ZAMORANA
Pueblos deshabitados, las ciudades vendrán detrás
Mº Soledad Martín Turiño
![[Img #103055]](https://eldiadezamora.es/upload/images/11_2025/9449_marisol-web.jpg)
Algunos de los llamados pueblos vaciados emprenden diversas iniciativas para aumentar su población, para que acudan nuevos inquilinos que se queden, porque con ellos llegará también la riqueza en forma de escuelas para los niños, tiendas, bar, panadería… todos esos servicios básicos de los que ahora muchos lugares carecen precisamente por el hecho de haber perdido población.
Solo en contadas ocasiones: verano, Navidad, Semana Santa o el Día de los Santos, los hijos del pueblo regresan brevemente para pasar unos días con la familia, poner flores en el cementerio o enseñar a sus hijos (nacidos ya en otros lugares), como era el lugar de sus antepasados: padres y abuelos, a qué se dedicaban, sus costumbres y su forma de vida. Ellos, muchachos pertenecientes a otra ciudad, sin raigambre alguna con el pueblo si no es porque sus padres nacieron allí, escuchan sin interés, deseando que el tour acabe cuanto antes porque no ven ningún atractivo en el camino que lleva al rio, en la vieja ermita, o en los campos que rodean el pueblo.
Sus padres, sin embargo, intentan transmitirles la emoción de lugares donde antaño fueron felices: la era donde jugaban de pequeños y, con suerte, montaban en el trillo para dar unas vueltas; el remolque al que subían para llegar a los campos riéndose con el traqueteo mientras eran los más felices del mundo, el baile cerca del juego de pelota donde se dieron el primer beso, la escuela de la que ya no quedan más que unas ruinas semiocultas por la maleza, el rio donde se bañaban aposentando con valentía sus pies en un lodo resbaladizo… ¡tantos recuerdos!
El viejo pueblo ha ido perdiéndose en la memoria, pero los recuerdos están más vivos que nunca en aquellos que vivieron allí sus primeras experiencias de vida; hombres y mujeres que luego lo abandonaron en busca de mejores oportunidades y ahora solo van de visita para rememorar; gente que ahora se siente extraña porque, aunque hayan sido bien acogidos por la ciudad que ahora habitan, siguen amando su pueblo, porque la tierra se mete en el alma, corre por las venas y espesa la sangre; y aquellos que han sido agricultores lo saben bien porque llevan una querencia imposible de olvidar.
Ahora se han convertido en pueblos vaciados, cada día más solos, más olvidados por las instituciones, menos habitados, porque no hay relevo generacional, los jóvenes no tienen futuro y las familias jóvenes deben buscar un lugar que les proporcione mayores posibilidades de educación y trabajo; por eso se deshabitan las villas pequeñas, y porque no hay voluntad de hacerlas atractivas, ni de atraer población acomodándola a los nuevos tiempos y con nuevos oficios que les ubiquen allí.
Duele escuchar el silencio que solo se rompe cuando pasa algún coche por la carretera; ni un alma en las calles, ni un perro deambulando, las campanas mudas y el mundo girando alrededor de pequeñas localidades que están abocadas a una extinción imparable.
En eso se han convertido gran parte de los pueblos de Zamora, igual que en otras provincias, y si las cosas no cambian, ese será el futuro de ciudades pequeñas como la nuestra, sin industria, con un número cada vez mayor de pisos y locales en alquiler o venta, y jóvenes que se marchan porque después de los estudios la ciudad no les ofrece un futuro laboral.
Tenemos la baza del turismo, que hay que potenciar casi por obligación, de un paisaje variado que debe reconocerse como patrimonio universal de la UNESCO, de ferias únicas: Fromago (del queso) MELIZA (de miel); y FIFZAMORA (de Folclore), en las que se ha invertido una gran dosis de esfuerzo y que han sido reconocidas a nivel internacional. Disponemos, asimismo, del incondicional apoyo y patrocinio de Caja Rural, siempre dispuesta a ayudar e implicarse con esta ciudad, valga como ejemplo el video promocional "Zamora y León quieren conocerte", que se está publicitando en radio, televisión y medios digitales; disponemos también de varios Grupos de Acción Local, de un Ayuntamiento cuyo objetivo es embellecer y mejorar la ciudad, de Asociaciones Vecinales y grupos culturales que persiguen el mismo objetivo: que Zamora se mueva, mejore, y que resurja de sus cenizas para que se la conozca por logros menos trágicos que los últimos incendios.
Además, este año se celebra en esta urbe la XXVIII edición de “Las Edades del Hombre” EsperanZa, dando una clara connotación a la ciudad tal y como se hizo en la exposición RemembranZa, que tuvo lugar en 2001. Este es un momento único para exponer una parte del valiosísimo patrimonio religioso: relieves, tallas, grupos escultóricos, pinturas… a disposición de quienes la visiten, que no saldrán decepcionados.
No obstante, y sin obviar lo dicho, los zamoranos son cada vez más conscientes del potencial de su ciudad y provincia; muchos critican y no hacen nada, porque esa manera de ser siempre ha sido muy nuestra, pero hay quien pone en marcha ideas, plantea propuestas, alerta a los responsables denunciando actuaciones o situaciones irregulares… e implicándose para que esta ciudad vaya mucho más allá de sus fronteras naturales, para que no se encierre entre sus murallas y salga al exterior, para que se la conozca y admire. Tenemos los mimbres, solo necesitamos el compromiso con el consiguiente empuje político (tanto autonómico, como gubernamental) para que la provincia: capital y sus pueblos, frenen la despoblación y, con ello, se dé por finalizado el abandono progresivo de estos lugares.
![[Img #103055]](https://eldiadezamora.es/upload/images/11_2025/9449_marisol-web.jpg)
Algunos de los llamados pueblos vaciados emprenden diversas iniciativas para aumentar su población, para que acudan nuevos inquilinos que se queden, porque con ellos llegará también la riqueza en forma de escuelas para los niños, tiendas, bar, panadería… todos esos servicios básicos de los que ahora muchos lugares carecen precisamente por el hecho de haber perdido población.
Solo en contadas ocasiones: verano, Navidad, Semana Santa o el Día de los Santos, los hijos del pueblo regresan brevemente para pasar unos días con la familia, poner flores en el cementerio o enseñar a sus hijos (nacidos ya en otros lugares), como era el lugar de sus antepasados: padres y abuelos, a qué se dedicaban, sus costumbres y su forma de vida. Ellos, muchachos pertenecientes a otra ciudad, sin raigambre alguna con el pueblo si no es porque sus padres nacieron allí, escuchan sin interés, deseando que el tour acabe cuanto antes porque no ven ningún atractivo en el camino que lleva al rio, en la vieja ermita, o en los campos que rodean el pueblo.
Sus padres, sin embargo, intentan transmitirles la emoción de lugares donde antaño fueron felices: la era donde jugaban de pequeños y, con suerte, montaban en el trillo para dar unas vueltas; el remolque al que subían para llegar a los campos riéndose con el traqueteo mientras eran los más felices del mundo, el baile cerca del juego de pelota donde se dieron el primer beso, la escuela de la que ya no quedan más que unas ruinas semiocultas por la maleza, el rio donde se bañaban aposentando con valentía sus pies en un lodo resbaladizo… ¡tantos recuerdos!
El viejo pueblo ha ido perdiéndose en la memoria, pero los recuerdos están más vivos que nunca en aquellos que vivieron allí sus primeras experiencias de vida; hombres y mujeres que luego lo abandonaron en busca de mejores oportunidades y ahora solo van de visita para rememorar; gente que ahora se siente extraña porque, aunque hayan sido bien acogidos por la ciudad que ahora habitan, siguen amando su pueblo, porque la tierra se mete en el alma, corre por las venas y espesa la sangre; y aquellos que han sido agricultores lo saben bien porque llevan una querencia imposible de olvidar.
Ahora se han convertido en pueblos vaciados, cada día más solos, más olvidados por las instituciones, menos habitados, porque no hay relevo generacional, los jóvenes no tienen futuro y las familias jóvenes deben buscar un lugar que les proporcione mayores posibilidades de educación y trabajo; por eso se deshabitan las villas pequeñas, y porque no hay voluntad de hacerlas atractivas, ni de atraer población acomodándola a los nuevos tiempos y con nuevos oficios que les ubiquen allí.
Duele escuchar el silencio que solo se rompe cuando pasa algún coche por la carretera; ni un alma en las calles, ni un perro deambulando, las campanas mudas y el mundo girando alrededor de pequeñas localidades que están abocadas a una extinción imparable.
En eso se han convertido gran parte de los pueblos de Zamora, igual que en otras provincias, y si las cosas no cambian, ese será el futuro de ciudades pequeñas como la nuestra, sin industria, con un número cada vez mayor de pisos y locales en alquiler o venta, y jóvenes que se marchan porque después de los estudios la ciudad no les ofrece un futuro laboral.
Tenemos la baza del turismo, que hay que potenciar casi por obligación, de un paisaje variado que debe reconocerse como patrimonio universal de la UNESCO, de ferias únicas: Fromago (del queso) MELIZA (de miel); y FIFZAMORA (de Folclore), en las que se ha invertido una gran dosis de esfuerzo y que han sido reconocidas a nivel internacional. Disponemos, asimismo, del incondicional apoyo y patrocinio de Caja Rural, siempre dispuesta a ayudar e implicarse con esta ciudad, valga como ejemplo el video promocional "Zamora y León quieren conocerte", que se está publicitando en radio, televisión y medios digitales; disponemos también de varios Grupos de Acción Local, de un Ayuntamiento cuyo objetivo es embellecer y mejorar la ciudad, de Asociaciones Vecinales y grupos culturales que persiguen el mismo objetivo: que Zamora se mueva, mejore, y que resurja de sus cenizas para que se la conozca por logros menos trágicos que los últimos incendios.
Además, este año se celebra en esta urbe la XXVIII edición de “Las Edades del Hombre” EsperanZa, dando una clara connotación a la ciudad tal y como se hizo en la exposición RemembranZa, que tuvo lugar en 2001. Este es un momento único para exponer una parte del valiosísimo patrimonio religioso: relieves, tallas, grupos escultóricos, pinturas… a disposición de quienes la visiten, que no saldrán decepcionados.
No obstante, y sin obviar lo dicho, los zamoranos son cada vez más conscientes del potencial de su ciudad y provincia; muchos critican y no hacen nada, porque esa manera de ser siempre ha sido muy nuestra, pero hay quien pone en marcha ideas, plantea propuestas, alerta a los responsables denunciando actuaciones o situaciones irregulares… e implicándose para que esta ciudad vaya mucho más allá de sus fronteras naturales, para que no se encierre entre sus murallas y salga al exterior, para que se la conozca y admire. Tenemos los mimbres, solo necesitamos el compromiso con el consiguiente empuje político (tanto autonómico, como gubernamental) para que la provincia: capital y sus pueblos, frenen la despoblación y, con ello, se dé por finalizado el abandono progresivo de estos lugares.

















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