ZAMORANA
Sectores en guerra, despoblación y olvido
Mº Soledad Martín Turiño
![[Img #102700]](https://eldiadezamora.es/upload/images/10_2025/3367_marisol-web.jpg)
Me gustaría hacer una llamada a esos políticos que tanto llenan la boca, sobre todo en periodo electoral, cuando se pasean por pueblos grandes y ciudades pequeñas para tomar conciencia frente a una cámara de televisión de los llamados pueblos vaciados; entonces se erigen como defensores a ultranza de esas villas, con la promesa de que revertirán la situación mediante diferentes medidas: atraer población, asentar infraestructuras, e incluso descentralizar Madrid y llevar alguna institución a esos lugares. ¡Mentira!
¡Mentira, cuentos que ya no se creen más que los pocos ilusos que aún mantienen la esperanza!. Quienes vemos la situación actual de abandono de los pueblos castellanos, leoneses y tantos otros que antes se dedicaban a la agricultura y la ganadería, que fueron los pilares fundamentales en los que se asentaba la subsistencia de esas villas; quienes comprobamos cómo la falta de oportunidades laborales para los jóvenes en las ciudades pequeñas los está alejando de sus raíces para acudir a grandes urbes donde encontrar formación y empleo… no podemos ni queremos creer en promesas vanas que se desvanecen en cuanto aquel político de turno se va del lugar satisfecho tras haber dado su correspondiente mitin.
Urge que se pongan a la tarea de la repoblación, de crear empleo, de establecer empresas (aquí el suelo es barato), de fijar población (por ejemplo, Zamora es una de las ciudades donde alquilar o comprar vivienda no resulta tan sangrante como en otras partes, porque los precios aún son asequibles), de “vender” (léase publicitar adecuadamente a esta ciudad, ya que mucha gente teletrabaja y puede hacerlo desde cualquier parte).
En cuanto a los pueblos, captar gente supondría dotarles de servicios básicos de los que ahora carecen: abrir escuelas, tiendas, bares, panadería… en una palabra: vida; y olvidar como viven actualmente: se abastecen con camionetas que acuden una o dos veces por semana, no existe un transporte que les comunique con la capital, la escuela está cerrada por falta de niños, el cura comparte varios pueblos; el servicio médico o no existe y se comparte también, o hay que acudir a la capital para una urgencia, y estamos hablando de personas en su mayoría mayores y con pluripatologías.
En definitiva, que como dice el aserto popular: “si un problema no se soluciona, se agrava seguro”, y así estamos, comprobando cada día como se está destruyendo una parte de España -sobre todo la rural y las ciudades pequeñas- que no ha cometido más delito que vaciarse de habitantes porque no se les ofrecían oportunidades para permanecer en ellas. En el campo, la agricultura con las exigencias de Bruselas, ha cambiado; se cultiva lo que mandan; se priorizan importaciones más baratas de otros países, lo que motiva una competencia desleal, de ahí que la Unión de Agricultores y Ganaderos haya pedido a Bruselas que la ley exija señalar el país de cultivo en la etiqueta, independientemente del lugar de transformación o envasado; los agricultores venden sus productos a precios irrisorios que nada tienen que ver con los mismos cuando el consumidor los compra en el supermercado, existe una burocracia excesiva, los fertilizantes y el gasóleo están a precios desorbitados…. y un largo etc.
Lo mismo sucede con los ganaderos y los pescaderos, todos ellos sectores primarios y básicos, hoy en crisis, con un relevo generacional que no llega, con entrada de productos extranjeros más baratos que no cumplen con la normativa europea, y en el caso de los hombres de mar, con reducción de las jornadas de pesca, lo que obliga a muchos a buscarse un empleo alternativo.
Son suficientes los motivos por los que deberían poner manos a la obra los políticos de turno; unos y otros, porque la semblanza de España está cambiando y, con ella, se está perdiendo una forma de vida a la que no se ha dado una opción diferente; solo se ha perjudicado al mundo rural y a las poblaciones más pequeñas condenándoles a buscarse la vida por su cuenta, a resignarse, sin ayudas del gobierno central y autonómico, sin que este se convierta en un asunto de Estado, planteando soluciones acorde con la gravedad del problema; porque si esto no ocurre, ¿hasta cuando podrán resistir esas poblaciones cada vez más aisladas, más desiertas y condenadas a un perverso y deliberado olvido?
Me gustaría hacer una llamada a esos políticos que tanto llenan la boca, sobre todo en periodo electoral, cuando se pasean por pueblos grandes y ciudades pequeñas para tomar conciencia frente a una cámara de televisión de los llamados pueblos vaciados; entonces se erigen como defensores a ultranza de esas villas, con la promesa de que revertirán la situación mediante diferentes medidas: atraer población, asentar infraestructuras, e incluso descentralizar Madrid y llevar alguna institución a esos lugares. ¡Mentira!
¡Mentira, cuentos que ya no se creen más que los pocos ilusos que aún mantienen la esperanza!. Quienes vemos la situación actual de abandono de los pueblos castellanos, leoneses y tantos otros que antes se dedicaban a la agricultura y la ganadería, que fueron los pilares fundamentales en los que se asentaba la subsistencia de esas villas; quienes comprobamos cómo la falta de oportunidades laborales para los jóvenes en las ciudades pequeñas los está alejando de sus raíces para acudir a grandes urbes donde encontrar formación y empleo… no podemos ni queremos creer en promesas vanas que se desvanecen en cuanto aquel político de turno se va del lugar satisfecho tras haber dado su correspondiente mitin.
Urge que se pongan a la tarea de la repoblación, de crear empleo, de establecer empresas (aquí el suelo es barato), de fijar población (por ejemplo, Zamora es una de las ciudades donde alquilar o comprar vivienda no resulta tan sangrante como en otras partes, porque los precios aún son asequibles), de “vender” (léase publicitar adecuadamente a esta ciudad, ya que mucha gente teletrabaja y puede hacerlo desde cualquier parte).
En cuanto a los pueblos, captar gente supondría dotarles de servicios básicos de los que ahora carecen: abrir escuelas, tiendas, bares, panadería… en una palabra: vida; y olvidar como viven actualmente: se abastecen con camionetas que acuden una o dos veces por semana, no existe un transporte que les comunique con la capital, la escuela está cerrada por falta de niños, el cura comparte varios pueblos; el servicio médico o no existe y se comparte también, o hay que acudir a la capital para una urgencia, y estamos hablando de personas en su mayoría mayores y con pluripatologías.
En definitiva, que como dice el aserto popular: “si un problema no se soluciona, se agrava seguro”, y así estamos, comprobando cada día como se está destruyendo una parte de España -sobre todo la rural y las ciudades pequeñas- que no ha cometido más delito que vaciarse de habitantes porque no se les ofrecían oportunidades para permanecer en ellas. En el campo, la agricultura con las exigencias de Bruselas, ha cambiado; se cultiva lo que mandan; se priorizan importaciones más baratas de otros países, lo que motiva una competencia desleal, de ahí que la Unión de Agricultores y Ganaderos haya pedido a Bruselas que la ley exija señalar el país de cultivo en la etiqueta, independientemente del lugar de transformación o envasado; los agricultores venden sus productos a precios irrisorios que nada tienen que ver con los mismos cuando el consumidor los compra en el supermercado, existe una burocracia excesiva, los fertilizantes y el gasóleo están a precios desorbitados…. y un largo etc.
Lo mismo sucede con los ganaderos y los pescaderos, todos ellos sectores primarios y básicos, hoy en crisis, con un relevo generacional que no llega, con entrada de productos extranjeros más baratos que no cumplen con la normativa europea, y en el caso de los hombres de mar, con reducción de las jornadas de pesca, lo que obliga a muchos a buscarse un empleo alternativo.
Son suficientes los motivos por los que deberían poner manos a la obra los políticos de turno; unos y otros, porque la semblanza de España está cambiando y, con ella, se está perdiendo una forma de vida a la que no se ha dado una opción diferente; solo se ha perjudicado al mundo rural y a las poblaciones más pequeñas condenándoles a buscarse la vida por su cuenta, a resignarse, sin ayudas del gobierno central y autonómico, sin que este se convierta en un asunto de Estado, planteando soluciones acorde con la gravedad del problema; porque si esto no ocurre, ¿hasta cuando podrán resistir esas poblaciones cada vez más aisladas, más desiertas y condenadas a un perverso y deliberado olvido?
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