Sábado, 22 de Noviembre de 2025

Manuel Herrero Alonso
Miércoles, 01 de Octubre de 2025
SEMÁFOROS

Los semáforos de Cardenal Cisneros, un problema de convivencia nocturna

El elevado volumen de los nuevos semáforos y la ausencia de una regulación horaria adecuada están generando serias molestias a los vecinos de la avenida y de las calles próximas

Tras la finalización de las obras de humanización en la Avenida Cardenal Cisneros, la esperada calma no ha llegado para quienes residen en la zona. A las polémicas sobre el diseño vial se suma ahora una nueva denuncia relacionada con la convivencia: la intensidad acústica de los semáforos, especialmente durante la noche.

 

El proyecto ya había suscitado controversias por distintos motivos, entre ellos la construcción de rotondas demasiado pequeñas que dificultan las maniobras de los vehículos, así como la colocación de señales semafóricas junto a estas glorietas, lo que genera confusión entre los conductores. A ello se añade la crítica de los peatones, que consideran insuficiente el tiempo asignado para el cruce, al obligarles a atravesar hasta cinco carriles en apenas medio minuto.

 

Con el fin de compensar la escasez de tiempo y facilitar el tránsito de personas con discapacidad visual, los semáforos emiten señales acústicas. Aunque el “arranque musical” al ponerse en verde resulta audible y tolerable, la queja principal se centra en la fase final del cruce.

 

En esos segundos, los semáforos emiten una serie de pitidos de advertencia especialmente intensos para avisar de que el tiempo disponible se agota. El problema es que el volumen de estas señales no se atenúa durante la franja nocturna.

 

Está comprobado que, incluso de madrugada, cuando el tránsito de peatones y vehículos es mínimo, los dispositivos siguen funcionando “a todo trapo”. El resultado es un sonido persistente y molesto que interfiere en el descanso de los vecinos. La intensidad es tal que los pitidos de los semáforos de Cardenal Cisneros llegan a confundirse con los de otros cruces próximos y pueden escucharse con claridad en calles adyacentes e incluso a bastante distancia.

 

La ausencia de una regulación horaria convierte lo que debería ser un recurso de seguridad en un auténtico problema de salud pública y convivencia para los residentes de la avenida y su entorno.

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