NOTAS DEL PENSAMIENTO
Conjugar filosofía clásica y cristianismo
José Antonio Ávila López
![[Img #102220]](https://eldiadezamora.es/upload/images/10_2025/798_1959_9116_492_2013_4480_1348_7370_9394_8226_9948_1018_2907_7198_8176_2402_7201_6632_9597_7602_jose-antonio-avila-lopez.jpg)
El escepticismo es una postura antiética cuando asevera que “nada es cierto y que todo es dudoso”. Los escépticos, por tanto, dicen que lo mejor es abstenerse de opinar para encontrar la tranquilidad espiritual. Es evidente que se trata de una actitud cobarde por no enfrentarse a las obligaciones morales que nos impone la realidad física, religiosa, social y humanística. Hasta San Agustín en el siglo V y hasta antes de su conversión, cayó en el “escepticismo sincero”, que le produjo desasosiego interior, ya que el espíritu por su naturaleza aspira a la verdad, y salió de su escepticismo por el contrasentido que esa postura encierra. En efecto, “el que duda de todo, no puede dudar de algo, es decir, no puede dudar de que duda”. San Agustín pasó al dogmatismo y elaboró sus grandes construcciones doctrinales conjugando la filosofía clásica con las ideas aportadas por el cristianismo. ¿Cómo es posible que a estas alturas de la “cultura democrática moderna”, a distancia de casi veinte siglos, de avances tecnológicos, artísticos, históricos y arqueológicos, haya personas que aseveran que no hay verdades absolutas, haciendo gala de un relativismo que atenta contra la más elemental evidencia de las leyes físicas, químicas, de moral natural y divina, en esa nube de oscuridad, ignorancia y contradicción? Quien se evade del orden divino con todas sus exigencias, sólo demuestra la cobardía de no atenerse a nada para vivir su egoísmo, su cerrazón mental y su pedantería : en fin, de remar contracorriente. Sólo tendemos a despreciar lo que no tenemos, lo que no sabemos o lo que no somos. Sí, es la eterna fábula de la zorra y las uvas : “como estaban altas y no podía alcanzarlas..., estaban verdes, sin madurar”. Acabo con unas palabras de San Juan en el Nuevo Testamento : “La verdad os hará libres”, y es que no hay nada más bonito y apasionante que la verdad, porque lo verdadero, es eternamente nuevo.
El escepticismo es una postura antiética cuando asevera que “nada es cierto y que todo es dudoso”. Los escépticos, por tanto, dicen que lo mejor es abstenerse de opinar para encontrar la tranquilidad espiritual. Es evidente que se trata de una actitud cobarde por no enfrentarse a las obligaciones morales que nos impone la realidad física, religiosa, social y humanística. Hasta San Agustín en el siglo V y hasta antes de su conversión, cayó en el “escepticismo sincero”, que le produjo desasosiego interior, ya que el espíritu por su naturaleza aspira a la verdad, y salió de su escepticismo por el contrasentido que esa postura encierra. En efecto, “el que duda de todo, no puede dudar de algo, es decir, no puede dudar de que duda”. San Agustín pasó al dogmatismo y elaboró sus grandes construcciones doctrinales conjugando la filosofía clásica con las ideas aportadas por el cristianismo. ¿Cómo es posible que a estas alturas de la “cultura democrática moderna”, a distancia de casi veinte siglos, de avances tecnológicos, artísticos, históricos y arqueológicos, haya personas que aseveran que no hay verdades absolutas, haciendo gala de un relativismo que atenta contra la más elemental evidencia de las leyes físicas, químicas, de moral natural y divina, en esa nube de oscuridad, ignorancia y contradicción? Quien se evade del orden divino con todas sus exigencias, sólo demuestra la cobardía de no atenerse a nada para vivir su egoísmo, su cerrazón mental y su pedantería : en fin, de remar contracorriente. Sólo tendemos a despreciar lo que no tenemos, lo que no sabemos o lo que no somos. Sí, es la eterna fábula de la zorra y las uvas : “como estaban altas y no podía alcanzarlas..., estaban verdes, sin madurar”. Acabo con unas palabras de San Juan en el Nuevo Testamento : “La verdad os hará libres”, y es que no hay nada más bonito y apasionante que la verdad, porque lo verdadero, es eternamente nuevo.
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