ZAMORANA
¿Desvaríos de un viejo?
Mª Soledad Martín Turiño
Van cayendo las hojas de calendario y transcurren los minutos como agua en una cesta, de modo inalterable.
Desde su silla de ruedas en la residencia, su día a día se centra en mirar el reloj y distraerse con las manecillas que giran sin cesar.
Cuando le interrumpen para llevarle la comida o asearle, no puede evitar un exabrupto a la pobre auxiliar que, como ya le conoce, lejos de afectarle, le dedica en silencio una sonrisa que él recoge algo avergonzado.
Regresa a su sillón y comprueba que ya ha transcurrido casi media hora, un tiempo que se ha perdido.
Él controla los movimientos de las agujas y acompasa sus pensamientos a ese ritmo; otras veces, golpea con su mano cada tic-tac en una especie de dueto, o recrea un sonido repetitivo como el traqueteo de un tren o el galope de un caballo; porque ahora su mundo se reduce al paso del tiempo contado y medido por el reloj despertador que tiene a su lado, que nunca le despierta porque apenas duerme, pero hace que su tiempo en la residencia, olvidado de todos, sea un poco más llevadero.
Desde que le dejaron aquí no ha recibido ninguna visita, ni llamada telefónica… nada.
Se sabe solo, aunque nunca pensó que lo estuviera tan profundamente, así que se ha revestido con una capa de frialdad inventándose ocupaciones que no le hagan pensar, aunque haya quien las considere absurdas; el mes pasado le dio por contar los puntos de gotelé en la pared frente a su cama. ¿Desvaríos de un viejo?
Van cayendo las hojas de calendario y transcurren los minutos como agua en una cesta, de modo inalterable.
Desde su silla de ruedas en la residencia, su día a día se centra en mirar el reloj y distraerse con las manecillas que giran sin cesar.
Cuando le interrumpen para llevarle la comida o asearle, no puede evitar un exabrupto a la pobre auxiliar que, como ya le conoce, lejos de afectarle, le dedica en silencio una sonrisa que él recoge algo avergonzado.
Regresa a su sillón y comprueba que ya ha transcurrido casi media hora, un tiempo que se ha perdido.
Él controla los movimientos de las agujas y acompasa sus pensamientos a ese ritmo; otras veces, golpea con su mano cada tic-tac en una especie de dueto, o recrea un sonido repetitivo como el traqueteo de un tren o el galope de un caballo; porque ahora su mundo se reduce al paso del tiempo contado y medido por el reloj despertador que tiene a su lado, que nunca le despierta porque apenas duerme, pero hace que su tiempo en la residencia, olvidado de todos, sea un poco más llevadero.
Desde que le dejaron aquí no ha recibido ninguna visita, ni llamada telefónica… nada.
Se sabe solo, aunque nunca pensó que lo estuviera tan profundamente, así que se ha revestido con una capa de frialdad inventándose ocupaciones que no le hagan pensar, aunque haya quien las considere absurdas; el mes pasado le dio por contar los puntos de gotelé en la pared frente a su cama. ¿Desvaríos de un viejo?






















Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.116