NOTAS DEL PENSAMIENTO
Obsesión por ganar guerras a los muertos
José Antonio Ávila López
![[Img #103992]](https://eldiadezamora.es/upload/images/12_2025/1800_9378_6116_1492_9762_9120_3768_843_4332_7720_4192_8245_8230_9234_2304_4179_4303_4451_7828_798_1959_9116_492_2013_4480_1348_7370_9394_8226_9948_1018_2907_7198_8176_2402_7201_6632_9597_7602_jose-antonio-avila-lopez.jpg)
Como colofón al revisionismo histórico emprendido por el Gobierno de Pedro Sánchez, se convocó un concurso de proyectos para la “resignificación” del conjunto monumental del Valle de los Caídos, situado en Cuelgamuros, en la Sierra de Guadarrama. Hace poco se hizo público el proyecto ganador del concurso, que supone la eliminación de determinados elementos artísticos y la división del conjunto mediante una gran grieta central. Es, desde luego, una metáfora certera de la actitud del Gobierno con relación a la sociedad española. Si el original Valle de los Caídos se construyó durante la dictadura, con el concurso de muchos presos políticos republicanos, pero con la pretensión declarada de escenificar la reconciliación de aquellos que combatieron en nuestra Guerra Civil, Sánchez busca justamente lo contrario, es decir, dividir. Se trata de que nos situemos a uno u otro lado de la grieta, con los buenos o los malos, según esta psicótica concepción de la historia. Sánchez, el PSOE y el resto de la izquierda española se pasan el día ganando guerras a los muertos, incapaces de aceptar que sus predecesores resultaron perdedores en aquel triste conflicto, nacido de las convulsiones y la profunda división social que ellos mismos contribuyeron a expandir durante la II República. Resulta patético el tratamiento que la incorrectamente denominada “Ley de Memoria Histórica” otorga a nuestro patrimonio. Aunque el Valle de los Caídos fuera, realmente, un monumento de significación franquista, merecería su conservación tal y como fue diseñado, porque forma parte de nuestra historia, por más que el sanchismo la quiera borrar. Italia, con gobiernos de toda orientación desde 1945, conserva hoy en día notorios ejemplos de la arquitectura y arte fascistas de la época de Mussolini. Estas “resignificaciones” son un producto más de la enfermedad de la izquierda política, y además son profundamente incoherentes, porque ¿dónde ponemos el límite? Quizás, con este mismo criterio, se debería eliminar la estatua ecuestre de Jaime I el Conquistador en la Plaza de España de Palma de Mallorca, por los innegables crímenes de lesa humanidad en contra de los mallorquines del siglo XIII, a los que se pasó a cuchillo cruelmente. Al final, todo es un atentado más contra el arte, destrozando un diseño monumental que conforma un todo, para no lacerar la débil piel de los ofendiditos de la izquierda. Todo esto es muestra de una gigantesca incultura, fundada además en el más puro resentimiento, como la inmunda grieta con que Sánchez quiere dividir Cuelgamuros y la sociedad española.
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Como colofón al revisionismo histórico emprendido por el Gobierno de Pedro Sánchez, se convocó un concurso de proyectos para la “resignificación” del conjunto monumental del Valle de los Caídos, situado en Cuelgamuros, en la Sierra de Guadarrama. Hace poco se hizo público el proyecto ganador del concurso, que supone la eliminación de determinados elementos artísticos y la división del conjunto mediante una gran grieta central. Es, desde luego, una metáfora certera de la actitud del Gobierno con relación a la sociedad española. Si el original Valle de los Caídos se construyó durante la dictadura, con el concurso de muchos presos políticos republicanos, pero con la pretensión declarada de escenificar la reconciliación de aquellos que combatieron en nuestra Guerra Civil, Sánchez busca justamente lo contrario, es decir, dividir. Se trata de que nos situemos a uno u otro lado de la grieta, con los buenos o los malos, según esta psicótica concepción de la historia. Sánchez, el PSOE y el resto de la izquierda española se pasan el día ganando guerras a los muertos, incapaces de aceptar que sus predecesores resultaron perdedores en aquel triste conflicto, nacido de las convulsiones y la profunda división social que ellos mismos contribuyeron a expandir durante la II República. Resulta patético el tratamiento que la incorrectamente denominada “Ley de Memoria Histórica” otorga a nuestro patrimonio. Aunque el Valle de los Caídos fuera, realmente, un monumento de significación franquista, merecería su conservación tal y como fue diseñado, porque forma parte de nuestra historia, por más que el sanchismo la quiera borrar. Italia, con gobiernos de toda orientación desde 1945, conserva hoy en día notorios ejemplos de la arquitectura y arte fascistas de la época de Mussolini. Estas “resignificaciones” son un producto más de la enfermedad de la izquierda política, y además son profundamente incoherentes, porque ¿dónde ponemos el límite? Quizás, con este mismo criterio, se debería eliminar la estatua ecuestre de Jaime I el Conquistador en la Plaza de España de Palma de Mallorca, por los innegables crímenes de lesa humanidad en contra de los mallorquines del siglo XIII, a los que se pasó a cuchillo cruelmente. Al final, todo es un atentado más contra el arte, destrozando un diseño monumental que conforma un todo, para no lacerar la débil piel de los ofendiditos de la izquierda. Todo esto es muestra de una gigantesca incultura, fundada además en el más puro resentimiento, como la inmunda grieta con que Sánchez quiere dividir Cuelgamuros y la sociedad española.




















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