuza se normaliza, y eso debería preocuparnos. Las autoridades responsables, de haberlas, deberían de actuar de inmediato, exigiendo que se retiren todos los restos, reparen los daños y devuelvan al parque su dignidad. Zamora merece un desarrollo urbano sostenible y respetuoso, no proyectos que, bajo la etiqueta del progreso, hipotecan la calidad de vida y la salud de nuestros espacios verdes.

Manuel Herrero Alonso