Miércoles, 08 de Octubre de 2025

Eugenio-Jesús de Ávila
Martes, 07 de Octubre de 2025
COSAS MÍAS

Si no dudas, no existes

[Img #102385]Eugenio-Jesús de Ávila

 

Dudar es el verbo más progresista que conozco, primo hermana de su colega pensar. Desde mi infancia más tierna, dudé. Me convertí en un infante que preguntaba constantemente a mi inolvidable padre, al que debía cansar con tanto cuestionario, a veces, sin respuesta. No sé por qué razón se me metió lo de Dios en mi mente y siempre mis preguntas buscaban contestaciones racionales. Preguntar a un progenitor católico por la existencia del Ser Supremo provocaría al silencio. ¡Qué podría responderme mi señor padre!

 

Y, conforme fui creciendo, más dudas me asaltaron, siempre nacidas de conjugar el verbo pensar. Era muy joven a la muerte de Franco, pero, sin reflexiones, odiaba al régimen. Cuando Arias Navarro, lloriqueando, anunció la muerte del caudillo, me abracé con mi compañero de piso nada más conocer la noticia. Además, aquel día tenía un examen en la Universidad y no lo llevaba muy preparado. Me puse tan contento cuando llegó la democracia. Entonces era un libertario, pero sin saber bien por qué. Quizá una moda, como no creer en Dios. Se llevaba. Gustaba, como fumarse unos porros de marihuana y alucinar con la música de Mike Oldfield o Pink Floyd, Genesis, Jethro Tull o King Crimson.

 

La llegada del PSOE al poder, un partido desaparecido durante la Dictadura -solo conocí en Zamora a un socialista de verdad, que regentaba una librería, al que después no se le hizo ni caso- me transformó, me obligó a profundizar en mis reflexiones y sus hijas, las dudas. Poco a poco, con experiencias vitales y lecturas eruditas, me devoró el desencanto. Entonces comprendí que nunca podría haber formado parte de ningún tipo de gregarismo. No admiro, ni tampoco envidio, a nadie.

 

Colegí, como observador de alma y de cuerpos, que la incoherencia domina en la res pública. Gentes que van de izquierdas, no por un análisis intelectual profundo de nuestra sociedad, sin saber en qué consiste, más bien se confiesan zurdos, como los define Milei, por odio a personas de derechas, que pueden ser vecinos, familiares o compañeros de trabajo a los que envidian o les caen muy mal porque sí. Y después, en su vida cotidiana, su comportamiento se aleja notablemente de sus prédicas. Forman parte de esos que pregonan la bondad de beber agua, pero que, en secreto, saborean buenos vinos.

 

Las gentes de derechas no tienen una ideología. No suelen creer en nada, aunque en buen número se confiesen teístas y acudan a cumplir con su fe. Almas pías que olvidan las enseñanzas evangélicas con sutil facilidad todos los días. También dudan, pero sin que el verbo les haga daño en el alma. Votan, pero tampoco loan a sus dirigentes, al contrario, a la menor los ponen a parir, como los hinchas de cualquier equipo de fútbol que cargan contra su estrella cuando falla un gol cantando. Al señor o señora, chico o chica, conservadores, les molesta que el Estado, a través del político correspondiente que les ha caído en gracia o en desgracia, les impongan lo que tienen que comer, a qué hora salir a dar un paseo, cómo vestirse o a qué hora hay que acostarse y con quién. Nunca creyeron en aquel aserto de Mussolini, el dictador italiano que abandonó el PSI porque se había aburguesado: “Todo dentro del Estado, nada fuera del Estado, nada en contra del Estado”. Un liberal jamás podrá ser un fascista.

 

 

A estas alturas de mi vida, incluso también cuando atravesaba el valle de la madurez, dudo de todo político, de progresistas de izquierdas y de liberales conservadores, todo un oxímoron; de cristianos y musulmanes, de agnósticos y ateos, de feministas con dos cojones y de machistas soberbios. Camino hacia la misantropía, me acerco al Max Stirner de “El único y su propiedad”: “Un niño no pone en sus deseos ni ideas ni pensamientos; un joven no persigue más que intereses espirituales, los intereses del hombre, en cambio, son materiales, personales y egoístas”.

 

Solo sé que, si el hombre no hubiese dudado, todavía el género humano viviría en Altamira pitando bisontes. Porque, si no nudas, no existes. Y, además, como afirmó Fernando Savater: “Los que presumen de pensar lo mismo que a los 18, en realidad no piensan”

 

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