IDA Y VUELTA
Otra Navidad más
Laura Fernández Salvador
![[Img #104197]](https://eldiadezamora.es/upload/images/12_2025/3078_laura.jpg)
De nuevo, otro año más, comenzamos con la tradicional época navideña, tan amada u odiada por según quién. Tiempo de regalos, de cenas, comidas y encuentros, que trascienden más allá de la excusa religiosa.
Yo me debato, una vez más, entre si me gusta o no. Así, de entrada, diría que no. No me gusta. Pero si me paro un momento puedo rebatirme a mí misma en esa afirmación.
Nos juntamos, en mayor o menor medida, con familia, y con amigos. Con la excusa de la Navidad compartimos décimos de lotería, que es lo mismo que soñar juntos. Tenemos detalles con los nuestros, a los que buscamos un regalo que les guste, o que les haga ilusión, lo que se traduce en tiempo invertido en pensar en los otros, y tiempo que invierten los otros pensando en ti.
Todo parecen ventajas. Pero no, en el fondo, a muchos no nos gusta la Navidad (o al menos no la vivimos con esa ilusión desbordada que impera en otra gente). ¿Tendremos alguna tara?
A mí me gusta mucho la excusa navideña para todo lo anterior. Me encanta, pero es verdad que en el fondo hay algo que no y contra lo que lucho para que a mi hija le guste la Navidad, que forme parte del grupo de los que se ilusionan y construya un bonito recuerdo de esta época del año.
Un recuerdo tan bonito como el que tengo yo de mi niñez. Ese recuerdo que genera mi nostalgia, probablemente la que no me deja disfrutar del todo ahora, y que sea el germen de este dilema de si me gusta o no la Navidad.
Y en este viaje de ida y vuelta, me regalo este momento de recuerdo. De estar con mis abuelos y mis tíos en Doney. De cenar chuletillas de cordero “tremendas”, y comer pulpo. De intentar siempre sorprender con los regalos. De las risas y las historias del pasado. De la compañía de primos, amigos y vecinos. De comer las uvas en el bar con todo el que quisiera acercarse, que entonces eran bastantes, y poner todo perdido con botes de espuma y serpentina, para rematar el inicio del año con los dichosos petardos, que, aunque nunca me han gustado, a esos sí les guardo cariño.
Unos recuerdos que me quedo para mí, que son un regalo más, y que formarán parte de mi memoria de nuevo esta Navidad, otra más.
![[Img #104197]](https://eldiadezamora.es/upload/images/12_2025/3078_laura.jpg)
De nuevo, otro año más, comenzamos con la tradicional época navideña, tan amada u odiada por según quién. Tiempo de regalos, de cenas, comidas y encuentros, que trascienden más allá de la excusa religiosa.
Yo me debato, una vez más, entre si me gusta o no. Así, de entrada, diría que no. No me gusta. Pero si me paro un momento puedo rebatirme a mí misma en esa afirmación.
Nos juntamos, en mayor o menor medida, con familia, y con amigos. Con la excusa de la Navidad compartimos décimos de lotería, que es lo mismo que soñar juntos. Tenemos detalles con los nuestros, a los que buscamos un regalo que les guste, o que les haga ilusión, lo que se traduce en tiempo invertido en pensar en los otros, y tiempo que invierten los otros pensando en ti.
Todo parecen ventajas. Pero no, en el fondo, a muchos no nos gusta la Navidad (o al menos no la vivimos con esa ilusión desbordada que impera en otra gente). ¿Tendremos alguna tara?
A mí me gusta mucho la excusa navideña para todo lo anterior. Me encanta, pero es verdad que en el fondo hay algo que no y contra lo que lucho para que a mi hija le guste la Navidad, que forme parte del grupo de los que se ilusionan y construya un bonito recuerdo de esta época del año.
Un recuerdo tan bonito como el que tengo yo de mi niñez. Ese recuerdo que genera mi nostalgia, probablemente la que no me deja disfrutar del todo ahora, y que sea el germen de este dilema de si me gusta o no la Navidad.
Y en este viaje de ida y vuelta, me regalo este momento de recuerdo. De estar con mis abuelos y mis tíos en Doney. De cenar chuletillas de cordero “tremendas”, y comer pulpo. De intentar siempre sorprender con los regalos. De las risas y las historias del pasado. De la compañía de primos, amigos y vecinos. De comer las uvas en el bar con todo el que quisiera acercarse, que entonces eran bastantes, y poner todo perdido con botes de espuma y serpentina, para rematar el inicio del año con los dichosos petardos, que, aunque nunca me han gustado, a esos sí les guardo cariño.
Unos recuerdos que me quedo para mí, que son un regalo más, y que formarán parte de mi memoria de nuevo esta Navidad, otra más.

















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