COSAS DE DE LA BIEN CERCADA
Pensar en una Zamora grande desde una mentalidad menguante
Cometí, me arrepiento, un gran error durante mi carrera profesional: pensé en una Zamora grande cuando su sociedad solo piensa en pequeño. Problema de mentalidad. Recuerdo de lo que fuimos y conformismo con lo que somos y carencia absoluta de ambición.
Lo que piensa la gente del común también reside en la mente del político, que forma parte del pueblo; por lo tanto, socialmente conservador. No quiere que Zamora progrese porque habría más obreros que colapsarían bares y cafeterías, tiendas y calles. Y aquí se vive bien y muy tranquilo. Así jamás los políticos han exigido más que lo que tenemos, porque crecieron sin ambición colectiva, solo avidez personal, apetencia individual. Parodiando a Rajoy y las cosas son como son, Zamora es como es, para qué intentar transformarla. Los líderes zamoranos nunca quisieron una Zamora grande, desarrollada, alegre y con futuro. Así vivimos como en otro tiempo, lo que he denominado la ciudad-pretérita.
Todas las instituciones empresariales zamoranas padecen el mismo mal político y social. Resignados a vivir en una Zamora chica, donde todo el mundo se conoce y el caciquismo, con menos clase y elegancia, permanece. Se trata ahora de un despotismo político, miserable en lo intelectual, parco en ambición.
“Virgencita, virgencinta, que me quede como estaba”. Frase manida y pusilánime de principios del siglo XVII, que se ha enquistado en la mente de la Zamora conservadora. Se ha apostado, ha tiempo, por una ciudad y provincia deshabitada, económicamente débil, socialmente moribunda. A un pueblo sin ambición, dormido, silente, le corresponde el atraso cultural, la inactividad económica y el caciquismo político en la jerarquía del poder.
Eugenio-Jesús de Ávila
Cometí, me arrepiento, un gran error durante mi carrera profesional: pensé en una Zamora grande cuando su sociedad solo piensa en pequeño. Problema de mentalidad. Recuerdo de lo que fuimos y conformismo con lo que somos y carencia absoluta de ambición.
Lo que piensa la gente del común también reside en la mente del político, que forma parte del pueblo; por lo tanto, socialmente conservador. No quiere que Zamora progrese porque habría más obreros que colapsarían bares y cafeterías, tiendas y calles. Y aquí se vive bien y muy tranquilo. Así jamás los políticos han exigido más que lo que tenemos, porque crecieron sin ambición colectiva, solo avidez personal, apetencia individual. Parodiando a Rajoy y las cosas son como son, Zamora es como es, para qué intentar transformarla. Los líderes zamoranos nunca quisieron una Zamora grande, desarrollada, alegre y con futuro. Así vivimos como en otro tiempo, lo que he denominado la ciudad-pretérita.
Todas las instituciones empresariales zamoranas padecen el mismo mal político y social. Resignados a vivir en una Zamora chica, donde todo el mundo se conoce y el caciquismo, con menos clase y elegancia, permanece. Se trata ahora de un despotismo político, miserable en lo intelectual, parco en ambición.
“Virgencita, virgencinta, que me quede como estaba”. Frase manida y pusilánime de principios del siglo XVII, que se ha enquistado en la mente de la Zamora conservadora. Se ha apostado, ha tiempo, por una ciudad y provincia deshabitada, económicamente débil, socialmente moribunda. A un pueblo sin ambición, dormido, silente, le corresponde el atraso cultural, la inactividad económica y el caciquismo político en la jerarquía del poder.
Eugenio-Jesús de Ávila


















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