ANÁLISIS
La apatía antropológica de los zamoranos
Eugenio-Jesús de Ávila
Si he de ser sincero, escribiré que el futuro de nuestra ciudad le preocupa a muy pocos zamoranos. La gente, en general, vive su vida sin comprometerse con el colectivo, como si no formara parte de nuestra sociedad, como ajenos a lo esencial, a lo verdaderamente importante. Solo se mueve por el interés personal, si su patrimonio económico pudiera ser perjudicado. Quizá tenga razón Mariano Rajoy y lo único que importa es la economía. Sostengo, no obstante, que ese comportamiento de los zamoranos podíamos definirlo como apatía antropológica.
Incido en el exordio: A las concentraciones siempre acuden los mismos, que ya empiezan a ser personas, muchos funcionarios, de cierta edad, pero dignas, porque nunca cambiaron la chaqueta. El personal, cuando ello sucede, pasa y mira, como si estuviera contemplando un ensayo teatral, un espectáculo aburrido, porque siempre aparecen idénticos personajes sea cual fuere la obra representada. Y uno siente una tristeza cercana a la impotencia cuando ello sucede. Después me pongo a escribir y me pregunto que para quién y para qué.
El vulgo quiere una prensa como la que domina en esta ciudad y su provincia: robos, crímenes, estafas…como echando de menos El Caso. Y, si es menester, atacar al contrapoder, verbigracia, al actual equipo de gobierno municipal. Queda muy bien. Así le hacen un gran favor al que ordena y manda, al que compra y vende.
Y no me cansaré de repetir que nuestros medios de comunicación son cómplices del poder, responsables, por tanto, en buena medida del deterioro económico y social de la ciudad y su provincia. Durante décadas han silenciado vergüenzas políticas, felonías, hechos deplorables. Salvo un par de mohicanos, ya jubilados, nadie criticó a los que mandaban y ejercen el poder, más bien se prestaron a enterrar a los derrotados, rezar una oración fúnebre y seguir como arbotantes del poder, que es el que paga y carga de gasolina ese autobús que nos ha llevado a parte alguna. ¡Qué gran verdad: sin prensa libre no hay democracia! Y son los que ponen voz al amo los que asen la pancarta con tal leyenda. Paradoja. ¡Qué jetas!
En verdad escribo para mí, para descargarme de penas, para sentirme libre, para diferenciarme de la vulgaridad, comprada, además, por cuatro euros; y escribo para los que saben apreciar lo que digo, para los que poseen sensibilidad, grandeza de miras, amor a su tierra, desprecio por los malandrines y cariño hacia los que sufren y luchan por la gente sencilla y humilde.
Y poco más, y para ti, que me animas cuando me encuentras por cualquier rúa de nuestra ciudad y o me envías tus criterios, tantas veces coincidentes con los míos, e incluso para los que me insultan. Perdónalos: no saben lo que hacen.
Postdata: artículo escrito hace un año. ¿Ha cambiado algo en nuestra ciudad y provincia en estos más de 365 días? Sí, a peor: en la capital viven menos de 60.000 habitantes, se han cerrado numerosos comercios y negocios; la despoblación de la provincia no hay quién la detenga, y la escasa ilusión que guardábamos se ha diluido entre las aceñas de Cabañales.
Eugenio-Jesús de Ávila
Si he de ser sincero, escribiré que el futuro de nuestra ciudad le preocupa a muy pocos zamoranos. La gente, en general, vive su vida sin comprometerse con el colectivo, como si no formara parte de nuestra sociedad, como ajenos a lo esencial, a lo verdaderamente importante. Solo se mueve por el interés personal, si su patrimonio económico pudiera ser perjudicado. Quizá tenga razón Mariano Rajoy y lo único que importa es la economía. Sostengo, no obstante, que ese comportamiento de los zamoranos podíamos definirlo como apatía antropológica.
Incido en el exordio: A las concentraciones siempre acuden los mismos, que ya empiezan a ser personas, muchos funcionarios, de cierta edad, pero dignas, porque nunca cambiaron la chaqueta. El personal, cuando ello sucede, pasa y mira, como si estuviera contemplando un ensayo teatral, un espectáculo aburrido, porque siempre aparecen idénticos personajes sea cual fuere la obra representada. Y uno siente una tristeza cercana a la impotencia cuando ello sucede. Después me pongo a escribir y me pregunto que para quién y para qué.
El vulgo quiere una prensa como la que domina en esta ciudad y su provincia: robos, crímenes, estafas…como echando de menos El Caso. Y, si es menester, atacar al contrapoder, verbigracia, al actual equipo de gobierno municipal. Queda muy bien. Así le hacen un gran favor al que ordena y manda, al que compra y vende.
Y no me cansaré de repetir que nuestros medios de comunicación son cómplices del poder, responsables, por tanto, en buena medida del deterioro económico y social de la ciudad y su provincia. Durante décadas han silenciado vergüenzas políticas, felonías, hechos deplorables. Salvo un par de mohicanos, ya jubilados, nadie criticó a los que mandaban y ejercen el poder, más bien se prestaron a enterrar a los derrotados, rezar una oración fúnebre y seguir como arbotantes del poder, que es el que paga y carga de gasolina ese autobús que nos ha llevado a parte alguna. ¡Qué gran verdad: sin prensa libre no hay democracia! Y son los que ponen voz al amo los que asen la pancarta con tal leyenda. Paradoja. ¡Qué jetas!
En verdad escribo para mí, para descargarme de penas, para sentirme libre, para diferenciarme de la vulgaridad, comprada, además, por cuatro euros; y escribo para los que saben apreciar lo que digo, para los que poseen sensibilidad, grandeza de miras, amor a su tierra, desprecio por los malandrines y cariño hacia los que sufren y luchan por la gente sencilla y humilde.
Y poco más, y para ti, que me animas cuando me encuentras por cualquier rúa de nuestra ciudad y o me envías tus criterios, tantas veces coincidentes con los míos, e incluso para los que me insultan. Perdónalos: no saben lo que hacen.
Postdata: artículo escrito hace un año. ¿Ha cambiado algo en nuestra ciudad y provincia en estos más de 365 días? Sí, a peor: en la capital viven menos de 60.000 habitantes, se han cerrado numerosos comercios y negocios; la despoblación de la provincia no hay quién la detenga, y la escasa ilusión que guardábamos se ha diluido entre las aceñas de Cabañales.
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.149