El reencuentro

Este mes, me he reencontrado con buenos amigos y compañeros de promoción de la carrera que estudié y de la que me licencié justo ahora hace veinte años. 

Una cita que confieso que, en un primer momento, me daba mucha pereza, pero que ha resultado ser un baño de alegría, de emoción y de recuerdo. Por supuesto, no a todos hacía tanto tiempo que no veía, pero la verdad es que con el tiempo cada vez se han espaciado más las quedadas con los que sí somos amigos, y las noticias ya casi siempre llegan por grupos de WhatsApp con apenas unas llamadas de los más íntimos. El contacto sigue, el cariño también, pero la vida nos arrolla, y esa es la realidad, a mí la primera.

En este reencuentro también había a muchos a los que ni siquiera recordaba, la verdad (o muy vagamente), y otros tantos a los que sí, pero que no había vuelto a ver ni a saber de ellos en veinte años, que se dice pronto, y eso teniendo en cuenta que hoy en día existen las redes sociales, que seguro que ponen remedio a unos cuantos contactos ahora.

Pero a principios de los 2000 no había nada de eso. Apenas empezábamos a manejar internet de una manera torpe y principiante, y el contacto era con móviles básicos que no tenían WhatsApp, ni Facebook (que me temo que ya se ha quedado anticuado también), solo llamadas y sms.

Salamanca fue la ciudad que nos acogió, y en la que por supuesto se ha dado esta quedada. Una ciudad que ha sido “uno más” en esta cita, en la que hemos recorrido rincones, calles, y bares (alguno incluso conservaba una foto de esta servidora junto a otras dos presentes de aquella época, toda una reliquia). Una ciudad a la que he ido más veces, pero que en esta ocasión la he mirado diferente.

Volver y recordar. Abrazar a los que fueron tu familia, a las personas con las que viviste, reíste y lloraste. Amigos con los que estudiaste, saliste de fiesta, y compartiste trabajos, apuntes y prácticas.
Es evidente que en veinte años ha habido muchos cambios, y faltaban personas y lugares clave (algunos por motu proprio y otros porque la vida es así), pero lo mágico de este reencuentro fue que los cambios apenas se notaron. Todos volvimos a ser los que éramos hace 20 años. Más mayores (que no más viejos), pero con una sonrisa que nos duró todo el día (y la noche).