NOTAS DEL PENSAMIENTO
Debates y discursos sobre el éxodo rural
José Antonio Ávila López
![[Img #102915]](https://eldiadezamora.es/upload/images/10_2025/9234_2304_4179_4303_4451_7828_798_1959_9116_492_2013_4480_1348_7370_9394_8226_9948_1018_2907_7198_8176_2402_7201_6632_9597_7602_jose-antonio-avila-lopez.jpg)
No sé si a todos los niños les enseñan la misma Historia. Desconozco si nuestros libros de texto son iguales a los de ahora (estoy convencido de que no). Lo cierto es que yo, durante mi formación estudié el llamado «éxodo rural», como proceso inevitable, y sobre todo, de una lógica aplastante. ¿Cómo no se iba a ir la gente, sobre todo los jóvenes, de los pueblos? ¿Cómo no aprovechar todas las oportunidades que ofrecían las ciudades? La emigración se presentaba como la única solución posible para el futuro y presente de toda la «gente de campo». A esta gente me la imaginaba haciendo cola, ansiosos por irse a vivir a la ciudad, y daba igual si pensaba en el obrero de la Revolución Industrial, en mis abuelos que fueron a vivir a Cataluña desde su pueblo en la provincia de Almería, o en algunos compañeros de estudios universitarios que venían de otros rincones de España. Y ésta no sólo era la visión desde las ciudades, ya que los habitantes del entorno rural han cargado siempre con esa sensación de que quedarse en el pueblo es sinónimo de fracaso. Parece que algo ha cambiado, pero lo cierto es que no lo suficiente, porque se continúa con esas ideas erróneas, con esos prototipos y esa superioridad de la ciudad sobre el campo que se ha quedado impregnada y que tanto cuesta sacarse de encima. Y la realidad es muy diferente : muchas gentes quieren volver a su pueblo y vivir en él, pero la falta de oportunidades laborales lo imposibilita. Algún escritor plasmó que «la mayoría de discursos sobre el mundo rural se debaten entre el desprecio y la fascinación, y ambos son tremendamente peligrosos». No sé si tengo el poder para reconocerle nada a nadie, pero lo voy a hacer, y es que la Historia de España habla siempre del valor de emigrar, pero nunca del de quedarse. También hay muchas personas que eligen vivir y trabajar en su pueblo, personas que escuchan una y otra vez las mismas y típicamente urbanitas preguntas : «¿nunca has pensado en irte a vivir a la ciudad?» «¿no te aburres aquí, solo?». Y responderán, pacientemente. O no. Porque la paciencia también se agota, y una cosa es esperar a que maduren los tomates y otra bien distinta es esperar que llegue la cobertura algún día, que no les quiten la ambulancia o que la escuela del pueblo siga abierta el año que viene. Por último, recuerden aquella famosa cita : «sois el esfuerzo que no quiere emigrar».
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No sé si a todos los niños les enseñan la misma Historia. Desconozco si nuestros libros de texto son iguales a los de ahora (estoy convencido de que no). Lo cierto es que yo, durante mi formación estudié el llamado «éxodo rural», como proceso inevitable, y sobre todo, de una lógica aplastante. ¿Cómo no se iba a ir la gente, sobre todo los jóvenes, de los pueblos? ¿Cómo no aprovechar todas las oportunidades que ofrecían las ciudades? La emigración se presentaba como la única solución posible para el futuro y presente de toda la «gente de campo». A esta gente me la imaginaba haciendo cola, ansiosos por irse a vivir a la ciudad, y daba igual si pensaba en el obrero de la Revolución Industrial, en mis abuelos que fueron a vivir a Cataluña desde su pueblo en la provincia de Almería, o en algunos compañeros de estudios universitarios que venían de otros rincones de España. Y ésta no sólo era la visión desde las ciudades, ya que los habitantes del entorno rural han cargado siempre con esa sensación de que quedarse en el pueblo es sinónimo de fracaso. Parece que algo ha cambiado, pero lo cierto es que no lo suficiente, porque se continúa con esas ideas erróneas, con esos prototipos y esa superioridad de la ciudad sobre el campo que se ha quedado impregnada y que tanto cuesta sacarse de encima. Y la realidad es muy diferente : muchas gentes quieren volver a su pueblo y vivir en él, pero la falta de oportunidades laborales lo imposibilita. Algún escritor plasmó que «la mayoría de discursos sobre el mundo rural se debaten entre el desprecio y la fascinación, y ambos son tremendamente peligrosos». No sé si tengo el poder para reconocerle nada a nadie, pero lo voy a hacer, y es que la Historia de España habla siempre del valor de emigrar, pero nunca del de quedarse. También hay muchas personas que eligen vivir y trabajar en su pueblo, personas que escuchan una y otra vez las mismas y típicamente urbanitas preguntas : «¿nunca has pensado en irte a vivir a la ciudad?» «¿no te aburres aquí, solo?». Y responderán, pacientemente. O no. Porque la paciencia también se agota, y una cosa es esperar a que maduren los tomates y otra bien distinta es esperar que llegue la cobertura algún día, que no les quiten la ambulancia o que la escuela del pueblo siga abierta el año que viene. Por último, recuerden aquella famosa cita : «sois el esfuerzo que no quiere emigrar».


















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