Miércoles, 10 de Diciembre de 2025

Manuel Herrero Alonso
Miércoles, 10 de Diciembre de 2025
ILUMINACIÓN

Luces y sombras de diciembre: Derroche luminoso del centro y la oscuridad en los barrios

La luz de la postal esconde el abandono, el servicio de alumbrado pasa de la acción proactiva a depender del aviso ciudadano, evidenciando una gestión deficiente y creciente inseguridad en los barrios

Diciembre trae consigo el tradicional contraste en la ciudad. Por un lado, el centro se inunda de un derroche luminoso que, a juzgar por la afluencia, ya es parte esencial del paisaje festivo. Se agradece que las calles neurálgicas estén perfectamente iluminadas, con una luz que, en algunos puntos, resulta incluso sobreabundante. Sobra claridad donde menos falta hace, embelleciendo las zonas ya privilegiadas. Donde la diferencia se vuelve una brecha social es en los barrios. Lejos de la escenografía central, la realidad es más oscura. Es comprensible que la tecnología falle, las averías son lógicas y las lámparas, con su vida útil finita, deben apagarse. Sin embargo, lo inaceptable es que una farola fundida permanezca en la penumbra durante semanas sin ser reparada. Esta desidia condena a los residentes de la periferia a vivir bajo una creciente sensación de inseguridad.

 

Hubo un tiempo, con menos medios pero más oficio, en que la revisión del alumbrado era una tarea activa y constante. Periódicamente, los técnicos municipales revisaban cuadro eléctrico a cuadro eléctrico, subiendo por escaleras para reemplazar bombillas o reparar fallos. Se hacía el trabajo, y las luces volvían a brillar por otra temporada. Hoy, la gestión ha cambiado drásticamente. En el Ayuntamiento parece haberse impuesto la cultura del “hágalo usted mismo”. No se nos pide que cambiemos la bombilla, pero sí que nos convirtamos en inspectores de oficio, obligándonos a avisar de cada fallo a través de la llamada Línea Zamora. Este sistema se topa con el conocido "efecto espectador", la pasividad generada al asumir que "otro vecino ya habrá avisado", restando eficacia y prolongando el tiempo de respuesta.

 

Aunque ya no es necesario encender las luces de día para detectar averías, la tecnología permite la revisión nocturna, el reducido número de operarios no siempre permite intervenir con la frecuencia necesaria. Un punto de luz puede permanecer días o semanas sin funcionar, afectando la eficiencia global del servicio. Aun así, no todos los problemas son por averías. Existen zonas oscuras por otros motivos de mantenimiento que merecen una atención proactiva, como árboles que, por falta de poda, forman densas pantallas que impiden que el haz de luz llegue al asfalto y las aceras, o la suciedad acumulada que ensucia las propias luminarias, mermando su capacidad hasta dejar pasar una fracción de la luz que deberían emitir. Es hora de que la gestión del alumbrado pase de la reactividad a la prevención, y que las luces de la Navidad no sirvan únicamente para evidenciar la oscuridad estructural que se vive fuera del eje comercial.

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