Bajo sello oficial, la tapa que no cierra la fuga fecal de Zamora
El colapso del envejecido colector y el descuido de los sumideros superficiales condenan al Duero a recibir vertidos incontrolados
Partimos de una verdad incómoda, solo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena. Y en Zamora, esta máxima se cumple a rajatabla cada vez que el cielo decide soltar una de sus trombas de agua, un fenómeno cada vez más habitual, ya sea por el llamado "efecto climático" o por cualquier otra razón.
Asistimos entonces a las inevitables escenas de acumulación de agua en puntos ya tristemente habituales, desde la rotonda del Sancho hasta la zona de la estación de tren, cuando la lluvia cae de forma masiva. Y en esos momentos, no solo lamentamos la falta de previsión, sino la evidente deficiencia de un sistema de evacuación de aguas que deja mucho que desear. Lo normal, y deseable, es anticiparse manteniendo canalizaciones y elementos de desagüe para desalojar el agua de lluvia, impidiendo las temidas escorrentías e inundaciones.
El Viejo Colector, La Bomba de Relojería del Mengue
El problema principal de la capital se esconde bajo el asfalto. El colector del Mengue, una infraestructura antigua, se ha visto desbordado a lo largo de los años no por un aumento en su diámetro, sino por la suma incontrolada de ramales. Cada nuevo edificio y urbanización construido "aguas arriba" ha conectado su desagüe a este viejo colector sin que su capacidad haya sido ampliada en paralelo.
La consecuencia más grave de este desequilibrio es que, cuando el colector se llena, el agua mezclada (pluviales y fecales) se libera directamente al cauce del Duero. Esto ocurre a través de los aliviaderos situados en varios puntos sensibles de la ciudad: unos metros arriba del Puente de Los Tres Árboles, otro cercano al viaducto del ferrocarril, en el pequeño tubo próximo a la Puerta de Toro de la muralla, y uno más en la zona de Olivares. Esta práctica de verter aguas sin control es, a todas luces, insostenible, ilegal y preocupante desde el punto de vista medioambiental.
La solución pasa por la creación de una red separada de aguas pluviales. Esta red permitiría desalojar el agua de lluvia directamente al cauce del río, aliviando la presión sobre los colectores de residuales y eliminando el vergonzoso vertido de aguas mezcladas.Se trata, sin duda, de un proyecto de gran envergadura que se debería realizar a lo largo de años, o incluso décadas, pero es urgente planificarlo. Sería lógico y eficiente aprovechar la gran cantidad de zanjas que se abren constantemente en la capital para otras canalizaciones y, de forma concatenada, optimizar los trabajos para ir construyendo esta red de pluviales, mejorando así el uso de los recursos públicos y minimizando molestias. Mientras se pospone la solución de fondo, los defectos visibles se encuentran en la superficie. Una queja recurrente entre los vecinos es el estado de los sumideros distribuidos por las calles.Una capa y otra de asfalto, fruto de sucesivas reparaciones, acaban por reducir el área de apertura o incluso tapan la entrada de los sumideros. El resultado es que el elemento clave para la evacuación del agua no puede absorber todo el caudal en caso de una tromba. Esto provoca grandes escorrentías que se dirigen a calles adyacentes y menos elevadas.
Los problemas del subsuelo zamorano están a la vista de todos cuando llueve, pero permanecen subterráneos en la agenda política. Es hora de que la Administración demuestre una auténtica intención de resolver un problema de salubridad, medio ambiente y seguridad ciudadana, antes de que el próximo chaparrón se convierta en una catástrofe que sí podría haberse evitado.

Partimos de una verdad incómoda, solo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena. Y en Zamora, esta máxima se cumple a rajatabla cada vez que el cielo decide soltar una de sus trombas de agua, un fenómeno cada vez más habitual, ya sea por el llamado "efecto climático" o por cualquier otra razón.
Asistimos entonces a las inevitables escenas de acumulación de agua en puntos ya tristemente habituales, desde la rotonda del Sancho hasta la zona de la estación de tren, cuando la lluvia cae de forma masiva. Y en esos momentos, no solo lamentamos la falta de previsión, sino la evidente deficiencia de un sistema de evacuación de aguas que deja mucho que desear. Lo normal, y deseable, es anticiparse manteniendo canalizaciones y elementos de desagüe para desalojar el agua de lluvia, impidiendo las temidas escorrentías e inundaciones.
El Viejo Colector, La Bomba de Relojería del Mengue
El problema principal de la capital se esconde bajo el asfalto. El colector del Mengue, una infraestructura antigua, se ha visto desbordado a lo largo de los años no por un aumento en su diámetro, sino por la suma incontrolada de ramales. Cada nuevo edificio y urbanización construido "aguas arriba" ha conectado su desagüe a este viejo colector sin que su capacidad haya sido ampliada en paralelo.
La consecuencia más grave de este desequilibrio es que, cuando el colector se llena, el agua mezclada (pluviales y fecales) se libera directamente al cauce del Duero. Esto ocurre a través de los aliviaderos situados en varios puntos sensibles de la ciudad: unos metros arriba del Puente de Los Tres Árboles, otro cercano al viaducto del ferrocarril, en el pequeño tubo próximo a la Puerta de Toro de la muralla, y uno más en la zona de Olivares. Esta práctica de verter aguas sin control es, a todas luces, insostenible, ilegal y preocupante desde el punto de vista medioambiental.
La solución pasa por la creación de una red separada de aguas pluviales. Esta red permitiría desalojar el agua de lluvia directamente al cauce del río, aliviando la presión sobre los colectores de residuales y eliminando el vergonzoso vertido de aguas mezcladas.Se trata, sin duda, de un proyecto de gran envergadura que se debería realizar a lo largo de años, o incluso décadas, pero es urgente planificarlo. Sería lógico y eficiente aprovechar la gran cantidad de zanjas que se abren constantemente en la capital para otras canalizaciones y, de forma concatenada, optimizar los trabajos para ir construyendo esta red de pluviales, mejorando así el uso de los recursos públicos y minimizando molestias. Mientras se pospone la solución de fondo, los defectos visibles se encuentran en la superficie. Una queja recurrente entre los vecinos es el estado de los sumideros distribuidos por las calles.Una capa y otra de asfalto, fruto de sucesivas reparaciones, acaban por reducir el área de apertura o incluso tapan la entrada de los sumideros. El resultado es que el elemento clave para la evacuación del agua no puede absorber todo el caudal en caso de una tromba. Esto provoca grandes escorrentías que se dirigen a calles adyacentes y menos elevadas.
Los problemas del subsuelo zamorano están a la vista de todos cuando llueve, pero permanecen subterráneos en la agenda política. Es hora de que la Administración demuestre una auténtica intención de resolver un problema de salubridad, medio ambiente y seguridad ciudadana, antes de que el próximo chaparrón se convierta en una catástrofe que sí podría haberse evitado.




















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