BASURAS
El zamorano recicla, el Ayuntamiento lo mezcla todo
En las papeleras públicas, los vecinos cumplen con su deber separando residuos. El Ayuntamiento, en cambio, los ridiculiza al permitir que el barrendero los mezcle todos en el mismo cubo
En Zamora, el civismo del ciudadano choca de frente con la desidia municipal. Las papeleras tricolores, amarillo, azul y gris, se presentan como símbolo de modernidad y compromiso ambiental, situadas en la zona centro. Pero detrás del colorín solo hay un engaño: al final, todo termina en el mismo cubo del barrendero. Una burla silenciosa que convierte en inútil el esfuerzo de quien sí hace su parte.
Elvira y el papel que (no) se recicla
Zamora está llena de “Elviras”. Defensoras ciegas de la gestión municipal en redes sociales, siempre dispuestas a señalar al vecino como culpable, pero incapaces de mirar la realidad que pisan. Son soldados digitales de la corporación, justificando lo injustificable y atacando al ciudadano común mientras aplauden una gestión que hace aguas por todas partes. Elvira, sin ir más lejos, vive convencida de que su ciudad es ejemplo de civismo. Un paseo, una consumición, un simple papel en la mano… y ahí están las flamantes papeleras de colores para recordarle lo bien que se hacen las cosas. Una postal perfecta para la propaganda municipal.
Hasta que se acerca y descubre el cartón desbordado, los papeles apelotonados. Su fe tambalea, pero no tanto: se resigna y tira el papel en el contenedor gris. “Mejor aquí que en el suelo”, se excusa. Una justificación que nunca aceptaría en los demás, pero que ella se permite con naturalidad. Lo que no ve, o no quiere ver, es lo que ocurre después. Cuando amanece llega el barrendero. Trabajador resignado que, recoge en su carro lo que otros tiran y lo que ya no cabe. Y entonces la farsa se consuma: abre el compartimento amarillo, el azul y el gris… y todo lo vacía en el mismo cubo. Da igual el color, da igual la voluntad del ciudadano: todo acaba junto, como siempre.
La denuncia es clara: no sirve de nada separar residuos en las papeleras públicas. El zamorano cumple, el Ayuntamiento lo traiciona. No es descuido, es un engaño sistemático. Un teatrillo montado para presumir de civismo, mientras se desprecia el esfuerzo ciudadano y se pisotea cualquier idea real de reciclaje. Porque en Zamora, al final, el papel no se recicla. Se recicla la mentira.

En Zamora, el civismo del ciudadano choca de frente con la desidia municipal. Las papeleras tricolores, amarillo, azul y gris, se presentan como símbolo de modernidad y compromiso ambiental, situadas en la zona centro. Pero detrás del colorín solo hay un engaño: al final, todo termina en el mismo cubo del barrendero. Una burla silenciosa que convierte en inútil el esfuerzo de quien sí hace su parte.
Elvira y el papel que (no) se recicla
Zamora está llena de “Elviras”. Defensoras ciegas de la gestión municipal en redes sociales, siempre dispuestas a señalar al vecino como culpable, pero incapaces de mirar la realidad que pisan. Son soldados digitales de la corporación, justificando lo injustificable y atacando al ciudadano común mientras aplauden una gestión que hace aguas por todas partes. Elvira, sin ir más lejos, vive convencida de que su ciudad es ejemplo de civismo. Un paseo, una consumición, un simple papel en la mano… y ahí están las flamantes papeleras de colores para recordarle lo bien que se hacen las cosas. Una postal perfecta para la propaganda municipal.
Hasta que se acerca y descubre el cartón desbordado, los papeles apelotonados. Su fe tambalea, pero no tanto: se resigna y tira el papel en el contenedor gris. “Mejor aquí que en el suelo”, se excusa. Una justificación que nunca aceptaría en los demás, pero que ella se permite con naturalidad. Lo que no ve, o no quiere ver, es lo que ocurre después. Cuando amanece llega el barrendero. Trabajador resignado que, recoge en su carro lo que otros tiran y lo que ya no cabe. Y entonces la farsa se consuma: abre el compartimento amarillo, el azul y el gris… y todo lo vacía en el mismo cubo. Da igual el color, da igual la voluntad del ciudadano: todo acaba junto, como siempre.
La denuncia es clara: no sirve de nada separar residuos en las papeleras públicas. El zamorano cumple, el Ayuntamiento lo traiciona. No es descuido, es un engaño sistemático. Un teatrillo montado para presumir de civismo, mientras se desprecia el esfuerzo ciudadano y se pisotea cualquier idea real de reciclaje. Porque en Zamora, al final, el papel no se recicla. Se recicla la mentira.
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