NAVIDAD
Navidad, la festividad de la memoria
Eugenio-Jesús de Ávila
Lo confieso: me entristece la Navidad, unas fiestas que agitan mi memoria para traerme los recuerdos de los familiares que ya no están y ausencias que amigos que me dejaron sin despedirse, sin un abrazo, sin un guiño. Son, las de este año, las terceras navidades que vivo desde mi jubilación.
Nada ha cambiado, porque sigo escribiendo, preocupándome de mi barquito de papel, que cumple su decimoquinto aniversario desde que lo boté un 6 de junio de 2010, y sigue navegando sin el que fuera su capitán y armador. Entonces amaba a una mujer. Ahora ya no sé lo que amo. Antaño, por mis venas circulaban glóbulos rojos de tinta, pura ilusión por entrar en el corazón periodístico de Zamora. Ahora, mi sangre se evaporó para convertirse en nube de abulia.
Juro, cuando este diciembre de 2025 fenece, que dejé de creer en esta profesión. Los medios de comunicación viven de la publicidad pública. Y sabemos, desde niños, que nunca se debe morder la mano de quien te da de comer. Afirmaba Fouché, uno de los grandes canallas de la Revolución Francesa, que “Todo hombre tiene un precio, lo que hace falta es saber cuál es”. Cambia hombre por periódico, de papel o digital; emisora de radio y televisión y el aserto del político galo tendría idéntico valor.
A ti, que me lees, en esta noche umbral de la Navidad, último periódico de 2025, solo te deseo salud, pórico del amor, porque, si te falla, la vida se convierte en eso que rezan los cristianos, un valle de lágrimas, y yo añado, de lamento y de dolor, y, además, tampoco disfrutarás del amor, néctar y ambrosía de los dioses. Solo amando, te olvidarás de la muerte y te sentirás colega del Sumo Hacedor.
Eugenio-Jesús de Ávila
Lo confieso: me entristece la Navidad, unas fiestas que agitan mi memoria para traerme los recuerdos de los familiares que ya no están y ausencias que amigos que me dejaron sin despedirse, sin un abrazo, sin un guiño. Son, las de este año, las terceras navidades que vivo desde mi jubilación.
Nada ha cambiado, porque sigo escribiendo, preocupándome de mi barquito de papel, que cumple su decimoquinto aniversario desde que lo boté un 6 de junio de 2010, y sigue navegando sin el que fuera su capitán y armador. Entonces amaba a una mujer. Ahora ya no sé lo que amo. Antaño, por mis venas circulaban glóbulos rojos de tinta, pura ilusión por entrar en el corazón periodístico de Zamora. Ahora, mi sangre se evaporó para convertirse en nube de abulia.
Juro, cuando este diciembre de 2025 fenece, que dejé de creer en esta profesión. Los medios de comunicación viven de la publicidad pública. Y sabemos, desde niños, que nunca se debe morder la mano de quien te da de comer. Afirmaba Fouché, uno de los grandes canallas de la Revolución Francesa, que “Todo hombre tiene un precio, lo que hace falta es saber cuál es”. Cambia hombre por periódico, de papel o digital; emisora de radio y televisión y el aserto del político galo tendría idéntico valor.
A ti, que me lees, en esta noche umbral de la Navidad, último periódico de 2025, solo te deseo salud, pórico del amor, porque, si te falla, la vida se convierte en eso que rezan los cristianos, un valle de lágrimas, y yo añado, de lamento y de dolor, y, además, tampoco disfrutarás del amor, néctar y ambrosía de los dioses. Solo amando, te olvidarás de la muerte y te sentirás colega del Sumo Hacedor.















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