Mª Soledad Martín Turiño
Sábado, 25 de Octubre de 2025
ZAMORANA

Inesperado descubrimiento

Mº Soledad Martín Turiño

Ocurrió deshaciendo la casa de un amigo, cuyos padres habían fallecido y él, por ser hijo único, estaba bastante abrumado, así que me pidió que le ayudase en la complicada tarea de desalojar los enseres de la casa paterna. Nos pusimos a ello con ganas, ya que la tarea era ardua, la vivienda demasiado grande y muchos muebles, loza, vajilla, ropa, adornos…etc.; toda una vida en una casa que se había ido llenando con los años.

 

Tras varios días en los que fuimos clasificando los objetos en cajas para: donar, tirar, regalar a amigos y vecinos y quedarse mi amigo, la casa empezó a verse más ligera, perdiendo cualquier significado emocional, ya que primaba resolver un problema que consistía en venderla y olvidarse; mi amigo apenas tenía relación con su padre y en los últimos años de vida solo le había visitado en contadas ocasiones. Nunca supe el porqué de aquella desavenencia y él tan solo en una ocasión, en la que había bebido más de la cuenta, se quejaba de aquel hombre que había destruido la vida de su madre adelantándole la muerte porque la pena la había consumido. Nada más supe, ni quise saber. Juan era, ante todo, mi amigo y como sabía que aquel asunto era doloroso para él, jamás se me ocurrió preguntarle nada.

 

Aligerando los cajones de salón, dormitorios, y otras estancias, encontramos una serie de objetos con los que no sabía que hacer: documentos antiguos, fotografías inéditas, escritos de ventas y títulos pasados que ahora eran una reliquia por su valor histórico… y un sinfín de pequeñas cosas que habían sido guardadas hacia años sin volver a tocarlas posteriormente.

 

Quiso la casualidad que, en uno de estos registros, fuera yo quien diera con un sobre medio cerrado. Se lo pasé a Juan, pero me dijo que lo abriera yo y mirara en su interior, porque él estaba ocupado con otra tarea. No sé por qué supe que aquello iba a ser importante; tal vez porque había sido guardado en el doble fondo de un cajón que estaba lleno de ropa; lo cierto es que abrí el sobre, había varias cartas con un color sepia que había modificado el tiempo y unas fotografías en otro sobre más pequeño.

 

Empecé a leer una carta tras otra; eran las misivas más hermosas que nunca leí, hablaban de amor, de añoranza y de sentimientos profundos. Intrigada por aquellas declaraciones, comprobé, con sorpresa, que estaban firmadas por el padre de Juan y se dirigían a otra mujer que no era la suya. Las fotografías del sobre pequeño mostraban una pareja feliz, con gestos cómplices, sonriendo a la cámara, y todas en parajes solitarios.

 

Creo que el aspecto de mi cara expresó más que mis palabras. Juan se me acercó, y me miró fijamente mientras le extendí el sobre con todo su contenido. Leyó las cartas y al mirar las instantáneas las arrojó al suelo con rabia de años, con un encono acumulado del que solo pudo decir: “Era un cabrón”. Le pregunté si quería hablar de ello y solo me contestó que la mujer con la que su padre tuvo una aventura de varios años fue su tía; es decir, la única hermana de su madre. Ahora comprendía como las hermanas no se veían nunca ni tenían contacto, ahora podía comprender muchas cosas.

 

         No supe como consolarle, solo le dije que aquello había ocurrido hacía mucho tiempo y ya ninguno de los personajes de aquel triángulo amoroso vivían, que él no podía consumirse con el dolor, y que había que seguir adelante.

 

         Fueron más de dos meses lo que tardamos en desalojar todos los objetos y vender la vivienda. Para entonces Juan mostraba un aspecto alicaído, delgado y muy triste. Me pidió que no le dejara solo hasta haber concluido con la venta, y así lo hice. Una vez firmadas las escrituras y con un nuevo propietario, nos fuimos a tomar unas cervezas. Allí, tranquilamente, me dijo que habían escapado todos sus demonios y que, tras muchos años de enfado con su padre, un hombre frio y distante que nunca trató con cariño a su mujer, que era la debilidad de Juan por verla siempre dada a los demás, generosa y sin recibir nada a cambio; ahora, por fin empezaba a sentirse libre.

Comentarios Comentar esta noticia
Comentar esta noticia

Normas de participación

Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.

Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.

La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad

Normas de Participación

Política de privacidad

Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.110

Todavía no hay comentarios

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.