Jueves, 25 de Septiembre de 2025

Redacción
Miércoles, 24 de Septiembre de 2025
CRÍTICAS

Empeñados en que Zamora se convierta en museo de la Tercera Edad

Eugenio-Jesús de Ávila

 

En Zamora conviven una elite, quizá una casta familiar, económica con una clase media timorata, silente y pasota, más una clase trabajadora que apenas tiene tiempo para pensar en qué consiste su trabajo, si es justo su salario y si la vida es tal cual y nunca podrá ser de otra manera.

 

En Zamora hay un mundo intelectual de tertulia y té. Si se quiere, izquierdista, una especie de “gauche divine”, como la burguesía catalana de los sesenta y setenta. Gente de dinero, que queda bien, como si diera prestigio, ser marxista o marxiano, aunque no se haya leído a Marx y, si se ha intentado, no se le entiende. Cierto que esa clase superior, elitista, piensa, porque la inteligencia no deja de ser una virtud. Pero tampoco se sulfura. Más teoría que práctica.

 

Y así, poco a poco, casi sin que las masas se dieran cuenta, Zamora se fue diluyendo. Si la miráramos desde lejos, aparecía una figura principal, digamos la Catedral, y, al fondo, como si se tratase de un cuadro de Da Vinci, el célebre “sfumatto”. Porque nuestra ciudad se ha ido esfumando, desapareciendo, decreciendo, menguando. Al campo le sucede algo parecido. Los campos de cereales ya lucen canas cuando los mece Eolo. En los pueblos, se han quedado los que ya no pueden ir a ninguna parte y algunos héroes campesinos y ganaderos, las únicas voces que cantan en la provincia, las singulares fuerzas de progreso que permanece en nuestra tierra.

 

En Zamora hay una especie de cansancio interior. Se ríe porque toca. Se llora sin venir a cuento. Se come mucho porque así se habla menos y se carece de conversación constructiva, afanosa. Si se habla es para criticar al prójimo. No al vecino que fracasa, al que pasa desapercibido, sino al otro que triunfa, que marca diferencias por su talento, por su distinción, por su personalidad.

 

Y si a alguien se lo ocurre una idea genial, capaz de transformar nuestra pacata sociedad, se le dedican mofas y befas, incluso se le toma por bufón sin corte. Verbigracia: A Vicente Merino Febrero, cuando era muy joven, con su carrera de ingeniería recién acabada –ahora está a punto de licenciarse en Derecho- le dio por pensar, verbo que conjuga incluso cuando duerme, y alumbro eso de la Biorrefinería Multifuncional. Una genialidad. Como buena gente que es, habló y mostró su invento al poder establecido. A partir de ese instante, le hicieron la vida imposible. Putadas por doquier. Amenazas. Burlas en la prensa, siempre controlada por el poder, por esa elite económica, enraizada en el siglo XIX.

 

El mal nunca descansa. El mal no es inteligente, pero no ceja en su empeño. El bien descansa. Construye, crea, avanza y se detiene a contemplar su obra. Se toma un tiempo de ocio, porque gusta el disfrute de la mayoría, el beneficio del pueblo.

 

No obstante, en Zamora, hay más gente buena que malandrines. Pero la gente de bien se cruza de brazos, mientras el mal trepa hasta comerte el alma, las ganas de cambiar, las ansias de vivir. Al final, la buena persona se rinde, se va, no quiere grescas, ni conflictos. Aquí el personal ya es mayor. Y cuando se tiene más pasado que futuro apenas se aspira más que a morirse en paz.

 

La   Zamora del mal, que parece de derechas, pero que no es, porque solo es de ella, de sí misma, de nadie, de nada, quiere que la Zamora cándida se conforme con cuatro tonterías, con una vida gris y un pasar sin noticia, sin brío; un vivir estático, como si no se viviera, como si solo se durara, como las pilas del transistor.

 

La Zamora mala, la elitista, domina los medios de comunicación, los tutela, los manipula. Aquí no se gasta tinta, ni voz ni imagen en contar las cosas como son, en analizar nuestra sociedad, en señalar dónde se halla el tumor que nos trae rendidos, enfermos, en coma.

 

Yo ya soy mayor, también tengo más tiempo pretérito que años por vivir, pero me moriré de un derrame de tinta, anegado de palabras, hambriento de sintaxis mientras mi tierra me duela en el corazón del alma, mientras mi ciudad y su provincia padezcan la injusticia que siembran los caciques y el olvido que anida en la memoria de los políticos.

 

 

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