Eugenio-Jesús de Ávila
Jueves, 30 de Octubre de 2025
EMBELLECER ZAMORA

El histórico Cerco de Zamora carece de un monumento que lo recuerde

Eugenio-Jesús de Ávila

 

Ahora que la muralla de la avenida de la Feria se liberará al completo, para admiración de zamoranos y turistas de la cultura, aconsejaría a nuestro regidor que también permita contemplar los lienzos de Trascastillo en todo su esplendor extrayendo los árboles que esconden toda su pétrea envergadura. Considero una paradoja que se nos muestre los lienzos de la avenida de la Feria, después de una colosal inversión pública y sigan cubiertas las bases de los muros anteriormente citados. Me parece asunto lógico. No exijo, solo propongo. Y, después, realizar un estudio edafológico del terreno anexo, para evitar que sigan desmoronándose rocas y piedras, de mayor o menor volumen.

 

Como ese primer párrafo versa sobre el patrimonio monumental zamorano, ofrezco otra idea. Verbigracia: Doña Urraca, Bellido Dolfos y Arias Gonzalo, personajes que forman parte de la leyenda de la Zamora medieval, merecerían tener esculturas en las rotondas más cercanas al casco histórico y su entorno. Una vez restaurados los lienzos de la avenida de la Feria y ajardinados los espacios colindantes, en ese espacio verde también podrían ubicarse algunas de esas estatuas de protagonistas de nuestra historia y también habría que levantar un monumento en recuerdo del Cerco de Zamora, cuya historia le habría servido a Shakespeare para escribir una de sus tragedias.

 

Ofrezco el nombre de Salvador Amaya, considerado el artista más importante dentro de la escultura histórica española, podría esculpir estas obras que homenajearan a los protagonistas de nuestra historia.

 

Y ya que he dedicado este artículo a la zona noble de la ciudad, insisto en que, desde la Plaza Mayor, incluso la plaza de Viriato, hasta la Catedral y el parque de Baltasar Lobo, los cantos de las calzadas dificultan el paseo y, a veces, provocan esguinces de tobillo. Guarido, si se redacta un 2º Plan del Casco Histórico, debería contemplar la colocación de baldosas de granito de Sayago en la superficie que ahora ocupan esas piedras, que quizá parezcan del agrado estético en fotografías, pero que, al natural, dañan pies de los caminantes.

 

Y nada más que añadir. El Puente de Piedra, con las barandillas metálicas ya sustituidas por sillares de piedra, luce de forma espléndida. Imagine el lector cómo quedaría el viaducto medieval con sus dos torres. Punto final. Más, en otro próximo capítulo de cómo embellecer nuestra ciudad, la del alma, la del románico y la del Romancero.

 

Eugenio-Jesús de Ávila

 

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