DENUNCIAS
Luces de Navidad y sombras en el pavimento
La belleza de la iluminación contrasta con las losas sueltas o ausentes en La Marina
Llega la Navidad a Zamora y, con ella, el habitual despliegue de ilusión que viste nuestras calles. Es justo reconocer el esfuerzo por engalanar no solo el centro neurálgico, sino también los barrios, permitiendo que el espíritu festivo llegue a cada rincón de la ciudad. La iluminación aporta ese colorido necesario para dinamizar el comercio y la hostelería, sectores que tanto agradecen este impulso. Se repiten, con acierto, fórmulas de éxito: el tobogán, las actividades infantiles y la presencia de nuestros tradicionales ramos leoneses, que mantienen viva la esencia de nuestra provincia.
Sin embargo, este “maquillaje” navideño no logra ocultar una realidad que los zamoranos sufrimos el resto del año. Mientras La Marina se llena de adornos por ser una de las principales arterias de la ciudad, el suelo que pisamos cuenta una historia muy distinta. Resulta difícil disfrutar de la ornamentación cuando el ciudadano debe caminar con la vista clavada en el suelo para evitar un traspié o una caída. Es aquí donde cabe preguntarse: ¿dónde ha ido a parar la eficacia de esos planes de mantenimiento que el Ayuntamiento publicita en la prensa?
Realidad es tozuda y las cifras lo confirman. El año pasado se destinó una partida de apenas 250.000 euros para el pavimento de toda la ciudad, una cantidad claramente insuficiente que, como se ha demostrado a pie de calle, no dio ni para empezar. Fue un parche ante la magnitud del deterioro existente. Tanto es así que el consistorio se ha visto obligado ahora a licitar un contrato de dos millones de euros, a razón de un millón por año, para intentar paliar un abandono que ya es crónico. Se nos prometió que los desperfectos se acabarían, pero de momento esos millones solo aparecen en los titulares, mientras que en las calles seguimos viendo “chaperones” y desidia.
El estado de La Marina es, sencillamente, deplorable y presenta dos zonas especialmente críticas. Por un lado, el área de paso entre la emblemática farola de Coomonte y el restaurante muestra un enlosado totalmente cuarteado, con piezas sueltas que suponen un peligro constante. Por otro, en la zona interior del parque, en el entorno del monumento al Ancla, el pavimento de adoquines es una sucesión de hundimientos y piezas levantadas que se convierten en auténticas trampas para peatones. En muchos tramos, los adoquines han desaparecido directamente, dejando huecos que se llenan de barro con la mínima lluvia.
Es cierto que la plaza tiene sus años, pero precisamente por eso es necesario exigir una inversión real y no conformarse con anuncios de propaganda. La Navidad pasará y las luces se apagarán, pero los socavones de La Marina seguirán ahí. Los ciudadanos no solo queremos una ciudad brillante en diciembre; exigimos una ciudad segura, accesible y cuidada los 365 días del año. Menos titulares y más ejecución real, porque Zamora no merece que su plaza más transitada presente este lamentable aspecto de abandono.
Llega la Navidad a Zamora y, con ella, el habitual despliegue de ilusión que viste nuestras calles. Es justo reconocer el esfuerzo por engalanar no solo el centro neurálgico, sino también los barrios, permitiendo que el espíritu festivo llegue a cada rincón de la ciudad. La iluminación aporta ese colorido necesario para dinamizar el comercio y la hostelería, sectores que tanto agradecen este impulso. Se repiten, con acierto, fórmulas de éxito: el tobogán, las actividades infantiles y la presencia de nuestros tradicionales ramos leoneses, que mantienen viva la esencia de nuestra provincia.
Sin embargo, este “maquillaje” navideño no logra ocultar una realidad que los zamoranos sufrimos el resto del año. Mientras La Marina se llena de adornos por ser una de las principales arterias de la ciudad, el suelo que pisamos cuenta una historia muy distinta. Resulta difícil disfrutar de la ornamentación cuando el ciudadano debe caminar con la vista clavada en el suelo para evitar un traspié o una caída. Es aquí donde cabe preguntarse: ¿dónde ha ido a parar la eficacia de esos planes de mantenimiento que el Ayuntamiento publicita en la prensa?
Realidad es tozuda y las cifras lo confirman. El año pasado se destinó una partida de apenas 250.000 euros para el pavimento de toda la ciudad, una cantidad claramente insuficiente que, como se ha demostrado a pie de calle, no dio ni para empezar. Fue un parche ante la magnitud del deterioro existente. Tanto es así que el consistorio se ha visto obligado ahora a licitar un contrato de dos millones de euros, a razón de un millón por año, para intentar paliar un abandono que ya es crónico. Se nos prometió que los desperfectos se acabarían, pero de momento esos millones solo aparecen en los titulares, mientras que en las calles seguimos viendo “chaperones” y desidia.
El estado de La Marina es, sencillamente, deplorable y presenta dos zonas especialmente críticas. Por un lado, el área de paso entre la emblemática farola de Coomonte y el restaurante muestra un enlosado totalmente cuarteado, con piezas sueltas que suponen un peligro constante. Por otro, en la zona interior del parque, en el entorno del monumento al Ancla, el pavimento de adoquines es una sucesión de hundimientos y piezas levantadas que se convierten en auténticas trampas para peatones. En muchos tramos, los adoquines han desaparecido directamente, dejando huecos que se llenan de barro con la mínima lluvia.
Es cierto que la plaza tiene sus años, pero precisamente por eso es necesario exigir una inversión real y no conformarse con anuncios de propaganda. La Navidad pasará y las luces se apagarán, pero los socavones de La Marina seguirán ahí. Los ciudadanos no solo queremos una ciudad brillante en diciembre; exigimos una ciudad segura, accesible y cuidada los 365 días del año. Menos titulares y más ejecución real, porque Zamora no merece que su plaza más transitada presente este lamentable aspecto de abandono.

















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