
CRÍTICAS
Por qué no castigamos a los políticos felones y mendaces
Eugenio-Jesús de Ávila
Zamora, desde siempre, ha contado con dos grandes enemigos: los políticos y…los propios zamoranos. Una provincia, que se viene deshilachando desde los años 80, habría necesitado conexión íntima, sólida y firme entre fuerzas políticas, mundo empresarial, sector primario, prensa y ciudadanía. Pero todo vínculo se rompe cuando la envidia forma parte protagonista de esa sociedad. Ni la decadencia económica ni los datos demográficos unieron a todas las partes implicadas en ese proyecto que se llama Zamora.
¿Por qué somos tan cainitas los zamoranos? Pues, con sinceridad, por esa apatía antropológica que nos impide exigir a los poderes públicos que cumplan con su cometido, que nos representen de verdad, que se olviden de sus jefes de Valladolid y Madrid, que atiendan nuestras necesidades.
Nunca las promesas electorales se convierten en realidad. Pero el personal, como pasa de todo, vota siempre, por inercia, en el mismo sentido, quizá porque nunca tuvo mejores opciones.
De ahí la importancia capital de que un partido zamorano hubiese triunfado, abarcando desde la derecha hasta el centro izquierda, a toda la gente sin gran carga ideológica, a la que repela el engaño continuo de los políticos, iniciado desde el mismo génesis de la democracia, enfatizado durante el felipismo y continuado con los distintos gobiernos del PP y del PSOE. Pero los intentos principales zamoranistas, Adeiza y Zamora Sí, fracasaron ante las urnas, por errores domésticos, por desconocimiento del alma zamorana y porque la gente tampoco se siente agraviada por los grandes partidos, porque el vulgo ha entrado en la abulia política, en la apatía antropológica.
Se han reído de nosotros. Seguirán vacilándonos. Nos toman por provincianos sin fuste, ni valor; gente pusilánime, cándida. Espabilemos, porque hay que castigar la mentira, cuando toque, con nuestros votos. Y no se olvide que Pasqual Maragall, presidente de la Generalidad y regidor de Barcelona en su día, miembro destacado del PSC (Partido Socialista Catalán), confesó ha mucho tiempo en un programa de RNE que “un político nunca debe decir la verdad”.
Eugenio-Jesús de Ávila
Eugenio-Jesús de Ávila
Zamora, desde siempre, ha contado con dos grandes enemigos: los políticos y…los propios zamoranos. Una provincia, que se viene deshilachando desde los años 80, habría necesitado conexión íntima, sólida y firme entre fuerzas políticas, mundo empresarial, sector primario, prensa y ciudadanía. Pero todo vínculo se rompe cuando la envidia forma parte protagonista de esa sociedad. Ni la decadencia económica ni los datos demográficos unieron a todas las partes implicadas en ese proyecto que se llama Zamora.
¿Por qué somos tan cainitas los zamoranos? Pues, con sinceridad, por esa apatía antropológica que nos impide exigir a los poderes públicos que cumplan con su cometido, que nos representen de verdad, que se olviden de sus jefes de Valladolid y Madrid, que atiendan nuestras necesidades.
Nunca las promesas electorales se convierten en realidad. Pero el personal, como pasa de todo, vota siempre, por inercia, en el mismo sentido, quizá porque nunca tuvo mejores opciones.
De ahí la importancia capital de que un partido zamorano hubiese triunfado, abarcando desde la derecha hasta el centro izquierda, a toda la gente sin gran carga ideológica, a la que repela el engaño continuo de los políticos, iniciado desde el mismo génesis de la democracia, enfatizado durante el felipismo y continuado con los distintos gobiernos del PP y del PSOE. Pero los intentos principales zamoranistas, Adeiza y Zamora Sí, fracasaron ante las urnas, por errores domésticos, por desconocimiento del alma zamorana y porque la gente tampoco se siente agraviada por los grandes partidos, porque el vulgo ha entrado en la abulia política, en la apatía antropológica.
Se han reído de nosotros. Seguirán vacilándonos. Nos toman por provincianos sin fuste, ni valor; gente pusilánime, cándida. Espabilemos, porque hay que castigar la mentira, cuando toque, con nuestros votos. Y no se olvide que Pasqual Maragall, presidente de la Generalidad y regidor de Barcelona en su día, miembro destacado del PSC (Partido Socialista Catalán), confesó ha mucho tiempo en un programa de RNE que “un político nunca debe decir la verdad”.
Eugenio-Jesús de Ávila
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