NOTAS DEL PENSAMIENTO
Descrédito político y vanidad
José Antonio Ávila López
![[Img #103944]](https://eldiadezamora.es/upload/images/12_2025/9378_6116_1492_9762_9120_3768_843_4332_7720_4192_8245_8230_9234_2304_4179_4303_4451_7828_798_1959_9116_492_2013_4480_1348_7370_9394_8226_9948_1018_2907_7198_8176_2402_7201_6632_9597_7602_jose-antonio-avila-lopez.jpg)
El malestar y el hartazgo democrático de la sociedad civil está en cotas jamás superadas. La resignación se mezcla con la rabia hacia algunos políticos. Nunca ha sido mayor el descrédito. La desafección a los políticos se basa en una pérdida total de confianza y está cimentada en la sospecha y en la suspicacia. No, no nos hemos vuelto todos paranoicos, es la realidad chivata de los hechos. Los “chorizos” jamás han sido superlativos como ahora, y lo que se ve es minúsculo comparado con la parte oculta que emerge en dosis muy altas... ¡Ríase usted de la mordida del 3%! No existe el gen de la corrupción, porque el ser humano no nace corrupto, pero a pesar de su limitada existencia aprende a serlo rápido, pronto y bien. Hay factores de riesgo que en determinados territorios “comanches” facilitan y estructuran el fenómeno. Muchos políticos actuales son excelentes generadores de malentendidos sociales y carecen de vergüenza. La búsqueda del poder monopoliza la vida de muchos, y el ansia de dominar a los demás acaba siendo un modo de vida. Ejercen de manera sistemática una violencia institucional hacia los ciudadanos en un ejercicio déspota y perverso del poder. El catálogo es global : robo, corrupción, despilfarro, mentira compulsiva y mala gestión de los impuestos. Es indignante observar cómo sus actos corruptos los proyectan y escenifican con obscenidad en el ámbito público, y lo más grave es que ni se sienten culpables ni se avergüenzan. Cuando se “acojonan” convocan la carpa del Comité Federal del partido con rituales de purificación, exhibidos sin ningún tipo de autocrítica. La mayor parte de los líderes actuales cometen el error de pensar que el que habla más alto (muchas veces sin decir nada) y con más poder, es la única voz real. Minusvaloran otras voces, y su jerarquía es cada vez menos equitativa, ya que están dedicados a la organización de la apariencia. Por otra parte, esta sociedad infantilizada y obsesionada es cómplice del aumento progresivo de la tolerancia ante los múltiples casos de corrupción, y es que sobran el sometimiento y la pasividad. Creo que es la hora de los ciudadanos vigilantes, pero no subestimemos los riesgos : cuidado con los púlpitos universitarios (muchas veces alejados de la realidad), que lanzan mantras quiméricos. No se dejen camelar, simplemente analicen los hechos (no las palabras) de algunos líderes (Yolanda Díaz, Pedro Sánchez, Núñez Feijóo, Puigdemont...) : todo es vanidad y correr tras el viento.
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El malestar y el hartazgo democrático de la sociedad civil está en cotas jamás superadas. La resignación se mezcla con la rabia hacia algunos políticos. Nunca ha sido mayor el descrédito. La desafección a los políticos se basa en una pérdida total de confianza y está cimentada en la sospecha y en la suspicacia. No, no nos hemos vuelto todos paranoicos, es la realidad chivata de los hechos. Los “chorizos” jamás han sido superlativos como ahora, y lo que se ve es minúsculo comparado con la parte oculta que emerge en dosis muy altas... ¡Ríase usted de la mordida del 3%! No existe el gen de la corrupción, porque el ser humano no nace corrupto, pero a pesar de su limitada existencia aprende a serlo rápido, pronto y bien. Hay factores de riesgo que en determinados territorios “comanches” facilitan y estructuran el fenómeno. Muchos políticos actuales son excelentes generadores de malentendidos sociales y carecen de vergüenza. La búsqueda del poder monopoliza la vida de muchos, y el ansia de dominar a los demás acaba siendo un modo de vida. Ejercen de manera sistemática una violencia institucional hacia los ciudadanos en un ejercicio déspota y perverso del poder. El catálogo es global : robo, corrupción, despilfarro, mentira compulsiva y mala gestión de los impuestos. Es indignante observar cómo sus actos corruptos los proyectan y escenifican con obscenidad en el ámbito público, y lo más grave es que ni se sienten culpables ni se avergüenzan. Cuando se “acojonan” convocan la carpa del Comité Federal del partido con rituales de purificación, exhibidos sin ningún tipo de autocrítica. La mayor parte de los líderes actuales cometen el error de pensar que el que habla más alto (muchas veces sin decir nada) y con más poder, es la única voz real. Minusvaloran otras voces, y su jerarquía es cada vez menos equitativa, ya que están dedicados a la organización de la apariencia. Por otra parte, esta sociedad infantilizada y obsesionada es cómplice del aumento progresivo de la tolerancia ante los múltiples casos de corrupción, y es que sobran el sometimiento y la pasividad. Creo que es la hora de los ciudadanos vigilantes, pero no subestimemos los riesgos : cuidado con los púlpitos universitarios (muchas veces alejados de la realidad), que lanzan mantras quiméricos. No se dejen camelar, simplemente analicen los hechos (no las palabras) de algunos líderes (Yolanda Díaz, Pedro Sánchez, Núñez Feijóo, Puigdemont...) : todo es vanidad y correr tras el viento.


















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