Viernes, 05 de Diciembre de 2025

Eugenio-Jesús de Ávila
Domingo, 30 de Noviembre de 2025
COSAS DE DE LA BIEN CERCADA

Zamora, la ciudad en la que se proscribió el verbo pensar

Eugenio-Jesús de Ávila

 

“Siempre la claridad viene del cielo; es un don: no se halla entre las cosas sino muy por encima, y las ocupa haciendo de ello vida y labor propias”. Primeros versos de “El don de la ebriedad”, de nuestro Rimbaud zamorano. Aquí, en Zamora, no existe claridad intelectual, simplemente porque el intelectual no existe o, si vive, no se muestra, no critica, no analiza, no disecciona la realidad de nuestra ciudad y provincia. Tampoco el intelectual zamorano se da a la bebida, ni tan si quiera a la absenta. Nadie habla. Silencio. La prensa local no opina. Va de rueda de prensa a rueda de prensa, y asisto porque me toca para llenar informativos y páginas. Hay miedo. Reflexionar o pensar se han convertido dos verbos que duelen. No se saben conjugar. Un periodismo sin crítica al poder solo es un Boletín Oficial de cualquier institución pública. Una ciudad sin intelectuales que analicen la realidad no existe. Se trataría, en todo caso, de una comunidad sin vínculo, sin destino, sin objetivos.

 

Cada vez se escribe peor. La sintaxis se muere de muerte natural en los medios de comunicación. Hay una especie de pandemia cultural, literaria, gramática en la prensa. Si no se sabe escribir ni hablar, imposible comunicar, trasladar, mostrar, desvelar. Mejor. El poder necesita tontos útiles para perpetuarse, para ejecutar su política, para, en definitiva, engañar a la ciudadanía.

 

Ahora, la prensa, más la local, necesita del dinero público, el que emana de las instituciones, para mantener su status. La situación de la empresa zamorana, salvo casos excepcionales, condiciona la publicidad privada. Hay que extender la mano ante el poder político. Cuando te alimentas de lo público, la crítica al poder se convierte en utopía. La prensa vive, pues, de la caridad de las instituciones.

 

Zamora, quizá por su pasividad antropológica, siempre se cuadró ante el poder político, como si jamás el franquismo hubiera muerto. A los políticos se les considera como semidioses, personajes intocables, incólumes. Se les critica en círculos familiares y de amigos, jamás se difunden públicamente. Temor al poder. Aquí se prefiere vivir de rodillas que morir de pie.

 

Zamora se muere recostada sobre su cobardía, en el colchón de la indiferencia. Si exceptuamos a grupos minoritarios de ciudadanos y empresarios, lo que Monte La Reina permanezca otros 25 años sin ocupación o se ponga en acción, merced a la llegada de una unidad militar, a la gran mayoría le trae sin cuidado. Sucede con todo: Biorrefinería Multifuncional, terrenos de Adif en la Estación del Ferrocarril, autovía entre Zamora y la frontera lusa. Da igual. Ni tan si quiera una mueca de satisfacción, una sonrisa, la señal de la victoria. Nada. Inacción. Si el poder político, el del PSOE y el del PP se olvidaron de nuestra tierra debióse a los zamoranos se les consideró gente dócil, silenciosa y cobardica. Como la prensa tampoco criticó decisiones que causaron daño a Zamora, los gobiernos centrales y los regionales jugaron con nosotros. Aparecían sus vicarios cuando tocaban comicios para ofrecernos el paraíso en la tierra. ¡Cuántos años llevamos con lo de la autovía a Portugal! Ni se sabe. El PP, si el PSOE ocupa La Moncloa, critica a Zapatero, en su día, y ahora, a Pedro Sánchez, el torero de Europa, al que los suyos consideran un maestro de la tauromaquia, Zeus raptando a Europa; pero si es Rajoy el que manda y ordena, los socialistas agravian a los populares.

 

El zamorano medio presencia el debate como si no fuera con él, con su futuro, con el porvenir de la ciudad y su provincia. Me temo que cree que el fin del mundo llegará pronto y que, por lo tanto, mejor esperar al apocalipsis tomándose una caña con unos torreznos o un vino de Toro con queso de oveja curado, zamorano a poder ser.

 

¡Qué sencillo les resulta a los partidos nacionales mofarse de Zamora, prometer y no dar, afirmar y negar, reír y llorar! No hay pueblo en España al que el poder ningunee más. Un chollo. Después, como ovejita lucera, el zamorano comulgará con el voto en la urna, creyendo que decide algo, que el poder se lo agradecerá con inversiones públicas que transformarán la provincia en tierra de porvenir.

 

Siempre la claridad viene del cielo. Aquí no. Aunque me disguste contrariar al gran Claudio. No obstante, me quedo con otros versos del divino poeta zamorano: “Todos llevamos una ciudad dentro, ciudad que nos alienta y no acusa. La ciudad del alma”. Yo acuso, como Zola, a los zamoranos pasivos, cobardes y entregados. Me queda poco. Pero espero morir con las botas puestas y mojadas por el agua del río Duradero.

 

 

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