NOTAS DEL PENSAMIENTO
El cinismo pretencioso de no querer entender
José Antonio Ávila López
![[Img #102770]](https://eldiadezamora.es/upload/images/10_2025/4179_4303_4451_7828_798_1959_9116_492_2013_4480_1348_7370_9394_8226_9948_1018_2907_7198_8176_2402_7201_6632_9597_7602_jose-antonio-avila-lopez.jpg)
Cuando el transbordador Challenger explotó tras apenas setenta y tres segundos de vuelo, llevándose la vida de siete astronautas, el portavoz de la NASA lo calificó como una «anomalía en el lanzamiento». El régimen nazi denominó el exterminio judío como la «solución final». Durante la Guerra de Vietnam, el ejército estadounidense acuñó el término «daño colateral» para referirse a los civiles muertos. Las dictaduras latinoamericanas hablaban de «desapariciones» cuando secuestraban, torturaban y asesinaban a sus opositores. Los atentados del 11-S, con casi tres mil víctimas, fueron inicialmente catalogados como un «accidente». La lista es interminable, ya que la Historia está plagada de manifestaciones que vistas con la distancia del tiempo resultan obscenas. ¿Éramos realmente tan ingenuos para aceptar estas distorsiones del lenguaje? ¿O simplemente preferíamos mirar hacia otro lado? Quizá se trate más de una cuestión de conveniencia que la inocencia. Si no nombramos el horror, podemos fingir que no existe, y eso lo dice más o menos una canción : “Si no me acuerdo, no pasó”. ¡Tremendo mensaje para las nuevas generaciones! Se cree que maquillando la tragedia con palabras elegantes será más fácil pasar página... Al fin y al cabo, la vida continúa. Quiero decir que “esconder la basura bajo la alfombra nunca ha sido buena estrategia”. Los acontecimientos históricos son cíclicos, y la vida tiene una peculiar forma de cobrarse las deudas pendientes (ya lo sentirá en sus carnes Pedro Sánchez en un futuro no muy lejano)... Somos egoístas por naturaleza, y en un mundo globalizado es tentador ignorar “por quién doblan las campanas”, pero Ernest Hemingway ya nos lo advirtió : “doblan por todos nosotros”. No critico el egoísmo, porque puede ser un mecanismo de supervivencia, lo que critico es “el cinismo pretencioso de no querer entender”. Pienso que es hora de recuperar la honestidad del lenguaje : curiosamente, algunas manifestaciones modernas son más precisas que los términos originales, pero porque el lenguaje no pretende engañarnos. Algunas expresiones o manifestaciones son herramientas de manipulación que normalizan lo inaceptable, y anestesian nuestra capacidad de indignación.
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Cuando el transbordador Challenger explotó tras apenas setenta y tres segundos de vuelo, llevándose la vida de siete astronautas, el portavoz de la NASA lo calificó como una «anomalía en el lanzamiento». El régimen nazi denominó el exterminio judío como la «solución final». Durante la Guerra de Vietnam, el ejército estadounidense acuñó el término «daño colateral» para referirse a los civiles muertos. Las dictaduras latinoamericanas hablaban de «desapariciones» cuando secuestraban, torturaban y asesinaban a sus opositores. Los atentados del 11-S, con casi tres mil víctimas, fueron inicialmente catalogados como un «accidente». La lista es interminable, ya que la Historia está plagada de manifestaciones que vistas con la distancia del tiempo resultan obscenas. ¿Éramos realmente tan ingenuos para aceptar estas distorsiones del lenguaje? ¿O simplemente preferíamos mirar hacia otro lado? Quizá se trate más de una cuestión de conveniencia que la inocencia. Si no nombramos el horror, podemos fingir que no existe, y eso lo dice más o menos una canción : “Si no me acuerdo, no pasó”. ¡Tremendo mensaje para las nuevas generaciones! Se cree que maquillando la tragedia con palabras elegantes será más fácil pasar página... Al fin y al cabo, la vida continúa. Quiero decir que “esconder la basura bajo la alfombra nunca ha sido buena estrategia”. Los acontecimientos históricos son cíclicos, y la vida tiene una peculiar forma de cobrarse las deudas pendientes (ya lo sentirá en sus carnes Pedro Sánchez en un futuro no muy lejano)... Somos egoístas por naturaleza, y en un mundo globalizado es tentador ignorar “por quién doblan las campanas”, pero Ernest Hemingway ya nos lo advirtió : “doblan por todos nosotros”. No critico el egoísmo, porque puede ser un mecanismo de supervivencia, lo que critico es “el cinismo pretencioso de no querer entender”. Pienso que es hora de recuperar la honestidad del lenguaje : curiosamente, algunas manifestaciones modernas son más precisas que los términos originales, pero porque el lenguaje no pretende engañarnos. Algunas expresiones o manifestaciones son herramientas de manipulación que normalizan lo inaceptable, y anestesian nuestra capacidad de indignación.


















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