AGUJEROS NEGROS
Iniciada la reparación del socavón de Cardenal Cisneros, pero hay otros agujeros negros
Zamora tapa una herida, pero mantiene abiertas muchas otras.
Zamora ha comenzado por fin la reparación del socavón de Cardenal Cisneros, una intervención que llega tras meses de molestias y que, al menos en este caso, avanza ya para cerrar una herida visible en una de las arterias principales de la ciudad. Pero mientras este agujero por fin se arregla, la realidad es que Zamora sigue acumulando otros que permanecen abiertos durante semanas, meses e incluso años, convirtiéndose en un símbolo persistente de la falta de agilidad y de control en las obras públicas.
Uno de los ejemplos más conocidos es el del Conservatorio, un boquete que se eternizó hasta convertirse en una cicatriz urbana casi asumida por costumbre. Y ahora el problema se reproduce de nuevo, aun en una escala aún menor en el barrio de la Horta, en la Cuesta del Piñedo, donde lo que empezó como una sencilla instalación de contenedores soterrados lleva paralizado desde agosto. La aparición de canalizaciones no previstas detuvo el proyecto, pero la zanja quedó abierta y así continúa en diciembre, sin avances, sin operarios y sin una explicación clara. El resultado vuelve a ser el mismo, un hueco que afea la zona, interfiere en la circulación y representa un riesgo evitado únicamente por las vallas que lo rodean.
Tuvo su antecedente, fue en la calle San Pablo. Allí la obra quedó también detenida con una excavación mal asegurada, sostenida apenas con puntales provisionales. Esa falta de contención provocó desprendimientos, uno de ellos de gran tamaño, que pusieron en peligro la acera y la calzada. No se trató de una mera molestia estética, sino de una situación que pudo acabar en un hundimiento real y en un riesgo evidente para peatones y vehículos. Fue el ejemplo más claro de cómo un agujero abandonado puede convertirse en una amenaza directa para la seguridad ciudadana.
El tiempo que tardan en resolverse estos problemas es otro motivo de preocupación. Hay casos que se solucionan en días, otros que se enquistan durante meses y algunos que se han prolongado durante años. Esta falta de criterios coherentes, de plazos claros y de comunicación precisa alimenta la sensación de que la ciudad carece de un plan de mantenimiento urbano eficaz. Mientras el socavón de Cardenal Cisneros avanza y ya está siendo reparado, quedan demasiadas obras paralizadas o abandonadas que continúan deteriorando la imagen y la seguridad de Zamora.
La ciudad no puede resignarse a esta manera de gestionar su espacio público. No podemos permitir que cada excavación se convierta en un obstáculo perpetuo ni que las zanjas se normalicen como parte del paisaje. Que una obra avance no debería destacar como una excepción. Zamora merece un mantenimiento ágil, responsable y coherente, capaz de evitar que lo provisional se convierta, como tantas veces ocurre, en otro agujero eterno.
Manuel Herrero Alonso
Zamora ha comenzado por fin la reparación del socavón de Cardenal Cisneros, una intervención que llega tras meses de molestias y que, al menos en este caso, avanza ya para cerrar una herida visible en una de las arterias principales de la ciudad. Pero mientras este agujero por fin se arregla, la realidad es que Zamora sigue acumulando otros que permanecen abiertos durante semanas, meses e incluso años, convirtiéndose en un símbolo persistente de la falta de agilidad y de control en las obras públicas.
Uno de los ejemplos más conocidos es el del Conservatorio, un boquete que se eternizó hasta convertirse en una cicatriz urbana casi asumida por costumbre. Y ahora el problema se reproduce de nuevo, aun en una escala aún menor en el barrio de la Horta, en la Cuesta del Piñedo, donde lo que empezó como una sencilla instalación de contenedores soterrados lleva paralizado desde agosto. La aparición de canalizaciones no previstas detuvo el proyecto, pero la zanja quedó abierta y así continúa en diciembre, sin avances, sin operarios y sin una explicación clara. El resultado vuelve a ser el mismo, un hueco que afea la zona, interfiere en la circulación y representa un riesgo evitado únicamente por las vallas que lo rodean.
Tuvo su antecedente, fue en la calle San Pablo. Allí la obra quedó también detenida con una excavación mal asegurada, sostenida apenas con puntales provisionales. Esa falta de contención provocó desprendimientos, uno de ellos de gran tamaño, que pusieron en peligro la acera y la calzada. No se trató de una mera molestia estética, sino de una situación que pudo acabar en un hundimiento real y en un riesgo evidente para peatones y vehículos. Fue el ejemplo más claro de cómo un agujero abandonado puede convertirse en una amenaza directa para la seguridad ciudadana.
El tiempo que tardan en resolverse estos problemas es otro motivo de preocupación. Hay casos que se solucionan en días, otros que se enquistan durante meses y algunos que se han prolongado durante años. Esta falta de criterios coherentes, de plazos claros y de comunicación precisa alimenta la sensación de que la ciudad carece de un plan de mantenimiento urbano eficaz. Mientras el socavón de Cardenal Cisneros avanza y ya está siendo reparado, quedan demasiadas obras paralizadas o abandonadas que continúan deteriorando la imagen y la seguridad de Zamora.
La ciudad no puede resignarse a esta manera de gestionar su espacio público. No podemos permitir que cada excavación se convierta en un obstáculo perpetuo ni que las zanjas se normalicen como parte del paisaje. Que una obra avance no debería destacar como una excepción. Zamora merece un mantenimiento ágil, responsable y coherente, capaz de evitar que lo provisional se convierta, como tantas veces ocurre, en otro agujero eterno.
Manuel Herrero Alonso




















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