Viernes, 26 de Septiembre de 2025

Laura Fernández Salvador
Viernes, 26 de Septiembre de 2025
IDA Y VUELTA

Inseguridad social

Laura Fernández Salvador

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Aviso antes de la lectura: no sé si voy a escribir o a escupir palabras. Lo hago desde la profunda rabia acumulada tras años y años de experiencias propias y ajenas del trato recibido en nuestro sistema de salud, que por si alguno no lo sabe, voy a recordarles que nadie lo usa por gusto.


A todos se nos llena la boca con la Seguridad Social que tenemos. Y, por supuesto, es verdad. No voy a poner en duda los medios, los hospitales, los centros de salud, los profesionales, o su propia formación. Tenemos una Seguridad Social que debemos valorar. Dicen que en ningún otro país la tienen igual (yo eso no lo he podido corroborar, y no estoy del todo segura, pero bueno…, compro esta afirmación). Una Seguridad Social que parece que tengamos que agradecer al divino, y perdón, pero es un sistema que pagamos de nuestro bolsillo, así que más bien tenemos que aplaudirnos a nosotros mismos, los que la financiamos, por tenerla, y mantenerla. Ya está bien de besar por donde pisan los que se creen dueños y señores de ella.


Pero más allá de todas sus bondades, que son evidentes, y repito, no pongo en duda, está, en determinadas ocasiones, el trato a los pacientes y a los familiares. Y en este punto, supongo que la inmensa mayoría de los que me estáis leyendo podréis recordar algún momento en el que os hayáis sentido “maltratados” en algún eslabón de este alabado sistema. Y no hablo solo de médicos, aunque claro está que el sufrido por ellos desde luego es el peor por la evidente situación de indefensión. Hablo de todos (aunque por supuesto no son todos, sino apaga y vámonos), enfermeros y enfermeras, auxiliares, celadores, o administrativos. 


Y lo peor es cuando estas faltas de respeto se traducen en una mala praxis, en un diagnóstico equivocado o en un alargamiento innecesario de una enfermedad o padecimiento. Errores humanos que lejos de reconocerse se justifican con borderías y miradas por encima del hombro.


Así que desde aquí retiro mi aplauso (aquel que daba en pandemia todos los días a las ocho de la tarde) a todos los profesionales, que por muy buenos que sean (o se crean) no traten a las personas con la empatía, y sensibilidad que requiere una situación de enfermedad. 


Y a los que sí lo hacen, les doy las gracias, y les pido que sigan así, que no se dejen arrastrar por la desgana o las excusas baratas de saturación. Que yo, por supuesto, también he tenido el gusto de ser atendida con una sonrisa, un gesto amable, y una mirada de comprensión y os aseguro que no le ha llevado a ese profesional más de 4 o 5 segundos, y que además de curarme, me ha tratado bien. 2x1, todo un chollo.         

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