Sábado, 15 de Noviembre de 2025

Eugenio-Jesús de Ávila
Jueves, 13 de Noviembre de 2025
COSAS MÍAS

El Duero que llevamos dentro

[Img #103337]Eugenio-Jesús de Ávila

 

Lo escribo como lo siento, sin esconder la realidad: ya he vivido quizá más de dos tercios de mi vida. Ahora, cada día que veo amanecer, que escucho en mi balcón los primeros trinos de las avecillas al alba, lo recibo como un regalo. Esos rayos del sol que atraviesan mis persianas me saben a besos postreros, como el primer vaso de agua tibia que ingiero en ayunas; o mi magdalena, que no es la de Proust, la acaricio con mi mirada como si la saboreara como el último dulce que toca mi lengua. A partir de cierta edad, la vida es un regalo cotidiano, una invitación a disfrutarla como si te despidieras para siempre.

 

Quizá sea culpa del otoño, pero esta estación del año, a partir del 15 de octubre, me transforma en un hombre melancólico, pero también hipersensible. Cuando salgo a la calle, respiro profundamente, más si el ambiente huele a helada. Ese frío me coloca en el túnel del tiempo. Recuerdo los inviernos de mi infancia, los charcos helados, el vaho que salía de mi naricita al andar…

 

Ahora, mientras doy un paso cuando camino por la ciudad, siempre en soledad, pienso y trato de captar la esencia de las cosas, desde la humilde piedra, al sillar de una iglesia, a la hoja muerta, la nube que se recrea y los vuelos y trinos de los pajarillos. Ayer, cuando el ocaso se anunciaba, me encontré con el cuerpo muerto de un jilguero. Me tocó el alma. Nunca más la belleza de esa avecilla, de los colores de sus plumas, de sus bellos trinos volverán a adornar ni las ramas de los árboles, ni el aire de Zamora. Me duele la muerte de la hermosura profundamente. La vida sin poesía no es más que muerte del revés. 

 

Y, cuando la melancolía me invade, busco al Duero que se me muestra distinto cada día. Hay mediodías que chulea, que presume de su cauce, de sus zudas, del tono de su epidermis; y tardes en que parece cansado, como si careciese de ganas de convertirse en océano. Pero creo que siempre me espera, porque sabe que le tengo en gran estima, pues es la columna vertebral de mi ciudad. Sin él, Zamora no habría sido ni Ocellum Duri, ni tampoco arquitectos del románico hubieran construido ese magnífico puente, ni gozaríamos del patrimonio monumental que nos define.

 

Cada día que me acerco a sus riberas le pido perdón por el olvido secular con que los zamoranos lo hemos despreciado durante tantos siglos. Lo ignoramos como si fuera un regato, un caudal ácrata, agua sin genio, sin temperamento, un río sin peces, sin nubes que le llovieran, sin poetas que le cantaran. Sé que todos los zamoranos llevamos dentro un Duero como conciencia de los que somos, de lo que fuimos y de lo que quisimos ser. Mi río se va secando, pero todavía tiene que desbordarse cualquier invierno de estos.

Comentarios Comentar esta noticia
Comentar esta noticia

Normas de participación

Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.

Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.

La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad

Normas de Participación

Política de privacidad

Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.34

Todavía no hay comentarios

Quizás también te interese...

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.