NOCTURNOS ERÓTICOS
Dios y el amor
Eugenio-Jesús de Ávila
La existencia de Dios ha ocupado buena parte de mis reflexiones. Desde muy joven, con 12 años, inicié mis debates conmigo mismo sobre el concepto de la eternidad, con no tener ni principio ni fin. Ha tiempo que di por finalizado este problema. Decidí que Dios no existía, que solo fue una imposición del poder desde Altamira o Lascaux hasta ahora. Me convertir en un ateo militante.
La otra cuestión que alimentó las circunvalaciones de mi cerebro, esencial en mi vida, fue el amor: ¿Por qué nos enamoramos? ¿Por qué se ama? ¿Por qué se deja de amar? ¿Por qué queremos a quién nos evita, obvia, incluso ridiculiza y humilla?
Yo, lo confieso, no por vanidad, ni por chulería, apenas sufrí por amor. Amé. Mucho, pero muy poco. Amoríos. Escasas pasiones. ¿Una? ¿Dos? Supe lo que era amor, de verdad, el que te ocupa hasta la última célula de tu cuerpo, cuando ya era un hombre maduro. Después pensé que había encontrado lo que nunca había buscado, a la mujer que me acompañase, lo que me queda del camino hacia el país de la nada. Se cruzó tantas veces en mis direcciones que el destino me unió a ella. No hice nada por conocerla. Pero se me apareció. Y me conmovió. Creo que mis átomos todavía retienen el aroma de su epidermis.
Y mientras me llega la hora de partir, me flagelaré por haber querido amar a quién nunca me amaría. ¿Por qué amamos lo imposible? ¿Por qué hemos inventado a Dios? ¿Por qué me imaginé un amor total cuando yo no era más que una gota de agua en una borrasca de enamorados de esa mujer?
Amaré hasta que me amen. Mi último suspiro se tragará todo el amor que me faltaba de dar. Inspirar enamorado. Mi sueño. La resolución de un problema infinito
Eugenio-Jesús de Ávila
La existencia de Dios ha ocupado buena parte de mis reflexiones. Desde muy joven, con 12 años, inicié mis debates conmigo mismo sobre el concepto de la eternidad, con no tener ni principio ni fin. Ha tiempo que di por finalizado este problema. Decidí que Dios no existía, que solo fue una imposición del poder desde Altamira o Lascaux hasta ahora. Me convertir en un ateo militante.
La otra cuestión que alimentó las circunvalaciones de mi cerebro, esencial en mi vida, fue el amor: ¿Por qué nos enamoramos? ¿Por qué se ama? ¿Por qué se deja de amar? ¿Por qué queremos a quién nos evita, obvia, incluso ridiculiza y humilla?
Yo, lo confieso, no por vanidad, ni por chulería, apenas sufrí por amor. Amé. Mucho, pero muy poco. Amoríos. Escasas pasiones. ¿Una? ¿Dos? Supe lo que era amor, de verdad, el que te ocupa hasta la última célula de tu cuerpo, cuando ya era un hombre maduro. Después pensé que había encontrado lo que nunca había buscado, a la mujer que me acompañase, lo que me queda del camino hacia el país de la nada. Se cruzó tantas veces en mis direcciones que el destino me unió a ella. No hice nada por conocerla. Pero se me apareció. Y me conmovió. Creo que mis átomos todavía retienen el aroma de su epidermis.
Y mientras me llega la hora de partir, me flagelaré por haber querido amar a quién nunca me amaría. ¿Por qué amamos lo imposible? ¿Por qué hemos inventado a Dios? ¿Por qué me imaginé un amor total cuando yo no era más que una gota de agua en una borrasca de enamorados de esa mujer?
Amaré hasta que me amen. Mi último suspiro se tragará todo el amor que me faltaba de dar. Inspirar enamorado. Mi sueño. La resolución de un problema infinito





















Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.29