Martes, 23 de Septiembre de 2025

Eugenio-Jesús de Ávila
Martes, 23 de Septiembre de 2025
COSAS DE DE LA BIEN CERCADA

Zamora, la ciudad otoño

Eugenio-Jesús de Ávila

 

Nunca consideré a la primavera como la estación de los versos, sino del sexo. Los meses de otoño inspiran a los poetas que componen estrofas desde dentro, que escriben con la tinta del alma. El otoño es familia del verano con el que comparte el estío, ese hijo rebelde de septiembre. También se pasa un tiempo discutiendo con el invierno por la propiedad de las nieblas y las lluvias. Nunca se ponen de acuerdo. Pero las hojas secas, almitas de los chopos y los olmos y el resto de hermandades de árboles, prefieren besar los labios de la tierra entre finales de octubre y noviembre, porque diciembre es un mes muy clasista y no quiere saber nada ni de clorofila ni de fotosíntesis.

 

Desde donde escribo contemplo castaños de ciudad, orgullosos de su nacencia. Ahora hojas que han pintado su cutis con un maquillaje marrón se despiden de sus hermanas, que conservan ese verde de la primavera y del sol de verano.  A no tardar, dejarán a sus árboles desnudos, con sus esqueletos de madera al aire, sin protección ante las heladas invernales y los vientos del septentrión, hijos de Eolo, ese dios caprichoso que no sabe estarse quieto.

 

Zamora, si se me permite, es ciudad otoño, porque es bella y sencilla, porque mezcla colores primarios, rojos, amarillos y azules, con los secundarios, naranjas, verdes y violetas, para pintar un óleo barroco de una ciudad pretérita, de una ciudad que pierde hojas humanas cada año, hojas que se van a otros lares donde siempre viven en primavera.

 

Zamora prefiere vivir en otoño, porque pasa mucha sed en verano y después la primavera le provoca alergias. Ahora, entre octubre y noviembre, recibe a sus hijas, las nieblas, nubes mimosas, que gustan jugar con los zamoranos al escondite, envolver con ropas de humedad a sus monumentos e impedir que el sol nos muestre las arrugas de la decadencia económica y demográfica. Zamora, la ciudad que fue herida entre las hojas secas y los vientos rudos del otoño.  

 

Amo la Zamora de otoño, Eolo y su viento irascible, las borrascas atlánticas que paren sus hijos de agua; las nieblas, esas nubes cotillas que susurran en los oídos del Duero; los árboles desnudos, las sinfonías que interpretan las hojas secas cuando las caminas, las lluvias que mojan los huesos de la tierra. Zamora es, como el otoño, una ciudad lírica, dormida, en un letargo que no espera a nadie, ni tan siquiera al futuro que nunca llega.

Comentarios Comentar esta noticia
Comentar esta noticia

Normas de participación

Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.

Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.

La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad

Normas de Participación

Política de privacidad

Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.35

Todavía no hay comentarios

El Día de Zamora

Ir al contenido
Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.